Muy al norte de las tierras de los bárbaros, concretamente a solo unos kilómetros de donde comenzaba la cicatriz del norte, existía un gran salón. En todos los reinos era conocido el gran salón de Einar. Un refugio para viajeros consumidos por la sed, el cansancio y el deseo de un buen filete de ciervo.
Era una noche común en esa zona, los pinos rodeaban el salón como de costumbre, la nieve alfombraba el claro del que se levantaba el edificio y una enorme aurora encendía todo el cielo. Los visitantes estaban como de costumbre maravillados con el lugar. Entre aguamiel y ascuas todos disfrutaban del pequeño espacio de paz. Pero en todo aquel lugar, lleno de gente curiosa, había una gran mesa que resaltaba. Nadie se sentaba ahí ya que solo era para aquellos que la reservaban.
Después de unos minutos de caer la noche, el viejo Einar salió de la cocina. Todos quedaron en silencio mientras observaban los pasos del misterioso posadero. Caminó hacia la mesa central, y comenzó a ponerla. Primero puso seis sillas y frente a ellas puso seis copas, cada una de ellas vacía. Después se sacudió las manos y regresó a la cocina.
Todos se preguntaban ahora quiénes iban a ser los que se sentarán ahí, quiénes eran esos seis misteriosos huéspedes que reservaron la gran mesa. Pero sobretodo quien puede darse el lujo, o el martirio, de reservar una mesa en un lugar tan alejado de todo lo bueno y a la vez tan cerca de lo malo.
Así pasaron las horas, todos conspirando sobre quiénes venian. Hasta que el primer visitante llegó. Era una mujer alta y esbelta, solo vestía una bata blanca, ¡Solo una bata blanca, sin ningun abrigo de piel! Cuando los hombres más valientes estaban cubiertos hasta el cuello intentando resguardarse del frío. La mujer camino hasta la mesa y sin mirar para ningún lugar se sentó en la primera silla. Frente a ella estaba la primera copa y comenzó a llorar desenfrenadamente, nadie se atrevió si quiera a acercarse a semejante mujer.
Después llegó el segundo visitante, era otra mujer. Mucho más baja y obesa que la anterior pero esta vez si estaba bien abrigada. Poco se veía del rostro de la segunda visitante, solo un largo cabello blanco que corría por sus hombros y un enorme sombrero negro que casi llegaba al techo, casi tan alto como ella. Toda una imagen extraña y bizarra. Cómo era de esperar se sentó en la segunda silla y olisqueo la segunda copa.
El tercer visitante irrumpió con fuerza en el salón, ¡¡¡era un gigante!!! Todos se quedaron quietos presa del pánico, era sabido que mientras Einar lo garantizara no podía ocurrir ningún percance en el lugar. Este increíble ser, tres veces del tamaño de un hombre, con una piel azulada y una barba enorme, camino hasta la mesa. Se paró frente a la tercera silla y comenzó a protestar, entre rugidos, gritos, balbuceo e irá pateó la silla y se sentó en el suelo.
Finalmente llegaron los últimos visitantes, el cuarto acompañado del quinto. Ya eso era nuevo, dos a las misma vez. Después del gigante y las dos extrañas señora ya nadie se debería sorprender. Pero no era asi para sorpresa de todos esta vez pasaron por la puerta un golem y un mago. Por un lado un ser de piedra, carente de alma que avanzaba paso a paso con un movimiento mecánico. Mientras que por otro lado un señor bajito y delgado, casi con aspecto enfermizo. Con un gran turbante que le cubría la cabeza pero lo realmente extraño de aquel hombre era que no caminaba, levitaba, avanzando a una altura de dos pies del suelo. Ambos se pararon frente a la cuarta y quinta silla respectivamente, el golem se quedó quieto frente a la silla mientras que el mago en un movimiento de mano hizo flotar la silla hasta donde estaba y se sentó en ella mientras levitaba.
Todos los que estaban ahí no sabían que hacer, en completo silencio se miraban, algunos temblaban pero otros estaban emocionados. Vaya grupo de increíbles seres, simples hombres no podían hacer más que embobecer frente aquel grupo. Pero entre todas reacciones diversas una se generalizó, el miedo. ¡Einar! El posadero salió de la cocina nuevamente y todos lo miraban, al fin alguien arrojaría luz frenta a tan rara reunión.
Einar se sentó en la sexta silla, levantó su copa y golpeó la mesa. - ¡¡bienvenidos!!- gritó. - hace muchos inviernos que no nos reunimos mis hermanos de estandarte- Einar puso la copa en la mesa y mientras se comenzaba a quitar la piel de la cara decía -va siendo hora de llenar las copas- dejando al descubierto el blanco hueso de su nuevo rostro.
Después de las palabras de Einar la puertas del salón desaparecieron y sus cinco acompañantes dejaron de mirar la mesa para mirar a los demás visitantes. Todos los hombres que antes se preguntaban por los extraños seres ahora se preguntaban si llenar las copas significaba que ellos eran el contenido. Así fue, los seis con solo un chasquido de los dedos llenaron sus copas con las almas y la sangre de todos los precentes. Ahora el salón no era más que seis copas llenas, seis comensales y docenas de cuerpos inertes en el suelo. Dejando claro que los seis obispos se habían reunido de nuevo.
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Susurros de un caminante
FantasyCompendio de diferentes cuentos, relatos y folclore provenientes de otro mundo. Lleno de historias que cuentan los viajeros y caminantes. ------------------------------------------------------------_----- Los cuentos y la obra en general están en de...