Capítulo 1

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Pedaleaba a toda prisa, se me había hecho algo tarde en las entregas y ya eran las 14:15. Ella salía de clase a las dos, y aproximádamente veinte minutos era lo que tardaba en llegar a su casa. Entiendo que algunos penséis que soy una loca obsesionada o algo parecido. Pero no, no soy una loca, la segunda parte tendríamos que debatirla un poco más, y a decir verdad, no me sobra el tiempo.

Iba con tanta prisa que estuve a punto de morir un par de veces, y recibí unos cuantos "NIÑATA" o "MUJER AL VOLANTE PELIGRO CONSTANTE". Debía llegar, pero ya casi no notaba mis piernas. ¿A quién se le ocurre vivir en un décimo piso en un bloque donde no hay ascensor? A mis clientes.

Entonces la vi, con su pelo largo y castaño ondeando mientras caminaba. Llevaba unos vaqueros ceñidos y una camiseta corta blanca, con alguna especie de dibujo azulado, y una chaqueta de cuero en la mano. En ocasiones venía caminando con otra chica, de piel negra, pero ésta en ocasiones se iba en coche con su novio, y supongo que ella prefería andar.

Había reducido la marcha hasta quedarme a escasos metros de ella, sabía que no me escuchaba porque llevaba los auriculares puestos, siempre lo hacía. De repente se volteó y volteé yo también, fingiendo que observaba que no viniese detrás de mí ningún auto. Su cabeza volvió a la misma posición y suspiré aliviada. Oye, no es tan raro, la gente suele pasear en bici a marcha reducida, ¿no?

Finalmente llegamos a su casa, la miraba tan fijamente mientras se dirigía  a la puerta que no vi venir un bordillo, y ya os imagináis.

-DIOS MÍO. -alguien gritó. Yo estaba tirada en el suelo, aún procesando qué había sucedido. -¿Estás bien? -era ella, inclinada hacia mí.

-¿EH? SÍ, SÍ, CLARO. -me levanté rápidamente sacudiendo mis pantalones negros. Sus manos tocaron mi cabeza y la movía a su gusto, observándola. Me quedé sin aliento. -¿Qué... qué haces?

-Ver si tienes alguna brecha o cualquier herida.

-Me siento bien, de verdad. -miré sus labios por un instante.

-Hace tiempo leí sobre un señor que no descubrió una úlcera bajo su lengua hasta que ésta no le permitía ni siquiera respirar sin dolor. Cuando la detectaron estaba tan mal que tuvieron que amputar parte de su lengua. -me dijo seriamente. No pude reprimir el impulso de mover mi lengua incómodamente, a lo que ella sonrió.

Su sonrisa fue demasiado para mí. Levanté mi bici y me subí. Me miraba curiosa, por el nerviosismo de mis actos. La puerta de su casa se abrió y salió una mujer con gran parecido a ella, su madre supongo. -La comida esta lista, cariño, ¿a qué esperas? -En ese momento giró su cabeza para contestar, -Voy enseguida, mamá. -y aproveché para salir disparada. -Por cierto, soy La... -Sus palabras quedaron en el aire, yo ya había huído. -Lo sé... -susurré.

La repartidora (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora