~• 𝐿𝑜𝑠 ℎ𝑖𝑗𝑜𝑠 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑛𝑜𝑐ℎ𝑒 •~

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el llanto de la criatura entre mis manos me hizo enfocar en ella tome mi cuchillo tenia que acabar con esto, pero al ver sus ojos uno rojo y otro azul me hizo detenerme y ver como ella dejaba de llorar al verme, sus pequeños ojos se cerraron y volvieron a abrirse dejando ver un color café miel, su piel blanca manchada por la sangre y sus cabellos oscuros me quitaron todo impulso de matarla, quite mi chaqueta y la arrope.

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- ¿Mamá?

-Lilithan, si no lo haces sabés bien lo que este hombre malo hará, ¿quieres que otro de tus amigos muera?

La pequeña solo negó y sus ojos cambiaron de color, como esa noche uno rojo y otro azul, tomó el cuello del hombre quién miro aterrado a la pequeña la cual solo sonreía de una forma espeluznante.

Saco sus "juguetes, especiales" como ella les llamaba, le sacó un ojo, corto su lengua y con su mano saco su corazón para apretarlo y luego abrió desde la garganta hasta su estómago para cortar uno a uno de sus órganos, el demonio una vez sin vida fue arrojado lejos y yo le coloqué fuego para terminar todo.

-bien hecho mi pequeña demgal.

Ella sonrió entusiasmada y volvió a su color de ojos natural.

- ¡soy la mejor demgal de todos!¿verdad?

Asenti y es que la pequeña a mi lado quien tomaba sus juguetes era mitad ángel mitad demonio y ese era el nombre de la raza que les había dado a todos aquellos hijos de demonios y ángeles.

Porque si habían más y con Lilithan quien aparentaba tener cinco años, habíamos ido en busca de todos esos niños y llevados con nosotras para criarlos y que fueran cazadores como yo.

Lilithan tenía quince años pero su crecimiento era lento y tenía veinte y cinco hermanos y Hermanas más que habíamos encontrado.

Todos me respetaban y veían como una madre, con los años se espacio el rumor de los temibles cazadores, todo aquel demonio que se encontrará con un demgal sabía que era su fin y pocos afortunados podía escapar pero eran buscados y cazados hasta la muerte.

Yo seguía haciendo mi trabajo y disfrutando de ello, al final de cada trabajo me sentía bien y feliz con mis pequeños.

Muchas estaciones habían pasado desde la primera vez que maté, pero no me arrepentí en ningún momento de lo que era pues las vidas puras eran preciadas para mi.

U N A   N O C H E    C A L I D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora