4. Morir o morir.

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Me meto entre las cálidas sábanas, arropándome hasta el cuello. Travis apaga la luz, y se tira en el suelo, sobre una colchoneta vieja y arrugada. 

— Morirás de hipotermia. — Digo, al ver que no se cubre con una manta o algo. 

— Yo diría que moriré por tu prescencia. 

— Estoy pensando si eso fue o no un cumplido. 

Sonríe, y apaga el velador. Miro el techo, sin muchas ganas de entrar en los brazos de Morfeo. No puedo creerlo. ¿Quién diría que mi vida se volvería tan drástica? Hace apenas una semana fue cuándo mi madre y yo discutimos, y hace ocho meses cuando mis padres se divorciaron. Vaya... ocho meses. Es estúpido que mamá quiera casarse nuevamente. Al principio de la separación, no solo estaba deprimida, si no que furiosa con la vida. Repetía que odiaba a los hombres, y que incluso, si no amara tanto a su hijo Trevor, lo desheredaría por el simple hecho de ser niño. Claro qué ni a mi ni a Anne nos importaba en lo más mínimo, más para nosotras. 

— Juguemos al venti. — Dice de repente el chico. 

— ¿Al qué? — pregunto con el ceño frunzido. 

— El juego de las 20 preguntas, ya sabes. — Dice, moviendo las manos en el aire y mirándome desde abajo. 

Me pongo de costado, sosteniendo mi cuerpo con la mitad del brazo sobre la cama, y con la mano en mi mentón. Debería hacer una lista con todos los clichés que se me presentan, dios mío. 

— Claro, yo empiezo no es pregunta. ¿De verdad te llamas Travis? 

El frunce el entrecejo, y contrae su rostro. 

— ¿Disculpa?

— Aquí soy yo la de las preguntas, hombre.

— Claro que sí, que clase de pregunta es la tuya. — Hace una pausa — ¿Te agrada mi padre?

Lo dudo unos momentos. ¿Qué si me agrada el hombre que dio por finalizado el hecho de que mis padres se divorciaran, que armó tal revuelo que tuvimos que mudarnos desde California hasta la otra punta de Estados Unidos, dejando atrás a mi familia y a mis amigos? 

— No, en absoluto. — Respondo rotundamente. 

— Bueno, era de esperarse. 

— ¿Te agrada Anne? 

— ¿Anne? ¿La pequeña niña demonio? ¡Claro que me agrada! ¡Es jodidamente tierna! 

Me incorporo, mirándolo asombrada, y en busca de algún signo de ironía o sarcarsmo en sus gestos ya que sus palabras sonaron verídicas, pero sin embargo, solo encuentro sus ojos que me miran fijos. 

— ¡Tierna! ¡Tierna era mi abuela, idiota! — Le chillo en susurros. El rueda los ojos. 

— Me toca. — Se acaricia la barbilla, como si de verdad tuviese que meditar una pregunta. —¿Has tenido novio?

Lo miro con vagancia, y soplo el mechón de cabello claro que se interpuso en mi vista. 

— Sí, he tenido. Uno muy imbécil, casi tanto como tú. 

— No puedes decirme imbécil si con suerte sabes mi nombre. — Se defiende indignado.

— Cállate, puedo decirte como quiero. — Murmuro. — Imbécil.

— Tomas confianza demasiado rápido diría yo. 

— Tu hermano me ha dicho lo mismo. — Suspiro.

— Que te digo, estamos conectados. 

Y vaya que lo están. Ambos son dos idiotas presumidos. Ruedo los ojos una vez más, y dando por terminado el juego, me acurruco entre las sábanas una vez más. Le doy la espalda, mirando la ventana. Por ella, se ve un cielo oscuro y nublado, los árboles agitándose por el viento, y las cortinas de las casas vecinas cerradas. Miro nuevamente el cielo, y pienso en papá. ¿Cómo estará él? Debe de odiar a mamá. Y mucho. Bueno, yo también odiaría si mi ex-esposo me hace firmar a la fuerza un permiso, bajo amenaza, en dónde aprueba que mis hijos se mueden de estado con su respectivo tutor legal. Me paso una mano por la cara. 

El Cliché de mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora