1. Empezamos mal, Ross

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Lunes, 7.46 am.

«Llego tarde»

Agarré una única tostada y la devoré de camino al garaje, subiendo de un salto a la bicicleta para encaminarme hacia el instituto, todo a gran velocidad. Puede que llegar ayer a la ciudad, de noche y diluviando, no fuera un buen comienzo, pero para colmo, llegaba tarde a mi primer día de instituto. Genial.
Conseguí llegar a este sin perderme. Gracias a dios no llovía, porque no me había molestado ni es coger un paraguas.

«Ya estoy oyendo al profesor: empezamos mal, Ross» pensé, poniéndole el candado a la bici y echando a correr hacia el edificio como una loca.

Lo primero que vi al atravesar la puerta principal, fue un enorme hall, con suelo de mármol y varios frescos pintados en lo alto de las paredes. Aunque no tenía mucho tiempo, no pude evitar pararme a observar el lugar en el que pasaría tanto tiempo a partir de ahora, hasta que acabara mis estudios. Como primera impresión, aquel instituto no se parecía nada al antiguo, era mucho más elegante.
Por desgracia, la secretaría estaba cerrada. ¿Por qué me pasa a mí todo lo malo?
Los pasillos estaban desiertos, así que deduje que la campana ya había sonado, y por tanto llegaba tarde. Como no sabía mi horario, decidí buscar una clase de mi curso, a ver si algún profesor podía ayudarme a orientarme. Busqué por todas partes un mapa del instituto o algo parecido, pero no encontré nada.
Genial, me había perdido.

-¿¡Qué hay que hacer para ir a una clase de tercero!?- exclamé irritada.
-Aprobar segundo, por ejemplo.

Me di la vuelta, roja de vergüenza. Creía estar sola.
Una chica de aspecto fatigado me miraba intrigada. Tenía el pelo rubio y liso, y la cara con forma de corazón, con cierto aire infantil. Llevaba una camiseta ancha en la que ponía peace and love, formando un símbolo hippie.

«Una auténtica hippie» pensé evaluándola.

-Yo también voy a tercero, ¿qué clase buscas? Soy Mackenzie Mckennedy –se presentó, tendiéndome una mano. Enarque una ceja, tenía que estar vacilándome. Aun así, le estreche la mano sin dudarlo. Escuche como soltaba una carcajada, poniendo los ojos en banco. Tenía una sonrisa ligera, 'parecía la clase de persona que está siempre alegre-.Si, lo sé. MacMac. Puedes llamarme Mac, o como quieras.

Me reí por su forma despreocupada de hacer ese gesto cansino, como si llevase toda la vida repitiendo la misma broma, lo cual probablemente era cierto.

-Yo soy Rachel Ross. Eh… puedes llamarme… Rachel –añadí.

-Entonces te llamare Ross- dijo con una sonrisa pícara-. O doblerre.

Me reí. No era un mal comienzo.

Mackenzie enlazó su brazo con el mío como si fuésemos amigas de toda la vida, y se dispuso a acompañarme a mi primera clase, pero en ese momento apareció una señora de aspecto severo por la escalera, y se puso a chillar como una loca. Di un respingo al oír su voz chillona, mucho antes de llegar a verla.

-¿¡qué hacéis aun en los pasillos, es que no habéis oído el timbre!?

-Oh, oh, s la directora – me dijo Mackenzie en un susurro.

Soltó mi brazo y se apresuró a meterse en clase ante la mirada severa de la que antes había llamado directora, quien no le quitaba el ojo de encima.

En cuanto mi nueva y única amiga desaparición escaleras arriba, la directora se giró hacia mí.

-Y usted…

-Soy Rache, Rachel Ross –dije con un hilillo de voz-. Yo… me he perdido.

La directora me miro con el ceño fruncido, como tratando de decidir si decía la verdad. En aquel momento me sentí como una diminuta mosca frente a un gran pajarraco hambriento.

-Empezamos mal, Ross- dijo-. Sígueme.

«Oh, vaya» pensé. Y seguí sus pasos con la cabeza gacha, mirándome la punta de los zapatos al andar.

La señora Hale, pues así se llamaba la directora, me indico en un mapa los caminos que debería tomar para ir a cada clase, y tras repetirme unas quince veces las normas más importantes del centro, me mando a clase con un pequeño mapa y mi horario de clase. Pero ya era demasiado tarde para la clase de geografía, apenas quedaban diez minutos.

Mire la hora; las nueve y veintiuno.

Me senté en uno de los bancos del porche a esperar los nueve minutos que faltan hasta el timbre. Me fije en que el banco estaba todo pintado y grafiteado, y me entretuve leyendo los comentarios, que aludían a gente a la que por supuesto o conocía.

Pronto los pasillos empezaron a llenarse de gente gritando y corriendo de un lado a otro, con sus mochilas colgadas del hombro o los libros entre los brazos. Recogí mis cosas con rapidez y me dirigí a mi siguiente clase; francés.

-Bonjour – me saludó la profesora en cuanto entré. Esperaba que no se diera cuenta de mi presencia hasta empezada la clase, pero no tuve esa suerte. Compuse mi mejor sonrisa y me acerqué a su mesa, dejando atrás mi plan de escabullirme hacia el fondo de la clase.

-Bonjour - contesté, poniéndome como un tomate. Mi acento era malísimo.

-Atended un momento, por favor – pidió a la clase, y los adolescentes que se acomodaban en los pupitres cesaron poco a poco de hablar.

-Como podéis ver, tenemos una nueva alumna en clase. Por favor, preséntate –pidió, esta vez dirigiéndose a mí.

-Eh… bonjour, je m’appelle Rachel.

Entonces, la señorita Pasquier me mando sentar junto a una chica rubia que estaba concentrada haciendo dibujitos en un cuaderno de colores, sin prestar atención.

Me senté a su lado y oculte mi rostro con mi pelo. Unos segundos más tarde, la chica abandono su pasatiempo y me miro. Era Mackenzie.

-¡Anda, hola! –saludó con una sonrisa alegre que a empezaba a hacerse normal en ella. Suspire de alivio.- Pero si nos toca juntas en francés.

Me aparte el pelo y sonreí tímidamente.

-Hola – saludé.

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⏰ Última actualización: Jan 20, 2015 ⏰

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