Capítulo lll. Habitaciones cercanas

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[...]

—¡Madre mía!—

Dije al ver su casa. La entrada era como un castillo tenía dos torres a los lados hechos de piedra, la puerta era de acero fino con diamante puro y los caballos del potrero se podían oír relinchar.

Él bajo e igual yo del automovil, Alfred nos abrió.

—¡Hey! Alfred espera...Necesito que me lleves a mi departamento.—grite al ver que se iba. Volteé al escuchar...

—Señorita Cristina. Lamento decir que usted no va a ningún lado hoy— me comentó el jefe Markle mientras el ama de llaves le abría las puertas de su grande mansión y apenas verla expresó.—Leticia por favor, acomode a Cristina en un cuarto junto al mío.—Ordenó el jefe Markle con su sutil fria voz retirándose a su despacho.

Mi cabeza estaba a punto de estallar. No entendía nada ¿Pensé que me odiaba? ¿Y ahora quiere que duerma con él? Este tipo cada vez me sorprende y me intriga más.

Leticia obedeció sus órdenes al momento. La seguí. Subimos unas escaleras que estaban enfrente de la entrada principal y al finalizar los escalones habían dos pasillos uno conducía al lado derecho y el otro al izquierdo. El ama de llaves doblo a la derecha y yo la seguí y mientras caminaba por el pasillo me entro la curiosidad.

—Señorita Leticia ¿Cómo cuantas habitaciones tiene este lugar?—pregunte sin pensarlo.

—Creo que esa cifra no podré decírsela con total exactitud. La casa de los Markle es inmensa, pero... por mis años aquí, calculo como unas quince habitaciones señorita Cristina.—respondió amablemente Leticia mientras caminaba delante de mí. —llegamos, está será su habitación ¿Quiere cenar algo?—Siguió diciendo.

«¿Qué? ¿Quince habitaciones? Y yo vivo en un departamento que el cuarto es él mismo que la cocina.»—Oh! no gracias, no tengo hambre—exprese mientras ocultaba mi asombro por lo dicho. Ella se retiró dejándome una llave de la habitación.

Abrir la habitación y al instante me paralice por lo hermosa e inmensa que era, su color rosa suave le daba armonía y paz al lugar y, al tirarme a la cama puede apreciar las suaves plumas que posaba dentro del coholchón ¡Lo quiero para mi cuarto! —Grite emocionada. Aunque pensándolo bien, mejor no. No entrarían en mi pqueño departamento el cual sólo tiene un cuarto dónde también queda la cocina ¡Cabe resaltar!

¡Dios! En serio no sé de qué me sirve ser la mejor guardaespaldas de New york, si no me alcanza para pagar un departamento digno para vivir. En fin. El inmenso televisor también me cautivo, y el grande estante de libros a la derecha me enamoro. Había una ventana dónde se podía apreciar el potrero ¡Era mi sueño de habitación!

El único en mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora