Había una vez una niña que se llamaba Alicia. Un día, Alicia estaba escuchando su lección de historia. –¡Alicia! No prestas atención -la regañó su hermana. –Es muy aburrido –se quejo Alicia–. El libro no tiene dibujos. –¡Tonterias! –dijo su hermana. –En mi mundo, todos los libros tendrían dibujos –contesto Alicia–. Y todas las cosas serían tonterías.
Más tarde, Alicia descansaba sobre la suave hierba. Estaba pensando en su mundo especial y empezó a quedarse dormida. De repente un conejo blanco pasó corriendo. -¡llegó tarde! ¡Llego tarde! ¡Llrego tarde! -gritó. ¡El conejo hablaba! ¡Llevava abrigo! ¡Y un reloj de bolsillo! -¡señor conejo, espere!-le llamo Alicia -¡llego tarde a una cita muy importante! No hay tiempo para hablar. ¡Llego tarde, llegó tarde! -contestó. Y entonces desapareció por una madriguera de conejos
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