Si entendiéramos completamente las razones del comportamiento de otras personas, todo tendría sentido.
Sigmund Freud.
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Prólogo
Primero que nada, quisiera avisarles de ante mano que esta obra (tanto el título como la idea en sí) está basada en la obra literaria de John Le Carré "La casa Rusa". La idea me pareció atractiva, asi que la tomaré prestada para desarrollar una historia basada en dos personajes que todos queremos; obviamente, me gustaría decirles, que no copiaré tal cual las palabras de la obra de Carré, me basaré en ella pero no plagiaré ni nada por el estilo. Quien haya leído ya esta obra lo notará pero si es el caso contrario, te invito a que la leas; es una buena creación y si te gusta el suspenso y romance, entonces, déjame decirte que te gustará.
V. S
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-Dicen que hay un hombre. - El ruido de una copa siendo tomada y dejada en la mesa es lo único vivo en la lúgubre y fría habitación redecorada con cuadros y gruesas cortinas rojas con bordes dorados, maniatadas y separadas de lado para dejar pasar la escaza luz que da el sol en esa calle poco transitada. -En Birmingham. - El whisky es servido, generando el ruido de una pequeña catarata, hasta que el vaso queda por la mitad, para luego ser deslizado hacia el hombre sentado frente al escritorio.
-¿Birmingham?- La voz apacible y poco agraciada del General, llamado Alan Scott, interrumpió el sonido de otro vaso siendo llenado.
-Birmingham. - Repitió como respuesta. -Se han esparcido rumores acerca de ese hombre, creo que dentro de poco podría decirse que es una leyenda del género urbano. - Anotó apáticamente, llevando el vaso que contiene aquella bebida a los labios para remojarlos, interrumpiéndose antes de sentarse en la silla que consideraba su puesto de trabajo. -¿Usted cree en esas leyendas, Scott?
-No creo en nada que no haya visto, Sr. Luthor.
-Pues más le vale comenzar a creer en ellas- las manos del Sr. Luthor se deslizaron con calma hasta uno de los cajones del oscuro escritorio, abriéndolo y retirando un archivo que yacia resguardado junto con una hilera de ellos. -Si mal no tengo entendido, los soldados que sobrevivieron a la Gran Guerra ya han vuelto a acuñarse en sus respectivos hogares, ¿no? - Los dedos pulgar e índice se metieron por la pequeña franja de la carpeta amarrilla, hasta agrandarla y sacar de ahí unos blancos papeles. -Corríjame si me equivoco. - Tal y como hizo con la bebida, deslizó los papeles adjuntos hasta que estuvieran a la vista del General.
-No se equivoca, señor. - Sus oscuros ojos se pasearon en un instante por todo el archivo, la primera página, hasta que una pequeña fotografía de 4x4 a blanco y negro situada en la esquina superior del lado izquierdo le llama la atención, es la fotografía de uno de sus compatriotas y que alguna vez llamó alumno.
Rápidos recuerdos se filtran pero se abstiene de pensar en ellos y que eso lo afecte.
-Harold Jordan- pronuncia el sr. Luthor con voz profunda y baja. -, aviador de la fuerza aérea de los Estados Unidos y uno de los mejores internos con renombre durante sus días activos. Peleó en el frente vía aíre y guió a los demás aviones con resultados satisfactoríos y conememorado con la medalla de distinción. - El General Scott no responde, aún parece estár analizando la fotografía del hijo pródigo. -Hijo de Jessica y Martín Jordan, uno de nuestros mejores hombres, que en paz descanse. - Agregó.
-Señor...- Profirió bajo. -...¿qué sucede con...Jordan?- Se le dificultó pronunciar el apellido. Miró dudoso al hombre que estaba sentado frente a él y luego, una vez más, a la planilla.
-Necesitamos de sus servícios. - Respondió entrelazando los dedos, como si estuviera analizando la situación.
