En la tierra de Egipto. Donde las dunas de arena son calentadas por el abrazar del sol y el río es la joya mas valiosa que podría poseer aquel paraje, yace una mujer joven de cabellos cual noche sin luna en un lugar humilde, trabajando con cañas de junco sobre sus rodillas, doblando cada tira que, con muy poco esfuerzo, tienen la forma de un cesto.
Hay un melodioso silencio en donde únicamente se puede oír el pastar de la cabra en su establo, por la ventana entran los rayos cálidos del sol. Podría creerse que nada es caoaz de interrumpir esa paz y tranquilidad.
"No durará mucho" Piensa preocupasa aquella mujer que comienza a unir las cañas con más esmero.
Entonces, como en señal de respuesta, se escucha un pequeño llanto en la habitación. Inmediatamente ella deja sobre la mesa la cesta al lado de su vaso con agua. Se levanta y se adentra al interior de su pequeño hogar de donde provino la voz. Abre una cortina ya degastada por los años de servicio y la mueve a un lado para entrar a una pequeña habitación sombría, sin muebles ni ventanas, a primefa vista podría creerse que no hay nada con vida en aquel lugar, pero en el centro hay una canasta sostenida por cuatro palos de madera, y en ella resalta una pequeña cabeza de un niño envuelto en un manto que hace juego con el color de aquel lugar. El ser tan delicado está por cumplir tres meses. Comienza a soltar sollozos parecidos al que la mujer escuchó anteriormente, por lo que ella lo atrae a su regazo. Se sienta en donde estaba en un inicio y sin pensarlo dos veces, con su mano, se desliza el vestido lo suficiente para que aquel muchachito pueda beber la leche de su madre. Ella le acaricia la cabeza con delicadeza, mientras que con la otra sostiene su pecho, impidiendo que el lactante suelte su única fuente de alimentación de sus labios.
-Eres un niño muy especial - Le dice intentando sonreírle al que un día estuvo en su vientre. Lo mira con sus hermosos ojos marrón y, sin poder contenerse, suelta una pequeña lágrima que se desliza por su mejilla, y de su mejilla cae en la frente del niño. Desliza su dedo pulgar, en forma de caricia, en la frente de su hijo. - Dios... te protegerá. Estoy Segura - Comienza a sentir un nudo en la garganta a causa de sus sollozos, pero se inclina y le dá un dulce beso maternal en el lugar donde cayó la primera lágrima.
A espaldas de la hermosa escena maternal se abre la puerta de madera bruscamente. En el hogar entra una niña de cabellos castaños de aproximadamente doce años. Respira con dificultad como si hubiera corrido una gran distancia, de su cabeza se ven pequeñas gotas de sudor, provocando
que su cabello mojado sea uno con su frente. Sus mejillas están rosadas y sudadas, por lo que resaltan sus llamativos ojos oscuros.-¡Madre los…- respira hondo - LOS SOLDADOS YA VIENEN! – Fueron las únicas palabras que pudo
decir antes de atacar el vaso de agua que estaba sobre la mesa.-¡Miriam cierra la puerta!- Dice colocando su vestido nuevamente sobre su hombro. La niña acata
la orden de su madre dejándose caer sobre ese tablón de madera por el cansancio - ¡¿Dónde está
Aarón?! Le dije que no se alejara mucho – Dice la madre buscando una manta con el bebé en sus
brazos.La muchacha camina unos pasos colocándose a un lado de la entrada - Él…él está… - No podía
formular palabra por lo exaltada que estaba después de haber corrido desde el río Nilo hasta aquí.Se abre la puerta de golpe dejando ver a un niño de cabello negro y ojos claros –¡¡Aquí estoy!!
- ¡Aarón! ¡Toca para la próxima! – Dice la niña saliendo detrás de la puerta frotándose la cabeza
-Perdón - dice haciendo una mueca de burla.
-¡Ya no hay tiempo! ¡Cierra la puerta Aarón! Y tú Miriam ven a ayudarme – La madre entrega al niño a su hermana y lo envuelve con una manta – Ve al establo ¡Rápido! Ya sabes qué hacer. Aarón ven a mi lado – Los dos hermanos obedecen, mientras a lo lejos la calle se convierte en un mar de gritos. – Ya llegaron – Dice aquella mujer abrazando a Aarón en señal de protección. Entonces arrojan la que hace unos segundos fue una puerta.
