Tinta Negra

1.1K 99 440
                                    

.

¿Qué pasaría si pudiéramos cambiar la historia un poco, si los caracteres fueron un tantito distintos por la oportunidad de tener un buen día, de que las cosas no salgan tan mal o que una mañana se te olvide subir el cierre del disfraz frente a un tierno rostro, al sentirse perdido? 

La cabeza de una niña por ejemplo, no puede ser subestimada. 

Una pequeña de ojos castaños sabía que era diferente, que tenía magia y cuando lo descubrió posiblemente había perdido un poco de tiempo. 

La historia empieza el primer día de clase para el curso de pociones, en una escuela de magia llamada Hogwarts. Era un día donde un hombre esperaba ver a un niño de ojos verdes, que no tenía ni idea de qué era pociones. 

La niña conoció a ese hombre peculiar, se cruzó con la primera persona que no podía por alguna razón reconocer que ella era brillante a pesar de sobresalir o levantar muy alto su inocente mano. 

Aquel profesor de ojos negros, atento a todo, no podía verla aunque la realidad era que a este hombre no se le daba la gana de hacerla notar, como otros profesores que tuvo en el pasado antes de estudiar magia. 

En esa misma clase esta estudiante introvertida para ciertas cosas y extrovertida cuando sabía lo que hablaba, alzó la mano intentando indicar que tenía las respuestas, pero fue gravemente ignorada. Aquello la extrañó, no podía quedarse tranquila, tenía que saber por qué y la respuesta la consiguió al final de la siguiente clase. 

-Pro... Profesor Snape -tenía miedo, pero quería saber sin importarle morir en el intento porque conocía la fama del hombre.

-Mjm… ¿Quién es usted? -casi fue como quejido. 

-Soy Hermione... Gran... Granger, señor, soy Granger -alzó su cabeza, orgullosa de su nombre. 

La negra figura amarga se puso de pie, irguiéndose frente a ella, mostrando su gran altura y autoridad, no había nadie en el salón con ellos. 

-Usted tiene que ir a la clase que sigue, no tiene por qué hacerme perder el tiempo -su tono desaprobatorio no la hizo desistir.

Ella ya estaba ahí, si su cabeza tenía que rodar por el suelo hasta su torre, al menos sería con una explicación. 

-Sólo quiero hacer una pregunta pequeñita, señor -puso ojos de borrego triste y el pocionista, en todo su esfuerzo de malo de malos, se obligó a ignorar la ternura que le causó. 

-Dígala, pero luego dese la vuelta y haga como si me molestara su presencia -precisó, en su forma lenta de hablar. 

-Está bien -puso puchero-. Sólo quiero saber por qué ignoró mi participación... Es que yo... Es que yo tenía las respuestas -su rostro seguía triste. 

Snape estaba cansado en ese instante, conversaciones tempranas con el director lo tenían triste y cabizbajo, tanto que no se fijó en la respuesta, sino en intentar deshacerse lo antes posible de ella, aún si eso fuera cometer un pequeño error.

-Jovencita, sabía que tenías las respuestas, pero no quiero que molestes con tu suave y patética voz de bebé en mi clase, hasta que te lo diga. 

La niña empezó a llorar sin más, de todos modos ya estaba asustada por esa cara fea de malo que este mago se cargaba. 

"¡Ay no!", se dijo Snape, arrepentido de ser duro, no quería que llorara.

Entonces se le ocurrió arreglarlo o al menos eso pensó que haría. 

-Quise decir que tu tierna voz de bebé molesta, será buena para otra clase y así podrás dar oportunidad a otros compañeros -le dio palmaditas en la cabeza-. No llores, bonita, y ya vete a hacer travesuras a otro profesor de por allí. 

TINTA NEGRA - SEVMIONEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora