En busca de la luz...

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  • Dedicado a Patty Gallart Muñoz
                                    

Para mi Patty.

Porque eres infinitamente increíble. Espero que te guste TÚ Grey.

¡FELIZ NAVIDAD!













Una luz adecuada logra destruir las sombras. El problema era no tener la certeza de si yo era esa luz. ¿Sería suficiente para eliminar los fantasmas de su pasado, o por el contrario sus fantasmas me oscurecerían a mí? Las preguntas me atormentaban, impidiéndome seguir durmiendo. Confiaba en ser lo suficientemente valiente para superar las cincuentas sombras de Grey, para afrontarlas y no derrumbarme. Él afirmaba necesitarme, creyéndome como una especie de cura. Christian Grey creía que yo iba a terminar con sus sombras. Me aterraba esa idea; él confiaba en mí y yo… yo no sabía si podía con todo aquello. Lo único que tenía claro es que lo amaba tanto como una mujer puede llegar a amar a un hombre, incluso más. Lo amaba como los locos querían a las estrellas, como los poetas amaban a los versos. Lo necesitaba. Christian, en poco tiempo, se convirtió en mi oxígeno.

Los días a su lado pasaban y ambos esperamos el momento que la bomba estallara. Había conocido su pasado, las cincuentas sombras se desvelaron y los dos sabíamos que yo comenzaba a perder fuerzas. Demasiados secretos, demasiada oscuridad. Pero no podía marcharme, no iba a huir. Tras haberlo hecho una vez comprendí que nada serviría, el sufrimiento me seguiría, más intenso si no estaba al lado de Christian.

Cada mañana, lo primero que veía era el miedo en sus ojos grises; miedo a que me echara a correr y jamás volviera. Y por las noches, sus brazos se convertían en cárceles a mí alrededor, abrazándome con firmeza.

El Grey seguro y pagado de si mismo que un día conocí, se convirtió en una versión insegura, mostrando realmente el niño herido que llevaba en su interior. No obstante, no siempre era así. En el cuarto rojo volvía a convertirse en el Amo del Universo.

—Tus pensamientos se oyen desde kilómetros.

Levanté la vista del edredón blanco, encontrándome a Christian en medio de la puerta de la habitación. Vestía con un perfecto traje hecho a medida y la corbata gris correctamente anudada. Oculté la sonrisa al pensar en todas las veces que aquella prenda me mantuvo atada mientras su dueño se desquitaba con mi cuerpo.

—Ahora piensas en algo pervertido—Murmuró encaminándose a la cama y sentándose en el borde sin apartar sus ojos de los míos.

Le medio sonreí y gateé hasta colocarme a su lado, a él le pareció demasiada distancia, porque con un rápido movimiento me puso sobre sus muslos.

—Llegas pronto—Dije recolocándole un mechón de su pelo.

Eché un vistazo al reloj. Tan solo eran las ocho de mañana. Christian había pasado la noche fuera por trabajo. Ante mi insinuación de que dormiría en mi antiguo apartamento se puso como un basilisco, haciéndome prometerle que lo esperaría en el Escala.

—La echaba de menos, señorita Gallart— Enterró la cabeza en mi cuello y mordisqueó la piel sensible. —Además, quería comprobar que es una mujer de palabra.

Resoplé, poniendo los ojos en blanco. Por mucho que dijera o hiciera, no le iba a convencer de que me quedaría.

—Cuando prometo algo, lo cumplo, Christian.

Me miró con el cejo fruncido y una de sus comisuras se alzó divertida.

—Veo que te has despertado de mal humor.

—Te echaba de menos. Me he acostumbrado de dormir a tu lado.

Su sonrisa se intensificó.

—Me alegra, porque vas a pasar el resto de tu vida durmiendo a mi lado, nena. —Me besó lentamente, presionando sus labios contra los míos, acariciando mi lengua con la suya. Al apartarse me levantó consigo, dándome una palmadita en el trasero—Tienes que desayunar.

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⏰ Última actualización: Mar 27, 2017 ⏰

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