¡Hola! Soy Miriam. Esta podría decirse que es una pequeña pausa antes de seguir, porque al anterior narrador digamos que… lo siento, me pidió que no lo dijera, pero lo importante es que
ahora contaré yo la historia ¡Me encanta contar historias!… mmm ¿Dónde nos quedamos? ¡Ah sí! En el momento en que los soldados tiraron nuestra puerta…Como ya saben, yo corrí a ocultarme en el establo con mi hermanito en brazos, mientras los soldados con sus armas curvadas rompían todo lo que tocaban. Me camuflé con el heno que come
nuestra cabra junto con mi hermanito. Intenté no poner sobre él mucha hierba para que pudiera respirar, “Que bueno que es tranquilo”.Entre todo el bullicio de los jarrones rompiéndose junto con los muebles escuchaba la voz de mi madre rogándole a aquellos hombres que pararan, ya que no había ningún bebé aquí. Entonces escuché la voz gruesa de un hombre que me dio mucho miedo, a Aarón debió aterrarlo.
-¡Deja de mentir mujer! ¡Por orden del faraón todo varón recién nacido debe ser arrojado al río Nilo! Ya sabemos que has estado ocultando un niño por dos meses ¡¡Sigan buscando!! ¡Él está
aquí!Por el terror que me ocasionaron esas palabras comencé a adentrarme más en la oscuridad cuando tropecé y caí al suelo, mi cráneo recibió todo el golpe.
-BEEEE!!!
Se escuchó un gran alarido, pero no fui yo. Levanté mi rostro algo mareada para ver al culpable de mi caída, era Zabdiel, un cabrito que encontramos en la parte trasera de nuestra casa. Aquel día preguntamos a todos nuestros vecinos si alguien era el dueño, pero nadie lo reclamó. Talvez no querían tener la responsabilidad de cuidarlo por su patita rota, así que nos lo quedamos. Mi padre lo curó y mi madre nos sugirió el nombre, el cual nos encantó a todos, “Zabdiel”, que significa “Regalo de Dios”, aunque en ese preciso momento no lo consideraba un buen regalo, por su culpa tendré un chichón por un buen tiempo, además era la cabra más chillona que había conocido. Se me olvidó por completo que él también vivía en el establo, o mejor dicho, dormía, es algo perezoso, casi siempre durmiendo en los lugares más inesperados. No paraba de berrear, así que lo tomé en mis brazos y empecé a acariciarlo con mi mano temblorosa, aprendí que si lo miman no hace ruido.
-¡¿Oyeron eso?!- Dijo un soldado
-Debe estar oculto en el establo
-¡Vamos!
En ese momento sentí el verdadero terror. Oía el caminar de los soldados hacia mi dirección. Esto definitivamente no estaba en mis planes. Mi corazón saltaba en mi pecho. Sentía un nudo en la garganta.
“Este corral es un lugar cerrado, no hay por dónde huir” - Pensé - “Van a arrojar a mi hermanito al río y no podré hacer nada para impedirlo” - Me decía en esos momentos limpiándome el rostro por mis lágrimas, pero fue cuando me acordé de unas historias que siempre nos cuenta nuestro padre antes de dormir: José, el joven que fue vendido como esclavo por sus hermanos, quien después de pasar un tiempo de esclavitud, se convirtió en la mayor autoridad de Egipto después del Faraón. O como Sara, la esposa del patriarca Abraham, quien tuvo un hijo a sus noventa años, algo que por supuesto es imposible.
“No hay nada imposible para Dios” Me dije, y entonces hice una oración apretando a Zabdiel que continuaba en mi regazo “Dios, por favor protege a mi hermanito, no permitas que lo encuentren”… en ese momento se me ocurrió la más ingeniosa idea que he inventado…
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La Historia de un Milagro
Short StoryEres un niño muy especial - le dice al que un día estuvo dentro de ella. Lo mira con sus hermosos ojos marrón, y sin poder contenerse, suelta una pequeña lágrima que se desliza por su mejilla, y de su mejilla cae en la frente del niño. Desliza su de...