Noches rojas, oscuros hoyuelos, muslos sensibles al tacto, que al leve roce de placer desaguas en gemidos, que enervan mis sentidos, que me provoca querer ir más allá, y besar, abrazar, con mayo fuerza tu cuerpo frágil, que vibra de place al recorrer con mis labios a tu piel. Al recorrer pacientemente tu vientre, mientras tu piel de mármol expresa ruborizada el placer de la mordida de tus pechos, en la entrega ciega del cuerpo en el ritual de la etérea libertad del estar sin tapujos, y tabúes ni vergüenzas.
Solo dos cuerpos desnudos entregados al amor fértil de dos corazones jóvenes, que crecerá con gran paciencia del tiempo inmenso, como el universo dado por la eternidad.
Pasan los días, desde me esquina de la habitación, te observo desnuda en la cama, la luna acaricia tu piel a través de los cristales de la pared, cadencioso arrullo tu dormir, y para adentrarme en tus sueños fértiles de amor, que me entregan la capacidad se vivir en ti, en tus fértiles deseos de onírico de placer, unido al mío no quiere despertar del descanso nocturno entregado por completo a la delicada seducción de tus sentidos; de tus ocultos deseos, con los cuales solo encuentras en tus deseos inconscientes, los cuales alimentan mis deseos de satisfacer tus orgasmo, que me llevan extasiado por los caminos de líneas de tu cuerpo.
En el sueño interrumpido, por no poder mover tu cuerpo, abres los ojos y ves amarras a tu cama, tu boca amordazada no te deja hablar y mucho menos gritar; tu vista reconoces tu habitación, ves hacia el cristal que muestra que aún es de noche, y la luz de la ciudad se muestran lejanas en la parte más baja del valle, y al aclarar tú mente ves que debiste dejar que él se quedara en tu granero. En tus labios se dibuja una, sonrisa viendo ese con un brillo en los ojos. Tus ojos inyectados, y tus manos se sueltan, y toman con fuerza su cuello para beber de su vida, no puedes parar hasta terminar todo, miras mis ojos que observa aun desde mi rincón llenos lujuria, terminas de libar el inanimado cuerpo, me llamas a ti con un simple gesto de tus ojos, me invitas a ir a la cama junto a ti; que aun rebosante de salvaje excitación y amor de vida de ese dulce metálico espeso.En las noches del tiempo, iluminado por millones de estrellas, cual luciérnagas del crepitar de siglos de fuegos eternos; que iluminar tus ojos en un momento lleno de un orgásmico final, de entrega que me pierde en la profundidad inmensa del tiempo, y me lleva a viajar a través de ti, pasando por el ríos nacidos de tus senos, en cuales mis dientes se cierran al morder sus cumbres derritiendo así sus nieves, y en aludes de leche, que en sus caudales me lleva de la mano, para llegar más abajo en el valle de tu cuerpo, para alcanzar al fin al lago de tus llanos.
En los confines del valle, llegando a la ciudad, tu sed ya no aguantas, y sales al esconderse el ultimo retaso de aquel cielo rojo, que ya hace siglo no ves, sales dominado por tus instintos de animal, tu nariz llena tus pulmones, y la adrenalina te lleva al máximo, para satisfacer tu apetito de aquel dulce metálico espeso, que embriaga como un dulce licor. Desde arriba buscas tu presa, que al escoger vas a su encuentro, empiezas a caminar a su lado, buscando el momento propicio, y al ella mirarte ya es tuya, en ese callejón oscuro es el lugar indicado, paciones desatadas de animal hambriento, lleva a besar su cuello, delicia en tus labios llenos del libido de sed, te hace llevarla al frio andar hacia las tinieblas, lleno de vida vuelves a casa donde te espera; esperando poder ser alimentarse de la miel dulce de tus ríos, llenos de la vida ingerida recientemente en aquel oscuro callejón.
Excitada tomas mi cuerpo, sometiéndolo por primera vez, cuando aquella primera llevo sus labios buscando en mi ese dulce metálico espeso, me recorres el cuerpo mordiendo, con suave dolor me llevas al umbral de la muerte, donde con los primeros luces de aquel despertar, me dejas recorriendo aquellos caminos, que llevan al eterno vagar de nuestros cuerpos, unidos en el andar de tus caminos, y me hace llegar al fin al goce de tu húmedo sexo, que me lleva al límite de las percepciones de mi cuerpo.En el largo andar, y recorrer su dulce piel de ríos de miel, traspasamos el sigiloso caminar del tiempo, entre placer de la sensualidad de labios posado, en el delicado cuello de incontables jóvenes, que, desde Caín, y hasta nosotros, emos llegado al fin del tiempo, en el cual vuelvo a encontrar en aquel abismo de fuego vivo, y acuoso, pero ya nunca mas solo, ahora mi cuerpo se fundirá junto al tuyo, en ese eterno mar de dulce metálico espeso