愫 ، 𝐢'𝐦 𝐥𝐨𝐬𝐢𝐧𝐠 𝐦𝐲 𝐫𝐞𝐥𝐢𝐠𝐢𝐨𝐧 𝐞𝐯𝐞𝐫𝐲𝐝𝐚𝐲, 𝐭𝐢𝐦𝐞 𝐡𝐚𝐬𝐧'𝐭 𝐛𝐞𝐞𝐧 𝐤𝐢𝐧𝐝 𝐭𝐨 𝐦𝐞, 𝐢 𝐩𝐫𝐚𝐲.

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                    Con sólo diez años, Jeon Jungkook obtuvo un gran mérito que llegó a los medios internacionales. "Gracias al descubrimiento de un niño, se destapa una red de pedofilia en Corea del Sur donde participaban chaebols, altos cargos del poder judicial e integrantes de una secta satánica llamada Immer Sie. Se sospecha de desaparición y alteración de pruebas, así como miembros aún no identificados. La policía, en una rueda de prensa esta tarde, pidió calma a la población y el gobierno exigió activar la Alerta Amber".

Unos laureles para él.

Pero también estaba seguro de una sola cosa luego de su gran aporte al mundo, y era que, desde el momento en que nació, había empezado a morir.


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                    A los trece años, con un borbotón de sangre en la comisura de los labios, una suave tira de piel chamuscada entre los dientes y un par de encías destruidas, Jungkook descubrió que era un alfa y que, el lobo en su interior, no era uno ordinario.

No recordaba mucho de ese incidente aquella tarde de verano en Busan, sólo pequeños fragmentos casi incoherentes. Nunca destacó en el colegio a comparación de su hermano mayor, Jigyeong, su falta de atención jugando un papel importante en su mediocre desempeño estudiantil. Sin embargo, Jungkook había sido un niño hábil en los deportes —de medallas de oro, plata, bronce en la pared— y de un gusto evidente por las carnes, de tendencias poco sofisticadas e inclinaciones comunes que, apenas escapaba de las paredes altas de la secundaria, se escondía en los arcades junto al resto de sus amigos igual de bárbaros que él.

De todos modos, a pesar de ese espacio gris en su memoria, las consecuencias nunca pudieron dejarlo tranquilo.

"Aquella tarde de verano..." no había empezado muy diferente a cualquier otro día, aparte de una inusual tormenta azotando la ciudad, el olor a tierra mojada todavía funcionando como un recordatorio. Al descubrir que la lluvia no acabaría pronto y que los caminos se convertían rápidamente en pequeños riachuelos, el profesor Matsumoto declaró el fin de su clase de lengua extranjera aquel jueves en su distintivo acento de Kansai.

—Si el clima se calma, no olviden traer sus libros de cívica mañana. Habrá una charla respecto a los subgéneros y es muy importante. —Antes que Jungkook pudiera correr a casa con la mochila ya en la espalda y la capucha puesta, ilusionado por probar el bulgogi que su madre prometió cocinar, oyó al profesor agregar en un grito junto a dos aplausos sonoros, un anuncio que se arrepentía haber tomado a la ligera—. Oh, y coméntenselo a sus padres, ¿sí?

Para un crío como él, poco interesado en otras cosas que no fueran el fútbol, siempre le huyó a ese tema con cierto recelo excepcional. Había escuchado sobre los alfas, los omegas y los betas: el curso de cívica, últimamente, se especializó en conversar de ello, formar círculos de diálogo entre compañeros, pero Jungkook estaba cansado de prestar oídos a lo mismo una y otra vez, tanto en casa como en la escuela, al punto que, en cierto momento, dejó de escuchar.

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⏰ Última actualización: Sep 27 ⏰

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DÉLICO 𝗜 kooktaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora