5. Ups, Monstruo.

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Levanto la vista, sorprendida. ¿Qué qué? 

— No lo tomes como algún tipo de truco mujeriego —  Se apresura a decir. Sus manos se deslizan más abajo, y le doy un golpe en la mejilla. —  ¡Hey!

—  Seré fóbica, no idiota. Cuida dónde pones tus manos. 

Rueda los ojos, y se recuesta en el colchón, metiéndose entre las blancas sábanas. Me quedo en dónde estoy, quieta, pensando en mi próximo movimiento. A fuera se ha largado la lluvia, y los rayos explotan en el cielo, junto a los condenados truenos. Me muerdo el labio, pero sin pensar las consecuencias que algún día podría llegar a traerme lo que estoy a poco de hacer, lo hago. Por que prefiero eso antes que no dormir y llorar la noche entera mientras el corazón se me sale por la garganta y agonizo como maníaca en el suelo.

—  Pásate y freiré tus cositas. —  Amenazo. 

—  Cosotas, son cosotas. —  Dice. Bufo.

Cierro los ojos, y me recuesto a su lado, lo necesariamente cerca para sentirme protejida sin exderme, quedándome dormida al instante.

—  ¡Anne! —  Mi madre.

Me muevo rápida en la cama, y siento un golpe. Luego un quejido, y miro directo al suelo, descubriendo a un adolorido Travis tomándose el hombro. Sonrío, inocente. 

—  Ups... —  El alza las manos al cielo, con una mueca que dice "¿Es en serio?"  

—  ¡Me has empujado de la jodida cama! ¿Ups? ¡Es lo único que tienes! —  Se queja. 

Pongo los ojos en blanco, y retiro las mil y un mantas que usamos ayer, poniendo los pies en el suelo. Pego un chillido al sentirlo frío, y me levanto corriendo al baño. Antes de que sus palabras queden ahogadas por la distancia, escucho como me maldice. Abro el grifo, y me lavo la cara dos veces. No he tenido tiempo de sacar el cepillo de dientes de mi equipaje, pero agarro un poco de agua, la pongo en mi boca, hago... no se como carajo expresarlo. ¿Hago un maremoto en mi boca? Si bueno, lo dejaremos así. Luego lo escupo, y con una toalla que se encuentra al costado, me seco. 

Levanto el rostro, y me miro al espejo. 

—  Ugh... que asco. —  Mascullo. No me había quitado el maquillaje de ayer.

Vuelvo a entrar al cuarto, y aún sintíendome observada e intimidada (por qué estos jodidos shorts son de tela, y se me suben a cada segundo), avanzo hasta la valija, la abro y saco una camiseta negra con algún estampado del que no presto atención y unos jeans azul claro. 

—  Ay mi dios —  Exclama él, y se aleja unos pasos. —  ¿Un perro te vomitó en la cara?

—  Cierra la boca o haré que el perro se coma tus cositas...

—  Cosotas —  Me interrumpe.

—  ¡Cositas, cosotas da igual! Como te decía, haré que el perro se las coma y luego te las vomite.

El rueda los ojos, y me doy la vuelta para entrar al lavado.

—  ¿Qué crees que haces? —  Dice él, poniéndose frente a la puerta del baño. —  Me toca a mí. 

—  Pero... ¡Pero tengo que cambiarme! —  Protesto.

—  Pues yo tengo que soltar todo el líquido acumulado en el día de ayer. — Dice en una mueca de obviedad. 

—  Esperarás. —  Ordeno, empujándolo con el hombro y tirándolo por completo al suelo. 

Avanzo nuevamente para entrar en el lavado, pero el me toma del tobillo y me hace tropezar, cayendo de culo. 

El Cliché de mi vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora