Prólogo

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"Tú"
"Tú"
"Tú"
Una ráfaga de viento azotó mi rostro, para luego dejar paso a una gran tormenta eléctrica que se desató encima de mí.
Me acurruqué en medio de aquella nada y me hice un ovillo. Aquella voz no salía de mi cabeza.
"Tú"
"Tú"
No, ¡no! Solo es un sueño...
"Tú"
Se estaba acercando. Cada vez lo oía más cerca. Esa voz....
"Tú, puedes vernos"
¡No! No, es un sueño. Es solo...

-... ¡Un sueño!

Miré a mi alrededor, respirando entrecortadamente. Me encontraba en el coche, acurrucada en el asiento del copiloto, en una postura bastante extraña y, sobre todo, incómoda. Me senté recta, estirándome para desentumecer un poco mis piernas y fijé la vista en la carretera. Apenas se veía nada. Seguramente, me había quedado dormida nada más subir al coche, y las pesadillas habían vuelto a atormentarme.

Me llevé una mano al pecho mientras respiraba hondo, intentando tranquilizarme. El corazón me iba a cien por hora.

-Cariño, ¿has tenido un mal sueño?

Mi madre me miraba de reojo, sin dejar de fijar su atención en la carretera.

-¡Malísimo! -repliqué, resoplando-. Había una tormenta horrible.

Decidí no hablarle de aquella hipnotizante voz que me llamaba, ni tampoco de que aquel mismo sueño me acosaba desde hacía semanas. Desde que decidimos (más bien mi madre) mudarnos a la capital, para ser más concretos.

-Al parecer diluvia en todas partes -comentó. No nos reímos de su mal chiste, ya estaba acostumbrada a que en los últimos días, mi madre tratara de hacerme reír a costa de cualquier tontería. Miré al exterior y si, efectivamente, diluviaba.

Es decir, apenas se veía la carretera que teníamos delante de nosotras, y el constante traqueteo de la lluvia sobre el coche no es que ayudara mucho.

Suspiré enfurruñada y volví a desplomarme sobre el asiento de copiloto. Alargué el brazo en un intento de encender la radio y amenizar el viaje, pero no me gustó nada lo que oí.

"Sigue el temporal en todo el país. En la costa..."

Volví a apagarlo con un movimiento brusco.

-¿Y esta es nuestra maravillosa nueva ciudad?- exclamé sarcásticamente.- Pues vaya.

-Venga, ya se que da mala impresión, cariño, pero mañana te parecerá mejor, ya lo verás -aseguró mi madre. Debía ser la decimoquinta vez que me lo decía, y la decimoquinta vez que no me lo creía.

-Mañana es mi primer día de clase, mamá- repliqué.

-Sí, qué bien.

Bufé. Aquello era peor que una pesadilla.

Si el viaje no había sido lo suficientemente pesado, nos perdimos un par de veces antes de llegar por fin a nuestra nueva casa. Ni siquiera entonces dejó de llover.

Para colmo, cuando subía las escaleras de camino a la entrada, la caja que llevaba se rompió, esparciendo todas mis cosas por el suelo encharcado.

Me agaché maldiciendo, y mi madre soltó una carcajada al pasar por mi lado, pero a mí no me hizo ni pizca de gracia. Recogí mis cosas empapadas, entré en la casa y me dirigí directamente a mi habitación, sin siquiera molestarme en mirar el trabajo que mi madre había hecho a lo largo de las últimas semanas, procurando que todo fuera lo más acogedor posible.

Dejé todo en la mesa, esparcido para que se secara, y me tiré en la cama. No encontré el pijama, así que me metí en la cama con la ropa puesta.

Cerré los ojos.

Ni siquiera los abrí cuando, un rato más tarde, mi madre vino a darme las buenas noches.

Fingí estar dormida. Estaba harta de todo. No me apetecía escuchar otra charla sobre lo magnífica que sería nuestra nueva vida a partir de ahora. Mudarnos, cambiar toda mi vida, vivir juntas mi madre y yo solas... No iba a cambiar el hecho de que mi padre no quiera saber nada de mí.

Puede que hubiera superado el divorcio. Puede que no tenga que ir al sicólogo, o lo que quiera que hagan esos niños a los que la separación de sus padres les crea un trauma, pero ser rechazada por tu propio padre... Bueno, eso no se puede superar. Simplemente, se vive con ello.

Sé que no estoy siendo justa con mi madre. Sé que esta haciendo esto por mí, y se lo agradezco de veras, pero la buena actitud no va a cambiarlos hechos. Es una mierda, y seguirá siéndolo.

Había tenido un día tan horrible que no me apetecía escuchar las ilusiones de mi madre, no quería estropeárselo.

Mi madre se inclinó a darme un beso, murmurando algo como "va a ser difícil acostumbrarse", y se fue. No podía estar más de acuerdo con ella. Estaba segura de que sería difícil...

Y con ese pensamiento, enseguida me quedé dormida.

Amor ¿imposible?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora