Primera parte

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PRIMERA PARTE

Esa mañana Graine bebió una taza de chocolate caliente antes de salir del palacio. El valle estaba lo suficientemente cubierto de nieve como para que ella pasara desapercibida con su cabello inmaculadamente blanco y su abrigo del color del hielo. No sabía la verdadera razón por la que Gin la había citado en el refugio de la cueva y estaba ansiosa por llegar; hacía varios meses que no veía a su preciada amiga.

Graine saltó como un ciervo con sus botines enterrados en la nieve hasta que llegó a la entrada de la caverna.

—¿Gin? —susurró, pero la profundidad del agujero de piedra amplificó su voz.

Al no recibir una respuesta, se internó en la oscuridad con sigilo.

—¿Hola? —repitió con voz temblorosa— ¿Gin? 

Un movimiento rápido a sus espaldas la puso alerta. ¿Qué estaba ocurriendo? La sombra pasó de largo y  ella se giró con velocidad. Lo único que logró ver fue la sombra aproximarse hacía ella y finalmente, oscuridad.

Podía sentir el roce del piso contra la bolsa en la que la habían metido. ¿A dónde la estaban llevando? Si no hacía algo pronto, terminaría lastimada. Sus pies iban doblados en un ángulo extraño, con las rodillas peligrosamente  cerca de la cabeza. Con dificultad movió su mano hasta que alcanzó el diente de dragón que llevaba colgado en su cuello. Era su única oportunidad; desde niña la habían educado para defenderse en situaciones como esa y lo único que debía hacer era susurrar las palabras y sería libre.

Esperó el brillo característico que su colgante emanaba cada vez que hacía magia, pero este no brilló. Algo andaba mal y no sabía qué. La calma que se había obligado a conservar se esfumó y fue remplazada por un sentimiento de innegable angustia.  

Sintiéndose indefensa, se contorsionó en la bolsa y luchó contra la influencia que la sostenía. Pero mientras más luchaba, sentía que su fuerza se iba desvaneciendo desde el centro de su pecho, justo donde posaba el diente de dragón, hasta la punta de sus dedos. Como si se estuviera desvaneciendo. Graine cerró los ojos exhausta hasta que perdió la noción del tiempo, finalmente se quedó dormida.

Lo primero que pensó cuando abrió sus ojos fue que iba a morir quemada viva. Hacía tanto calor, que sentía como su abrigo se le pegaba al cuerpo. Sentía las hebras del cabello adheridas a su boca. Levantó una pesada mano y las retiró con las puntas de sus dedos. Nunca se había sentido tan cansada en toda su vida.

Lamentándose en voz alta, Graine se sentó llevándose consigo una ráfaga de nauseas.

¿Por qué demonios hacía tanto calor? Miró a su alrededor y se encontró con un escenario totalmente desconocido para ella. Las ventanas eran pequeñas rendijas a ras del techo. Los potentes rayos del sol se colaban por el medio y parecían llenar cada rincón de la abandonada sala, sin posibilidad de esconderse del calor abrasador.  

Graine era una chica paciente. Aunque hacía poco había alcanzado la mayoría de edad, siempre había sentido que tenía un alma demasiado vieja para su verdadera edad. Inclusive sus padres y hermanos se lo decían cada vez que tenían oportunidad.

Su cuerpo estaba exhausto. Respiró profundamente y el aire caliente llenó sus pulmones. A ese paso estaría bien muerta en un par de horas. Ella necesitaba del frío para sobrevivir, por algo sus amigas la llamaban Lady Invierno.

Un quejido a su derecha llamó su atención.  Tensa, giró su cabeza hacia la dirección del sonido. Dio un respingo e hizo una mueca extraña cuando reconoció que tras ese  gran bulto marrón había más de una persona.  

¿Estarían ahí las personas que la secuestraron?

Retrocedió y se envolvió en su propio abrigo para protegerse un poco de los peligrosos rayos del sol aún con la mirada fija en el bulto que se movía con suavidad.

El bulto se quejó y Graine guardó la calma.

Una mata de rizos rubios salió debajo de la frazada.

—¿Gin? —susurró Graine con la boca seca.

Gin miró hacia ningún lado con ojos legañosos y luego enfocó su vista en el rostro de Graine.

—No inventes. —Gin la observó con el rostro lleno de incredulidad—. ¿Qué estás haciendo aquí, Graine?

Ciertamente no tenía intensión de responder  a esa pregunta. Otra mata de rizos, pero esta vez oscuros, se asomó detrás de la manta.

—Mierda, Granie —maldijo la chica de cabellos negros.

Ahora sí estaban en un gran aprieto. Era más que obvio que Gin e Is no eran sus secuestradoras. Ellas también lo estaban, y por la apariencia de sus rostros  podría jurar que levaban ahí mucho más tiempo que ella.

Como si el sol las hubiera escuchado, sus rayos se hicieron mucho más fuertes e incandescentes. Graine cubrió su rostro con el abrigo y las otras dos chicas la imitaron.

—Veo que te has despertado —la bonita y joven voz femenina venía de todo el lugar y de ningún lugar a la vez—. Pensé que atraparte iba a ser mucho más difícil, pero al final de cuentas sigues siendo la misma niña ingenua de antes.

Graine conocía esa voz de algún lugar, pero su nublada mente no conseguía ubicar de donde era.

Continuaron en silencio. A medida que la mujer hablaba los rayos aumentaban su temperatura. Parecían brazas ardientes sobre su piel. Ni siquiera el abrigo que llevaba encima evitaba que su piel se sintiera en llamas.

Estaba tan débil. Si tan solo pudiera alcanzar su diente de dragón…

¡Su diente!

Llevó su mano al cuello y no encontró rastro de su colgante. ¿Qué iba a hacer si él?

—Ni lo busques, querida —Se burló la mujer—. Ninguna de ustedes lleva su colgante.

 El silencio hizo eco a la voz de la extraña mujer.

¿Era una amiga de su padre?

—¡Ay, por favor, Graine! —gritó la dama exasperada— Imposible que no me recuerdes. ¿Tal vez el nombre Caillech refresque un poco tu memoria?

Invierno y verano eran enemigos por naturaleza, pero hacía casi una veintena que los dos reinos habían acordado nombrar a sus respectivas hijas con el nombre de su enemigo. Su nombre significaba todo lo contrario a lo que ella era. Caillech —reina del invierno— era el nombre que le pertenecía por nacimiento, pero para mantener a ambos reinos en paz, sus padres la habían nombrado Graine —reina del verano—.

Ahora Caillech le hablaba como si se la fuera a comer viva. Y no sabía porqué. Graine aún pensaba que los dos reinos seguían con la tregua en píe. Pero al parecer, estaba muy equivocada.

—Levántenlas —ordenó Caillech —sáquenlas de aquí.

Alguien la tomó de los brazos haciendo que su abrigo cayera al suelo. Su piel sensible ardió como nunca antes.

Hallaría la forma de sacar a sus amigas de ahí.  

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⏰ Última actualización: Jan 08, 2015 ⏰

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Noche de Invierno, Luna de PlataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora