1. El cruel destino

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Malik estaba leyendo un libro que le habían dado como paga hace una semana, le gustaban los libros que hablan de lo que sucede después de la muerte, toda su vida ha intentado verlo en su bola del destino, aunque desgraciadamente, no ha logrado grandes avances de su investigación.

Malik, como un gran adivino, es llamado por mucha gente importante. El es una persona honesta, respetuosa, y extremadamente equitativa. Les dice a todos, incluso a la gente de gran poder, que tienen que esperar su turno. El tiene reglas, y es inteligente. Cobra conforme la economía de las personas que lo visitan, el lo tiene todo: dinero, amor, y felicidad...o al menos eso creía.

Vive en el centro del desierto del oriente, diariamente tiene filas increíblemente largas de personas, incluso, algunas se quedan a dormir para esperar un buen lugar en la mañana. Al principio, el solo era un gran mago, pero se fue haciendo famoso, incluso algunas personas pensaron que tendría poderes sobrenaturales, el sabía su destino, cada lunes, de cada semana sin falta, el observaba su bola de cristal; pero esta vez, no se vio muy contento, esta vez vio algo diferente.

Estaba en su cama, tosiendo sangre, tenía el cabello pegajoso y teñido por el fluido. Y lo que más le llamó su atención, es que se estaba inyectando una sustancia amarillenta en el brazo derecho como si fuera un adicto.

Su día siguió normal, atendió alrededor de 100 personas, pero durante el día no podía quitarse el pensamiento, y se preguntaba <¿que era esa sustancia? Por qué estaba en tal estado?> de la nada entró un chico a su tienda, y por su aspecto parecía muy pobre. La ropa que traía estaba sucia y desgastada, tenía una botella que parecía de agua, pero esta no estaba llena con líquido transparente, si no, con el líquido amarillento que vio en su bola de cristal. Malik trago saliva y le dijo al chico  con tranquilidad que tomara asiento, el muchacho no debía de pasar de los 16 años, este, vio al mago y tomó asiento.

-Buenas noches, gran mago.-dijo el chico con amabilidad.

-Oh, porfavor dígame Malik.-contesto este en un tono amigable.

-Malik...soy muy pobre y no tengo con que pagarle, no poseo ningún objeto de gran valor. Tengo una hermana enferma en casa, y necesito de su ayuda. Hace dos días que estoy formado, no he comido y traje poco para beber. Realmente no tengo mucho que ofrecer; ni comida, ni agua con la cual remunerar sus servicios, traje este líquido.-El chico alzo la botella dejando ver su contenido.-Se llama Asinofalotixino, tiene un nombre un tanto raro. Pero este liquido puede matar a cualquiera en instantes, no se si le sirva, pero es lo único que tiene un relativo "valor" que puedo ofrecerle, también mata animales y plantas.-Dijo el chico un tanto nervioso.

-Lo tomare, y dime chico ¿cuál es tu nombre?-Preguntó Malik mostrándole una cálida sonrisa.

-Alec - contestó el chico deslizando la botella en la mesa para dirigirla al mago.

-Bien...¿qué deseas saber Alec?

-El futuro de mi hermana, se llama Emily.- dijo el muchacho un tanto apenado.

-Bien, puedo ver tu futuro Alec, sin embargo, mis habilidades no son ilimitadas, y mis conocimientos sólo pueden ser sobre el futuro de las personas que están en mi tienda, o sea, cerca del oráculo.

-Bueno, correcto, pero... Yo sabría si Emy muriera ¿no es verdad?

-No puedo ver el futuro pequeño Alec, no exacto al menos, solo los sentimientos más significativos y algunas imágenes, es todo...



Ya habían pasado dos semanas desde la visita de Alec. Malik, había pasado varios días investigando la sustancia, comenzaba a pensar que la visión que se le había mostrado de cierta manera hizo algún cambio su futuro.

Y, en cuanto menos lo esperaba, a mitad de su día empieza a sentir un malestar, una punzada en la garganta.

Hace años que no se enfermaba, recordó, cada día se sentía peor. Buscó en algunas de las medicinas que le habían dado como paga, y solo encontró un jarabe, pastillas, y unas paletas de miel. Decidió ser optimista y pensar que solo era un resfriado. Días después, cerró su tienda en la que se estableció hace tanto tiempo por unos días. El dolor era tan insoportable que le empezaba a nublar las visiones.

Ya había demasiada preocupación en la gente, pero ninguna se atrevía a tocar a su puerta, hasta que llego él. Un chico guapo, de ojos grises, era doctor, toco la puerta de la cabaña de Malik. El abrió la puerta por primera vez en años sin turbante, se le veían los rizos rubios oscuro escurriéndole por la frente, su tez blanca se veía aun mas pálida de lo normal, tenía los cachetes rosas de fiebre, y sus intensos ojos verdes se le observaban sin vida ni brillo. El doctor se sobresaltó al verlo en este estado, decidió que sería mejor atenderlo inmediatamente.

Cristian, así se llamaba el chico de pelo negro y ojos grises, el decía que cada vez se ponía peor, que tenía que mantenerse fuerte y comer un poco. Seis días después de la llegada del muchacho misterioso, ya tosía sangre.

Cristian le insistía a Malik en ir a un hospital, pero el nunca acepto, y cuatro días más pasaron, cuatro días más de toser sangre, pero ahora ya no sentía las piernas. Intentó levantarse en un intento desesperado, calló de cara contra el suelo.

Ya no podía más con el sufrimiento, estaba muy enfermo y ya no podía luchar más. Le pidió a Cristian que le pasara una jeringa y el líquido que aquel pobre chico, Alec, le había dado hace unas semanas. Se tocó la cabellera con la mano llena de su sangre, la cuál, ya sobrepasaba la capacidad de absorción del pañuelo... Todo comenzaba a tener sentido ahora.

Cuando Cristian se le acercó con los materiales en mano Malik le dijo que en ese momento necesitaba estar solo un momento, que el le llamaría si necesitaba su ayuda. El pobre chico lo miró con unos tristes ojos grises, le tomó la mano y se la apretó en un gesto amistoso y dejó al mago en su habitación sin mirar atrás.

Malik escribió una carta con la mano temblorosa por lo débil que se encontraba, y soltando algunas lágrimas se inyectó la sustancia. Llamo a Christian en voz alta y el chico acudió corriendo. Le dijo sus últimas palabras en una voz más ronca de lo normal.

-Cuida la bola de cristal, llévala contigo, a donde sea que vayas.-Tomó algo debajo de su almohada con la mano temblorosa. Se lo ofreció al doctor.-Ten, guarda esto, este libro te dará los conocimientos de todo.-Le dijo tomando su mano y poniéndola encima de la piel desgastada y vieja de la cubierta del objeto.-En la ultima página viene que te dejo todo a ti, Christian. No tengo familia, pero tu me cuidaste como si lo fueras. Gra...Gra...ci...as".-Su mano cayó lentamente en su costado y murió.

Christian dejó que unas lágrimas se le derramaran y tomó el libro, abrió la última página y comenzó a leer las hojas que contenían una escritura de letras pequeñas, altas y redondas....

Después de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora