[ 🥀 ] ~> Cinco y Dos pocos.

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– ¿Verdá que si queda harto mejor?

– Sí, mi amor.

– ¿Me va a colaborar más con éstas cositas?

– Sí, mi amor.

– Ay, cosita bonita ¡mi Poroto hermoso!

México contuvo una risa.

– Pa usté nomá, jefa.

Chile se detuvo a la mitad de los cariños en las mejillas de su marido y lo miró con cierta perturbación en su mirada.

– Ya, pues, ¡es chiste! Chilito hermoso, precioso, ¡picosito de mi vida!

– Cállate, weón, hací el rídiculo hablando así.– le espetó enojado, molesto por la insinuación de estar adoptando maneras maternas.

– ¿Te hizo cuzcuz?

– Cállate, weón, te voy a pegar una pura cachetá y ¡a ver si te seguí riendo!

México hizo una pausa, calmando las aguas apenas un segundo.

– ¿Si te arde?

– ¡Mira, chuchaetumare...!

[ ... ]

Chile se había puesto a regar y removerles la tierra a sus plantas, mientras aún algunos temblores en sus manos daban cuenta de su aún molestia y enojo para con su esposo.

México lo miraba desde la ventana, con la cara pegada al vidrio con la máxima expresión de tristeza que pudiera armar, por si Chile se dignaba a mirarlo y, en una de esas, dejara pasar el mal rato.

Finalmente Chile parecía haberse relajado y desquitado su enojo en forma de sal sobre algunas plagas en sus brotes frutales. Había dejado de temblar y su cola se mantenía descansando en el piso, inmóvil y tranquila.

No pasó mucho más cuando se decidió a entrar y empezó a calentar agua y tostar pan, ordenar el queso, el jamón y la mermelada, como para cenar a parecer de México o tomar once según él mismo.

México prefirió darle su tiempo, se había sentado en la mesa siguiendo con la vista las acciones de su marido. Aunque apenas le miraba se hacía el desentendido, exagerando interés en ordenar las fotos que extraía de la bolsa de papel del cuarto de trastes, ahora sobre la mesa.

– Bueno, ¿qué cresta ordenai tanto, culiao?

México aguantó una risa, la curiosidad agresiva de Chile era un espectáculo en sí que gustaba dirigir sutilmente para su propio goce y admiración.

– Na, pues, mi amor, usté sígale en lo suyo, ya lo saco y limpio cuando empiece a servir.– murmuró, quitándole importancia y, así, estimulando más esa curiosidad deliciosa.

– ¡Ya, ya, ya! Corta leseo, ¿son fotos? ¿de qué podí guardar tanta cagá de foto?– hizo una pausa y lo miro con lo ojos inyectados en ira.– ¿Andai en weás turbias con minas, weoncito?– preguntó lento, claramente celoso y posesivo.

– ¡Ay, Chilito!– rió a carcajadas, que pretendían ser tranquilas.– ¡Si tú namá me pintai de colores!– sonrió, siseando sobre sus labios, de forma coquetona, en lo que hacía una pausa y ensanchanba tiernamente su sonrisa apenas aparecía lentamente el sonrojo de su esposo.– ¡Son fotos de nuestra vida juntitos! Las mandé a imprimir y plastificar hace tiempo, me encantan, ¡te ves tan feliz en todas!

Chile apagó la cocina y se sentó junto a su esposo, apegándose a él como un niño pequeño al que el abuelo le va a contar historias.

– Mira, ésta, uy, de cuando empezamos a andar bien pegaditos pa todos lados.– indicó.– Ésta de cuando nos casamos, cuando... Uy, esa de la revolcadota de la noche de bodas, mejor esa no la mires tanto, jaja.

Sonreía algo nervioso, los ojos de Chile tenían ese brillo alegre y auténtico que a veces parecía perdido. Ese que la OMS decía que se podía perpetuar si ejercitaban la memoria cada tanto, como ahora.

¿Cómo cresta sacaste la de la noche de bodas?– sacudió la cabeza, sonrojándose.– Olvídalo, mejor no me contí, mejor no saber.

México siguió revisando fotos, con gesto aliviado cuando Chile parecía olvidar eventos y apenas empezaba a explicarle recordaba y aportaba más detalles de inmediato. O, por lo menos, hasta que llegaron a cierto grupo de fotos, guardadas sagradamente en una bolsa de papel más pequeña y gruesa.

– ¡Jaja! ¿Por qué tení tantas con un huevo en un nido?– preguntó, pues le causaba cierta gracia, al ver a su marido tan serio y a la vez preocupado en fotos de jóvenes, con fechas, escritos y todo.

– Sigue mirando...– murmuró México, algo nervioso e incapaz de decirle.

Chile pensó que era un chiste y broma, un huevo con esos colores era irreal, e iba a molestarse con México por tratar de reírse de él en su cara, cuando su so risa desapareció, sus manos temblaron e incrédulo observó la última foto del sub-grupo, y luego a México.

– La reconchetumierda...

Bodas de Oro [ MexChi ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora