Prólogo

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—¿Qué?—pronuncié con cierta sorpresa y molestia esperando que sea una broma de mal gusto.

—Tiana quiere que nos casemos en la playa, como habíamos acordado.—repitió mi hermano mayor Dan con cierta tranquilidad. 

Quizás lo hacía esperando que le respondiera algo positivo y con alegría, pero es todo lo contrario. No pienso ir a la playa.

—No. No, no, no, no, no...— contesté. Entonces mamá me lanzó una mirada de advertencia, esperando que no explotara, pero ya es tarde —¡No! N-No pienso ir... ¿Quieres que falte al día de tu boda? Bien. Da por hecho que no voy a ir.

Me levanté del sofá individual de la sala de estar. Desde un principio se me hizo extraño el hecho que mi hermano mayor, quien no vive aquí, quisiera hablar con nosotros sobre el lugar en donde se llevará acabo su futura e inolvidable boda. 

Así que, con mucha molestia me fui de la sala para ir por un vaso de agua a la cocina, la cual esta detrás de la sala de estar, siendo una pared la única división entre esas dos áreas de la casa. Estaba seguro que mi madre le había compartido una mirada de impaciencia a mi padre, escuché pasos detrás de mi pero no le tomé importancia, sea quien sea me va a sermonear por mi respuesta.  

No me sorprende que no hayan aceptado mi respuesta. Pero, ¿qué esperaban? ¿esperaban un "sí" de mi parte, como si hubiera olvidado todo? Es que si hubiera olvidado todo esto desde hace mucho habría dejado de ir con el psiquiatra. Me da mucha impotencia que ellos piensen  que ya todo estaba olvidado para mi y que de la noche a la mañana iría a un lugar que para mi es una pesadilla.  

—Pero...—hablaba mi madre a mis espaldas.—Cariño, tienes que ir. No es cualquier evento, es la boda de tu hermano...

—¡Si!— exclamé con burla mientras abría la gaveta donde están los vasos de cristal. — Una boda que se llevara acabo en cinco meses. Es que como en dos años no olvidé lo sucedido, lo haré en cinco meses. 

Sus ojos verdes vieron los míos, los cuales son del mismo tono verdoso. Me veía con cierta lastima, lo cual no me gusta, pero cuando tocamos este tema es imposible que no me vea de esa manera. Trató de embozar una pequeña y ladina sonrisa, se que quiere decirme que todo estará bien, pero no todo está bien conmigo. 

—Jay, se que es difícil digerir la noticia. Comprendo, entiendo tu molestia al ir a la playa porque te trae malos recuerdos con Ma...

—¡No la menciones!— grite sintiéndome impotente mientras un hilo se me formaba en la garganta.— ¡Ustedes no lo entienden! Nunca lo entendieron y nunca lo entenderán. Todos estos años han actuado como si entendieran el dolor que siento, cuando no es así, solo me dan mi espacio, me llevan con el psiquiatra, y ahora que tengo que...—respiré profundo tratando de no perder el control y coloqué una mano en la barra de la cocina— Y ahora que tengo que enfrentar mi realidad...

—Nosotros estaremos contigo, pero tienes que confiar en tu familia cielo— respondió mi madre  dándome a entender que no estoy solo ante esta situación.— Hazlo por tu hermano, tú sabes lo importante que es para él que estés presente en su gran día. 

—No creo poder...—solté con dificultad, sintiendo que el aire me faltaría en cualquier momento. Todavía sostenía el vaso de cristal con mi mano derecha, así que con mi mano izquierda toqué el puente de mi nariz tratando de tranquilizarme.—Suena fácil, pero no creo poder olvidarlo...

—Hijo, no tienes la culpa de nada...

—Sí, sí la tengo...—la interrumpí— Ella no quería ir hacia las rocas, yo la obligue...yo...por  mi culpa ella no...

La orilla del marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora