Capítulo 3 - Memory Chest

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Habría pasado poco más de un mes desde que el Faraón había abandonado el mundo de los vivos para que su espíritu pudiera finalmente descansar en paz. Aunque le emocionó la idea de reencontrarse con los suyos en el reino de los espíritus, le había dolido dejar a sus amigos atrás, ya que ellos le habían acompañado en todo momento y sin ayuda de ellos probablemente su descanso no habría llegado nunca. Aunque todo eso no importaba, ya que donde quiera que estuviera, no sentiría nada más que tranquilidad eterna.

Yugi, Tea, Tristán y Joey lamentaron mucho la partida de su amigo; a pesar de la tristeza por su partida, sabían que había sido lo mejor para él y para el mundo. Todos ellos continuaron con sus vidas normales y comenzaron a pensar en su futuro, manteniendo su amistad intacta; y claro que a algunos les fue más fácil que a otros, como el pequeño Yugi que tuvo que emprender nuevos retos sin ayuda de su amigo Yami. Por otro lado, había una persona en especial que no podía dejar el pasado atrás, mucho menos cuando había perdido a la única persona capaz de hacer que su corazón latiera rápidamente y hacerlo sentir completamente vivo.

Desde que Seto volvió a ciudad Domino, volvió a encargarse de su compañía como era debido; o quizás un poco más de lo necesario. El empresario pasaba el día entero en KaibaCorp, e incluso algunas noches. No era realmente que tuviera mucho trabajo por hacer, después de todo siempre ha cumplido sus funciones en un tiempo prudencial y de forma eficiente siendo el presidente de una prestigiosa compañía; Kaiba simplemente necesitaba mantener su mente ocupada y lo había logrado, hasta ahora.

Llegó a su mansión alrededor de las 6:00 AM. Al entrar por la puerta, colocó su abrigo en el perchero de entrada y puso rumbo a la sala de estar. Sus ojos azules se cubrían insistentemente por sus párpados que le demandaban un pronto descanso; era algo que se había vuelto una costumbre, no le resultaba fácil conciliar el sueño desde que volvió de aquel viaje en Egipto. Llevaba ya 36 horas seguidas sin dormir y aún intentaba mantenerse despierto.

Se sentó en el sillón cómodamente, para luego sacar de su bolsillo las llaves de su auto deportivo para ponerlas sobre la mesilla que se encontraba frente a él. Suspiró pesadamente y se recostó contra el respaldo del sillón, para acomodarse. Miraba hacia el techo de forma fija, preguntándose qué tan desesperado debía de estar como para intentar mantener su mente ocupada en todo momento. Y fue ese instante donde aquellos recuerdos se desataron en su cabeza. Como si se tratara de un baúl que estaba prohibido abrir y que aun sabiendo el peligro que contenía, sentía la enorme necesidad de abrirlo, para echar no más un vistazo de lo que había dentro.

Hace ya tiempo que no indagaba en esos preciosos recuerdos.

Compuso su postura en el sofá para apreciar todo lo que le rodeaba. Su enorme hogar era elegante, precioso e inmenso. Si su hermano Mokuba no viviera con él, probablemente sería un lugar enorme para una persona tan solitaria como lo él lo era. Principiando por que esa mansión estaba llena de tristes recuerdos. Cada esquina y cada mueble de esa mansión mantenía un vivo recuerdo del muchacho de cabello tricolor que le había robado el aliento innumerables veces. Escuchaba su voz rondando los pasillos y llamándole, en todas partes de ese lugar; sabía que no podía ser un fantasma, era su cabeza, recordándole lo exquisito que sonaba su propio nombre en los labios de Yami, sin importar en qué estado de ánimo se encontrara. Recordó también cada una de sus expresiones, sabiendo que cada una era fascinante para él cuando estaban juntos. Incluso muchas veces le parecía fastidioso no poder sentir ni un poco de odio hacia él en los momentos que peleaban o cuando diferían en opiniones.

Fue hasta entonces que sus orbes azules se posaron sobre el sofá que tenía frente a él. Un mueble tapizado de cuero color café que en realidad no hacía contraste de forma alguna con el salón entero, seguramente también era muy costoso al igual que el resto de muebles, pero el color de ese sofá no era el mismo que el resto de los que se encontraban en la sala, ya que el resto eran de color azul profundo. Sería un detalle importante para señalar si llegaba a pedir la opinión de alguien, pero en realidad no le interesaba si hacía contraste o no; cualquiera con el estrato social de Seto podía permitirse cambiar de sofá en cuanto quisiera. Claro que... la razón por la que se encontraba mirando ese mueble estaba lejos de ser algo tan irrelevante como eso.

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⏰ Última actualización: Jul 03, 2020 ⏰

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