A veces puede ser sorprendente cómo la vida cambia en un abrir y cerrar de ojos, donde cualquier cosa puede pasar, ya sea para bien o para mal. Aunque Russell entendía, mejor que muchas personas, esos drásticos cambios que acontecen todos los días a distintas personas en el mundo.
¿Y cómo él podía entenderlo? Pues él trabajaba salvando a las personas. Le gustaba su trabajo y saber que contribuía a la sociedad, sin embargo, su trabajo era muy riesgoso, por lo tanto, todos los días rezaba por que tuviera éxito; aunque siempre habían días bueno y días malos, y, lamentablemente, los debía enfrentar.
Él, a pesar de tener 26 años, vivía con su madre la cuál no le agradaba para nada, además de que siempre le angustiaba, el trabajo de su hijo; pero era eso lo que a él le gustaba, aunque ella objetó muchas veces sin conseguir nada.
Ese día su madre le pidió que pasara retirando unas camisas que había mandado a hacer con una costurera. Su madre le dió el papel con la información.
Russell manejó con su carro en dirección de la costurera; esperaba que fuera una tienda pero solo era una casa. Tocó el timbre.
Una chica había abierto la puerta.
—¿Sí?— preguntó la chica.
—¿La señora María vive aquí?
—¿Quién la busca?
—Vengo por un encargo —le dijo enseñándole el papel a la chica.
Ella lo iba a tomar pero él lo apartó desconfiado.
—Preferiría hablar con la señora —aclaró él.
—No está —dijo la chica.
–¿Cómo que no está? —preguntó confundido.
—No está —repitió la chica sin mucho ánimo.
—¿Algún adulto encargado? —insistió Russell.
—Solo yo.
Él ya algo frustrado por el comportamiento de la chica decidió retirarse.
—Vendré mañana, cuando esté la señora —dijo él dispuesto a irse.
—No habrá nadie. Mañana nos iremos de viaje —dijo atrayendo su atención—. Puedes darme el papel y yo te doy tu pedido hoy o igualmente lo tendrás pero en una semana.
Él miró el papel y luego la miró a ella.
—Bien —le dió el papel—, pero espero que sepas cuál es.
La chica cerró la puerta unos minutos y luego la volvió abrir con una bolsa entregándosela a él para que revisara.
—No entiendo cómo pueden dejarte encargada de esto a ti sola, ¿Qué edad tienes, niña? —decía revisando que todo estuviera bien.
—13.
—A tu edad deberían de enseñarte a ser amable con las personas en vez de atender un negocio —dijo cerrando la bolsa.
La chica no respondió y cerró la puerta en su cara.
—Qué niña tan grosera.
Russell regresó a su casa entregándole las camisas a su madre.
—Mamá, ¿cómo conociste a esa gente?
—¿A la costurera?
—Sí.
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Segunda oportunidad.
Historia CortaEs una historia de un solo capítulo dónde veremos cómo Ruselle debe pasar por uno de sus malos momentos en el trabajo.