-Pero señor, la Guerra terminó hace ya mucho tiempo. - Soltó con preocupación interna, algo le decia que no le iba a gustar lo que diría su contrario.
-Me sorprende esa respuesta viniendo de alguien como usted, Scott. - Su tono no se modificó, ni siquiera cambió la postura encorvada que tenía. - La Guerra quizás haya terminado en el campo de batalla, a ojo de espectador, pero otra se va a llevar a cabo a las espaldas del mundo entero. - Explicó. - La Guerra fría- Dijo en un susurro.
Gracias a que la habitación estaba en silencio es que se pudo oír porque sino Alan Scott no le hubiese escuchado.
-¿La Guerra fría? - El sr. Luthor asintió sutílmente.
-Las potencias mundiales se han puesto de acuerdo para jugar sucio en el tablero de ajedréz. Ellos espiarán a su rival y tratarán de adelantársele a los demás. Todo se vale. - Dió a entender.
-Aún no sé qué tiene que ver el joven Jordan con todo esto. - Soltó confundído, pasando por alto todo lo que el sr. Luthor le dijo.
-Jordan tiene una ingeniosa habilidad para maniobrar las cosas a su favor, según tengo entendido por usted, ¿No cree que...puede serle útil a su patria? - Cuestionó con insinuación evidente, él quería que lo trajera devuelta a las grandes ligas.
-Señor, entiendo lo que quiere decirme pero...- meditó unos segundos antes de soltar lo que iba a confesar. -...el joven Jordan se retiró del campo de batalla, se retiro del juego. -Confesó afligido. - Luego de la conmemoración y de su discurso, él se marchó sin dejar rastro alguno, ni siquiera sé si sigue con vida o se suicidó; la Guerra deja secuelas en la gente. - Expresó filosófico.
-Eso es algo que puedo comprender, pero él es el adecuado para esta misión. Tiene que hacerlo.
-Pero señor...- trató de decir pero fue interrumpido.
-No son mis órdenes, son las de arriba. - Sentenció serio.
Alan Scott sabía que no se podría negar a eso. Si los de arriba elijieron a Jordan para una misión entonces tendría que cumplírla, sin importar qué.
-Entiendo...- musitó despertando del transe, tomando por primera vez el whisky que yacia innerte en el vaso-...mandaré a que investiguen el paradero del joven Jordan y...
-No es necesario. - Interrumpió. - ¿Recuerda lo primero que le dije cuando se sentó en esa silla?- Inquirió, termiando de beberse la bebida.
-¿Birmingham?- Preguntó extrañado, cambiando su semblante por primera vez en la hora. -¿Por qué está en ese lugar?
-No lo sé pero hay que traerlo devuelta a los Estados Unidos. Confío que usted lo conseguirá. - Añadió.
-Sí señor, lo traeré devuelta. - Y sin más el General se paró del asiento y se encaminó hacia la gran puerta marrón.
-Haga lo que tenga que hacer, incluso si tiene que amarrarlo, pero traígalo.
-Eso haré. - Respondió sin verle y salió del sitio.
El General Alan Scott sabía exáctamente por qué el sr. Luthor lo mandó a buscar a Jordan, era porque ambos tenían un vínculo cercano, quizás no uno de padre a hijo pero sí algo similar. O al menos esperaba a que Jordan siguiese sintiendo ese vínculo con él.
-Esto no será fácil. - Susurró al aíre, sentado ya en el asiento trasero del coche.
-¿A dónde esta vez, señor?- Un hombre en uniforme preguntó viéndolo desde el retrovisor.
-Iremos a casa y de ahí al aeropuerto. -Contestó analizando la vista que tenía a travéz del cristal del auto.
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LA CASA AÉREA
RomanceEn los vaivenes de la Guerra Fría, Bartholomew Allen tejera una historia de rivalidad con un soldado poco ortodóxo, cuyas intenciones con su persona no son las que se podrían esperar a simple vista.