RED DE MENTIRAS

1. Luca

<<Paz y tranquilidad perfecta descripción para el pueblo Dawson>>

Estaba de nuevo en la dirección, no sé cuántas veces han hecho estos interrogatorios, parece que las desapariciones son usuales por estos lados desde hace unos meses, poco después de que Tael llegará a la ciudad.

—¿Dónde se encontraba la noche del viernes, joven?— el oficial parecía realmente interesado pero que puedo esperar de alguien que hace años no tenía nada interesante en su trabajo, Dawson solía ser un sitio tranquilo.

—Visitaba a mi padre— respondí bastante aburrido, esto se está volviendo muy rutinario.

—¿Hay alguien que pueda confirmarlo?— me miraba fijamente, quizás buscando alguna duda pero realmente no hay nada en mi que pueda encontrar.

—mi padre por supuesto— entrelaze mis manos y apoye mi barbilla en ellas dedicándome a detallarlo.

Se quedó en silencio, no parece hacer mucha actividad física, decirle detective infla su orgullo, tiene el cabello naranja pero originalmente es rubio, ojos cafés, bastante comunes, Jonny Vilvari lo conozco mejor de lo que piensa, tiene dos hijas y trabaja hasta tarde por darles lo mejor, también tiene problemas con su esposa, sería fácil convencerlo de algo.

—esta bien, ya se puede retirar— salí de la sala sin mediar más palabras tampoco era que necesitara decir algo, estaba claro que llamaría para confirmar.

—siguiente— exclamó la oficial que le acompañaba a Vilvari, Vampell McCarthy, hermosa pelirroja.

Ya devuelta en el salón me dediqué a mirar por la ventana, escuchaba murmullos sobre la nueva familia en el pueblo y es que llaman la atención a dónde llegan.

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Cuando las clases se acaban algunos van a las actividades extraescolares y yo me siento en las gradas a observar a cierto pelinegro disfrutando del futbol con sus compañeros.

—¡Juega bien Afton!—  escucho que le gritan a Tael por haber perdido el balón, empuño mis manos enfadado por el reclamo injustificado.

—¡Perdona!— 

Mi enfado se disipa, el es demasiado amable para enfadarse con ese adefesio.

Van pasando las horas y a la llegada del atardecer es mi momento de marcharme sin embargo Tael y compañía se quedarán hasta más tarde. Suspiró, es triste tener que irme antes.

Todo siempre se ven tan solitario cuando atardece. Llego a mi casa sin muchas ganas de estar allí, abro la puerta y ahí está ella mirándome con esos ojos grises, una botella en su mano, su ropa se encuentra llena de vómito, se ve miserable.

Intento pasar de largo pero cuando estoy a punto de subir las escaleras me lanza unas tijeras que debió sacar del baño de arriba, ahora tengo que cambiar el escondite, por suerte no me hace mucho daño.

—¡Te odio!—  grita buscando que más tirarme, encuentra un vaso plástico —¡No sabes cuánto te detesto!—  esquivo el vaso y luego escucho pasos arriba.

Byron acaba de bajar por las escaleras, está todo bien, el hará que lo esté.

—¡¿Que crees que haces?!—  es lo último que escucho antes de desconectarme y actuar en automático.

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Lo que pasó después son solo recuerdos borrosos, me siento en la cama escuchando los ronquidos de Byron a mi lado, durmiendo en una silla, lo hizo, todo está en calma de nuevo.

Voy hacia el baño, quiero quitarme toda la suciedad que siento en mi piel. Me desvisto evitando mirar el espejo, ya en la ducha frotó con fuerza toda mi piel hasta notar como se pone rojiza por la fuerza, tal vez me pase.

—Luca entiendes que te quiero y puedo protegerte pero por favor deja a ese chico en paz—  la madera de la puerta cruje, supongo que se recostó en ella.

—¿Dejarlo escapar?—  pregunto  con sorpresa, no dice nada —me tienes una coartada, ¿No?—  dos golpes a la puerta, entiendo el mensaje y sonrió —entonces no tengo por qué dejarlo ir—  la madera vuelve a crujir, ya se resigno, es tan fácil que llega a aburrir.

Salgo de la ducha con una toalla alrededor, Byron me mira atento y deseoso por supuesto.

—¿Qué pasó con ella?—  sabe a quien me refiero, suspira, no debe ser algo muy bueno.

—logre calmarla y hacer que se durmiera, dejaré tres hombre cuidándote cuando estés aquí porque yo no puedo estar aquí siempre—  palmea sus piernas, obedezco y me siento en ellas, quisiera objetar con la vigilancia que acaba de ponerme pero realmente se de lo que es capaz y prefiero conservar mi vida aún si no hago algo muy útil con ella.