Parte única

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—Yoongi, no voy a permitir que te presentes en el centro viéndote así. ¡Deja de moverte!—la mujer ensalivó la palma de su mano con su lengua mientras que con la otra sostenía la nuca de Yoongi, quien forcejeaba para zafarse de su agarre.

—¡Ya tengo veinte años, mamá! ¡Deja tus cochinadas!—exclamó apartando la mano de su madre de un golpe, finalmente libre. La mujer entrecerró los ojos con irritación, pero decidió dejar el tema de lado.

—Bien, haz lo que quieras. Pero conste que te lo advertí. —Soltó un suspiro, mirando a su hijo fijamente. Era todo un hombre, hecho y derecho, el sucesor del patriarca de la familia, y un sentimiento de orgullo golpeó como una ola a la mujer. —Tienes el mismo carácter de mierda de tu padre—comentó con un tono severo, pero Yoongi captó que era a modo de broma.

—¿De mi padre, dices?—, enarcó una ceja cuando la mujer suspiró otra vez.

—Ya deben irse. Recuerden que llegar antes de que anochezca, mañana al amanecer hay que empezar los rituales de Démeter.

Yoongi asintió recibiendo un beso en la mejilla por parte de su madre y se volteó sobre sus talones, encontrando a su hermano menor haciendo muecas en las narices de la mula de carga. A Yoongi le parecía interesante la paciencia del animal; si él fuera esa mula, no hubiese dudado en pararse sobre sus patas traseras y romperle el rostro a Jimin de una patada.

—Deja a Lope en paz, enano—Yoongi gruñó, acomodando los bloques de paja sobre la carreta para hacerle espacio a Jimin. —Y ya súbete, es hora de irnos.

El menor de los hermanos rodó los ojos y le sacó la lengua a la mula antes de rodear el carro y subirse, escondiéndose entre dos fardos frondosos mientras que Yoongi se subía en el lomo del animal y tomaba las riendas.

—Vamos, Lope, avanza—dio un suave golpe y como era de esperarse, Penélope no reaccionó. Como bien decía el dicho, esa mula era jodidamente terca, terca como... Como una mula, sí. Jimin suprimió una risa, asomando su cabeza para ver como su hermano se humillaba a sí mismo.

La madre miraba a ambos jóvenes. El orgullo se había desvanecido el momento en que Penélope comenzó a morder el pasto que sus pezuñas pisaban, ante la mirada confundida de Yoongi.

—¡Mueve el culo, Pene!—gritó Jimin. Antes de que Yoongi pudiera reprenderlo por su obscena elección de palabras, el animal empezó a mover sus patas, tirando de la carreta. Jimin sonrió, escondiéndose otra vez, pensando en lo idiota que Yoongi podía llegar a ser a veces.

Era gracioso, claro que lo era. Incluso cuando Yoongi no quería.

Penélope era lenta, como cualquier mula vieja, pero Yoongi no tenía prisa. El primer destino era el establo de su tío Kibum, que quedaba a mitad del camino entre su hogar y el pueblo.

Los Min habían decidido que la mejor manera de que mantener vivas las cosechas y el ganado era vivir alejados del pueblo, en la pequeña choza que su abuelo paterno les había heredado a sus padres como regalo de matrimonio. Con la bendición de Hera cubriéndoles las espaldas, los Min criaron a su hijo Yoongi rodeado de maleza, ovejas y jacintos.

El nacimiento de Jimin fue otro regalo, que terminó de alumbrar sus vidas. Jimin, habiendo nacido cuando Yoongi tenía a penas cinco años, había heredado cierto carácter travieso. De pequeño, su actividad favorita era la de cortar mechones de cabello de la cabeza de Yoongi y lanzarlos al río. Quizá por eso sus discusiones siempre terminaban en mordiscos y patadas...

Pero los hermanos se adoraban, aunque Yoongi fuera algo así como un esclavo y Jimin el patrón. Nadie podía dudar del cariño filial que forjaron al nacer en la ribera del río, entre los verdes pastos, bajo el azul cielo que Zeus gobernaba en la cumbre del monte.

Inigualable [Yoonseok OS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora