Hola, he vuelto. Primero quiero contarles que despues de mucho tiempo de meditación y esperar que las musas aparezcan, he decidio comenzar a subir esta historia. Voy a necesitar que tengan paciencia, ya que no se cada cuanto subire capitulo ya que solo tengo escrito el primero y mitad del segundo. Pero la idea de subir hace que trabaje bajo presion por querer complacerlas y eso acarrea que escriba mas seguido. Si, actuo mejor bajo presión...
En fin, espero les atraiga esta historia, tengo grandes planes para ella. De las demás aún no tengo decidido que hacer, ya que soy demasiado impulsiva y en estos momentos solo se me viene a la cabeza esta trama.
Gracias por su apoyo y a leer!!!
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Revelación 1: Nunca admitas tu problema.
—Jenna, ¿quisieras compartir tu historia con el resto?
—En realidad, no. No me interesa contarles a unos completos desconocidos mis aventuras bajo las sabanas. —Jenna sacudió la mano y se recostó sobre el asiento —. No entiendo cómo puede motivarte escuchar unas sórdidas historias sexuales, ¿acaso eres frígida y escucharnos te excita?
—¿Crees que atacándome te sentirás mejor?
—No me vengas con tu psicología barata. No estoy enferma, ni siquiera entiendo porqué tengo que asistir a estos estúpidos grupos.
—Lo ordeno el juez, ¿lo recuerdas? —comentó la suave voz de Caroline, la consejera.
Jenna lo recordaba perfectamente, pero no estaba interesada en admitir que tenía un problema. No lo había hecho en su momento, y por supuesto no lo haría delante de los extraños que la observaban entretenidos. Como si ella fuera un maldito payaso de circo.
—En fin. ¿Por qué no sigue la vuelta y le da la palabra a Tommy o como quiera que se llame?
—Es Timmy —susurró el jovencito pecoso a su lado.
Ella rodó los ojos y dejó escapar un intencionado bostezo. Era la cuarta reunión de SAA —Sexo Adictos Anónimos—, o el grupo de ayuda a depravados sexuales, como acostumbraba llamarlos y Caroline aún no había logrado que diera información sobre su supuesta enfermedad. Cerró los ojos, tratando de relajar su mente y evitando escuchar las tristes historias de las personas que la rodeaban.
Eran ocho en total y Jenna podía describir a cada uno sin necesidad de oír el detonante que los llevo a asistir a ese tipo de reuniones. Estaban los que sentían culpa por sus apetitos sexuales, cómo Silvie, Patrick y Susan; los que estaban siendo obligados por una orden de un juez, cómo Saúl, Terrance, Peter y ella, por supuesto. Y luego se encontraba el pobre Timmy, quién había sido coaccionado por su madre, tras haberlo encontrado dándose ayudas manuales unas cuantas veces.
La consejera siguió su recomendación, entendiendo que sería el máximo de palabras que estaba dispuesta a compartir por ese día. La hora transcurrió de manera sumamente lenta y cuando el reloj marcó el último minuto, se levantó presurosa por escapar. Estaba alcanzando la puerta, cuando la voz de Caroline la detuvo.
—Jenna, ¿recuerdas que hoy es tu turno de despejar el salón?
—¿Acaso estamos en el instituto? —resopló.
—Sabes bien que colaboramos entre todos para mantener nuestro lugar de reunión, la organización y la concentración son herramientas que nos llevaran a obtener mejores resultados en nuestras metas.