Capítulo Único

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La gente se juntaba para formar parte de esa fila y poder entrar en aquella gran carpa, adornada de luces de múltiples colores que resplandecian como estrellas.

Los aplausos, los gritos de emoción y demás reacciones del publico llenaban aquel circo de vida, todos alli sabían que sin las personas que asistían no podrían hacer sus funciones diarias.

Había opciones para ver todo en aquel circo, eran tantos los talentos que se podrían observar allí, tantas las personas que venían a reconocer esos talentos.

Habia de todo, desde personas con habilidades físicas sorprendentes hasta adivinos y fenomenos con habilidades sobrenaturales.

Y bueno, luego de eso estaba Edgar, quien atendia a las personas y les cobraba la entrada al circo.
Su trabajo no era para nada aburrido, podías esperar miles de cosas estando en aquel pequeño puesto fuera de la carpa gigante de ese circo, podías ver todo lo que los de adentro no podían ver porque estaban entreteniendo al público, podías enterarte de varias cosas estando solamente sentado allí.

Y cuando eran las funciones tenia ese tiempo libre para leer y, muy de vez en cuando, escribir.
Allan amaba el género de policiales, le era fantástico todo aquello, pero siempre tenia los mismos libros, nunca tenia algo de tiempo para comprar otros.

Muchas veces se asomaba por alguna abertura de la carpa y miraba el show que daban, era tan genial ver todo aquello que se sentia feliz de estar alli.

Sus ganas de participar, de poder ser parte de ese show le hacían sentir cierta emoción, pero luego recordaba que le faltaba algo que todos alli tenían: Todos tenían habilidades sobrenaturales, a pesar de algunos no usarlas.
Pero el no.

Edgar Allan Poe era un joven de 20 años común y corriente.
Un joven que solamente estaba allí para ayudar con la "recepción" de aquel circo.

Aún así el amaba su trabajo, si no fuera por este estaría desempleado, pero eso no era lo que le hacia seguir trabajando alli como el "cajero" del circo.
Lo que lo hacia quedarse era la felicidad que le daba ver a las personas que salían del circo totalmente felices, las personas que habían disfrutado la función y que salieron de la rutina para ser felices un momento y disfrutar de ese show.

Porque así eran todos los que estaban allí, ellos trabajaban allí para hacer felices a los demás, no habia más motivo.

Bueno, excluyendo a cierto peli negro, ese chico estaba alli por los dulces más que nada.
Edogawa Rampo tenia aquella habilidad que muchos quisieran, el poder de descubrir tu pasado, presente y futuro a detalle.

Con tan solo mirar a una persona era capaz de adivinar el futuro de alguien, poder decirle el culpable de algún suceso del pasado o darle explicación de su situación y de como podria remediarla.

Ah, pero claro, si el tiene que ayudar tu tendrás que pagar. Aquel chico era amante de los dulces, muchos se sorprendían por la capacidad de comer tanto y no enfermarse.

Pero a lo contrario de lo que los demás pensarían, Rampo era uno de los más queridos del circo, a todos les caía bien ese chico con el ego demasiado alto.

Volviendo al tema de antes, todos los días al final de las últimas funciones, Edgar salía a recorrer el pueblo o ciudad en el que estaban, intentando encontrar siempre un lugar donde pueda escribir en compañía de la luz de la luna.

Siempre buscaba algún lugar que tenga algo de naturaleza, como un pequeño parque, un campo o un bosque. En el país donde se encontraban abundaban estos últimos.
Siempre se sentaba al pie de un árbol e intentaba escribir, escribir todo lo que se le venga a la mente, con aquella emoción de tener un mundo creado por ti y el cual puedes manejar a tu antojo.

[Tiempos Pasados] ~Rampoe~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora