My thoughts get lost in your thunder

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My thoughts get lost in your thunder

Cuando Arthur se despertó la luz apenas hacía unos minutos que había empezado a abrirse camino tímidamente por el cielo de Londres.

Se había dejado la ventana abierta la noche anterior y una suave brisa helada se colaba por ella agitando las cortinas. Aun así, Arthur ni siquiera se planteaba levantarse a cerrarla, se había conformado con envolver su cuerpo con las mantas. 

Dejó que su mirada vagase por el aún más negro que azul cielo que, poco a poco, empezaba a llenarse de pequeñas nubes rosadas.

Tenía una sensación extraña en el cuerpo. Como si hubiese soñado con algo importante. Una parte clave de su vida que ahora solo existía en algún rincón olvidado de su mente y que su cuerpo parecía repeler y echar de menos a la vez. Sabía que había sido así porque su cuerpo tenía el vago recuerdo de una sensación agradable, pero era incapaz de recordar el sueño y menos de concentrarse en él con el aire frío rozando su cara.

Sacó de entre las mantas su mano derecha y repasó lentamente con la punta de sus dedos cada línea de la palma. No solo su mano se sentía pesada, sino que todo su cuerpo lo estaba, como si hubiese dormido durante varios días seguidos.

Detuvo sus dedos cuando llegó a su dedo anular y, tras tomar una bocanada de aire, dejó que el aire saliese de sus pulmones mientras rodeaba su dedo anular.

Recordó brevemente la sensación de unos rizos castaños entre sus dedos y, a pesar de que su habitación estaba fría, durante unos segundos, sintió calidez en sus dedos y le pareció percibir un ligero olor a azahar.

Antonio.

Como si se tratase de un pensamiento premonitorio, su teléfono vibró sobre la mesita de noche y la pantalla se encendió. 

Dos cosas captaron la atención de Arthur: lo primero fue la notificación del mensaje de Antonio que le acababa de llegar, lo segundo, la hora. Eran las seis menos veinte de la mañana.

¿Qué le podría haber enviado Antonio a esa hora? Ni siquiera recordaba el contenido del último mensaje que le había enviado. Tal vez fuese un "feliz año nuevo" hace un par de meses, o quizás fuese un "feliz cumpleaños". La cuestión es que ese día no era un día especial, o al menos no recordaba que lo fuese. ¿Qué pasaba un 5 de Julio? A parte de que Alfred se despertaba resacoso de la noche anterior y el grupo se despertaba con, como mínimo, un vídeo de él bailando sobre una mesa vestido completamente con ropa estampada con bandera de Estados Unidos.

Arthur dudaba que las notificaciones de los vídeos que aún estaban sin abrir fuesen la razón del mensaje de Antonio, pero tampoco se le ocurría otra razón por la cual el moreno se molestaría en hablarle.

La pantalla del móvil se apagó y Arthur volvió a rodear su dedo una vez más mientras escuchaba el lejano murmullo de los coches que empezaban a invadir las calles de Londres, como si se tratase de una banda sonora apoteósica de pitidos y motores.

No escuchó ningún pájaro piar.

Se estiró para coger el móvil y deslizó su la yema de su dedo sobre la pantalla hacia la derecha para descartar la serie de mensaje del grupo. Miró el mensaje de Antonio durante unos segundos antes de arrastrar hacia abajo la notificación, pero solo consiguió leer un "Buenos días".

Desbloqueó el móvil y abrió el mensaje a pesar de que no tenía ganas de hablar con nadie ni de hacer nada.

"Buenos días.

Voy a pasar los días que tengo libre en Inglaterra, tenía pensado pasar un día en Peterborough. Quiero visitar la tumba de Catalina y me gustaría que hablases con quien tengas que hablar para que pueda hacer eso.

Gracias.".

Arthur miró el mensaje durante unos segundos y se fijó en que debajo del nombre de Antonio aparecía un "en línea". No pudo evitar pensar en si estaba conectado esperando a su respuesta o hablando con otra persona.

Levantó la vista durante unos segundos para mirar su traje, el cual descansaba sobre una silla y escribió:

"Dime cuando. Te acompaño."

Arthur se levantó de la cama y lanzó su móvil sobre ella para agarrar el traje que había preparado la noche anterior. Tan pronto como se levantó, pudo comprobar que su cuerpo no solo se sentía pesado, sino que la sensación de haber dormido durante día se unía a una contradictoria sensación de haber corrido una maratón.

Se quitó la camiseta del pijama y la dejó sobre la silla antes de ponerse la camisa blanca. Estaba en medio de abotonarla cuando su móvil volvió a vibrar, esta vez el sonido fue amortiguado por las mantas.

El chico cruzó la habitación y leyó:

"Vale".

Un segundo mensaje llegó segundos después:

"Te confirmo el día y la hora esta tarde".

My thoughts get lost in your thunder (SpUk)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora