Parte 4

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Esa noche no pude dormir, ese sueño se presentaba insistentemente. La misma pesadilla se repetía y había llegado el punto en el que me daba miedo dormirme. Era siempre lo mismo:

<<Estaba golpeada. Me dolía todo el cuerpo y sentía algo pegajoso bajo de mí. El suelo estaba frío pero no sabía dónde estaba. A mis oídos llegaban ruidos, golpes, cosas rompiéndose, quebrándose, vidrios y algo más pesado. A veces se sentía el retumbar de una puerta, como si alguien la estuviese golpeando, a la vez que se oía un llanto. Cada vez que ese sonido aparecía, intentaba hacerme pequeña, escaparme. No me daba miedo, pero si tristeza. Una tristeza que se formaba en mi pecho, como un dolor que no me dejaba respirar, que me sofocaba…culpa, tal vez. Lloraba y no podía evitar parar. Me acurrucaba tomando mis piernas y presionándolas contra mi pecho a pesar del dolor y me mecía repitiendo una serie de palabras incomprensibles que su suponía tenían que calmarme.

Entonces, el silencio llegaba y mi panza crujía. El hambre se apoderaba de mí y esa escena que había venido a mí en la oficina del doctor Lemmons se presentaba. El hombre entraba y gritaba que me callase, me insultaba y repetía que no me daría de comer. Yo suplicaba pero era en vano.

El hambre comenzaba a volverme loca y algo rozaba mis pies, algo pequeño y peludo. Yo sabía lo que era e impulsada por el hambre me abalanzaba sobre él. Y lo mordía hasta que dejaba de moverse y masticaba con dificultad, escupiendo la mayoría de los pedazos.

Pero mi cuerpo no lo resistía, comenzaba a sentirme descompuesta y vomitaba. Entonces comenzaba a llorar, otra vez; y muerta de hambre buscaba volver a intentarlo, volver a cazar una rata y comérmela, aun si el solo hecho de pensarlo me repugnaba.

Pero no encontraba ninguna y mi búsqueda era inútil.

Entonces me topaba con algo, algo que me cortaba un dedo, algo filoso. Y la sangre corría por mi mano e instantáneamente me la llevaba a la boca. La sangre fluía por mi lengua y mi garganta, aliviando la sequedad de estas; la cálida sangre llegaba hasta mi estómago y me reconfortaba, pero no era suficiente. Así que cerrando los ojos y soportando el dolor…mordía, mordía mi dedo fuerte, para que la sangre escurriera y mi estómago se llenara. Y me viciaba, de su calidad, de lo reconfortante que era su sabor en mi boca, y continuaba mordiendo, mordiendo…. >>

Entonces despertaba, asqueada, vomitando. Ya no recordaba cuantas veces había ocurrido.

Los días siguientes, el solo ver comida me asqueaba. Llegue al punto de necesitar suero, ya que mi cuerpo estaba tan débil que no podía siquiera levantarme de la cama. Tampoco dormía, el miedo de que la pesadilla volviera a mí era insoportable.

Pero no podría soportarlo mucho tiempo, mi cuerpo había llegado al límite. Las ojeras bajo mis ojos apenas me dejaban ver y ya no tenía fuerza ni siquiera para hablar.

Los doctores tuvieron que intervenir, sedarme y obligarme a comer vía suero. Paso un mes, un mes en el que la pesadilla se repetía cada vez y me despertaba para que los calmantes y medicamentos me obligaran a dormir nuevamente. Un mes, en que mis pesadillas se volvieron tan constantes que ya no me sorprendían.

Eso último fue lo que le dije al doctor Lemmons cuando lo encontré a mi lado sentado, después de despertar por… ya había perdido la cuenta de cuantas veces. Le supliqué que no quisiera volver a dormir, le prometí que ya no suplicaría por comida, le rogué que me sacara de allí, que me sacara de la oscuridad, de los gritos que me atormentaban.

PesadillasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora