El colchón tocó la espalda de la ojiámbar, Arthur inmediatamente se posicionó sobre ella y sus bocas se encontraron, aventurándose a explorar más, al igual que sus manos, las cuales viajaban a través de sus cuerpos. Era jodidamente placentera la sensación de estar piel con piel. Merlín no perdía tiempo en recorrer con sus finos dedos cada rincón del definido cuerpo del ojivioleta, hacía algún tiempo que le atraía de sobremanera el rey de Camelot, había dejado de ser un tierno niño para convertirse en un joven sexy y maravilloso. Y la idea de estarlo corrompiendo era sumamente excitante.
La mujer puso sus manos en el pecho del chico y lo empujó hacia atrás, quedando así arriba de él, y sin más, ella misma metió aquél miembro erecto dentro suyo. Ambos gimieron al sentir otra vez ese contacto, la hechicera comenzó a saltar mientras el rey la tomaba de las caderas para marcar el ritmo.
—Cielos, se siente tan bien~ — Jadeó la pelinegra.
Arthur sentía que pronto iba a correrse, y aunque no tenía experiencia, quería durar un poco más, seguir haciendo eso con Merlín. No era tonto, sabía de posiciones, Gowther tenía muchos libros, y en ese momento había una que quería probar. Sin previo aviso se detuvo ganándose una mirada reprobadora por parte de la mujer. Pero luego que entendió lo que el joven quería hacer, sonrió con picardía.
—Pensé que eras más inocente, mi rey. — Comentó con tono sensual.
Merlín quedó de cara al colchón y levantó el trasero al aire, dejándolo a disponibilidad de Arthur.
—Gowther me ha dado clases de educación sexual, Meliodas me ha mostrado ejemplos, y tú estás dándome prácticas. — Respondió.
Guió su virilidad hacia la zona íntima de la hechicera y la penetró, empezó a embestirla lento y después rápido, mientras ella gemía el nombre del rey, si ella hubiera sabido que el joven Pendragon lo hacía tan bien aún sin experiencia, lo habría seducido mucho antes, ahora no lo iba a dejar por nada del mundo, y lo aprovecharía.
Fue Merlín quien llegó al orgasmo primero, y unos segundos después sintió el líquido caliente de Arthur derramarse en su interior. Él salió de la ojiámbar y se tumbó a su lado, aún jadeando. La mujer rodó sobre sí para abrazar al muchacho, jaló las sábanas para tapar a ambos.
—Merlín... Me encantas. — Confesó el joven rey.
—Y tú me encantas a mí. — Le susurró ella al oído, sonriendo.