Tener a Lilim a mi lado, me sienta bien. Aunque a los demás no les guste.
Lo que sea que la mantenía en su hogar se había ido justo cuando el chico le había dado la más escalofriante sonrisa posible y se había marchado.
Cerró la puerta de su casa y corrió a buscar la única cosa que le importaba, Lilim. Podía sentir su propia respiración agitándose, pasó desde la sala a la cocina, de la cocina tomó unos cuantos pequeños cuchillos, los pudo es una bolsa especial de cocina y corrió a su cuarto. En su cuarto tomó las llaves de su auto, y su celular de la mesita, al pasar por su espejo se vio claramente a pesar de la leve oscuridad, trataba de ejercitarse de vez en cuando pero su ropa casual no era la indicada para el movimiento que requería correr. Una camiseta negra por debajo de un suéter azul pastel con cuello de tortuga y una falda larga con caída hasta sus tobillos de color aquamarine que ocultaba un short negro por debajo.
No importaba, de todos modos. Si uno escuchaba lo que ella escuchó solo había dos posibilidades. Que estuviera loca o que estuviera en peligro, apostaba 9/10 por la primera. Salió de su habitación con la mayor rapidez posible, tomó un bolso que contenía un poco de comida para Lilim. Lilim era una serpiente calmada así que estiró su brazo y esta subió por el. Lo hizo rápido, en sus ojos se veía la inteligencia y esa mirada decía que sabía de su prisa.
Tomó la parte de atrás en cuanto Lilim estuvo enrollada en su cuello. Confiaba en que no se soltara, nunca la dejaría atrás. Justo cuando salía escuchó la puerta de enfrente, un sonido de... Oh, por Dios, díganme que solo soltó las viejas bisagras. Pero no, lo que escuchó fue un gran golpe, como si algo hubiese golpeado la pared. Eso fue lo único que la animó a correr más lejos, soltando la bolsa.
—Oh, pastelito ¿no estarás escapando, verdad?— Era ese chico, oyó la voz antes que chocara contra una sólida pared. Solo que no era una pared, mierda, ¿no es esto típico? ¿Qué sigue ahora?
Estaba en frente suyo. Ella se alejó lentamente, fue un milagro que no se haya caído con el choque.
—Pastelito, ¿no me contestarás?—Su voz sonó esta vez detrás de ella. Se volteó bruscamente a verle, podía sentir a Lilim moverse de su cuello a su espalda— Empiezo a pensar que no te caigo bien— Su sonrisa fue cruel, antes de que la viese completamente. —Estas... ¿temblando?—Ahora tomó su mano, apretándola de una manera que le hizo gritar a todo pulmón. — Me halagas, en serio.
La acercó violentamente a él, provocando un extraño sonido acompañado inmediatamente de el dolor más intenso que hubiera sentido nunca. Más grande que la propia muerte, si pudiera decir. ¿Tal vez? Tal vez no.
—Oh no, rompí tu muñeca—Su dolor no dejaba que escuchase, este.... nadie debía poseer esa fuerza nunca. Esto no era normal.— ... ver tu hueso saliendo— Su voz sonaba acelerada por ello, necesitado ferozmente.
¡No, debía concentrarse! Claramente era un asesino, necesitaba tirarse al suelo, hacer que Lilim huyera. Podía ser peligroso pero mejor que ella tuviera oportunidad de vivir.... aunque sea unos minutos más que ella.
—Me...— Se cortó a sí mismo y tosió un poco, arreglando su garganta por el sonido de ello. La soltó un rato, enteramente arrojándola, como si le asqueara.
Esto le dio justo lo que quería, haciendo de increíble voluntad para no ver su mano izquierda, guió el brazo derecho de donde Lilim se enrollaba hacia en suelo, incentivándola a bajar. Ella, por supuesto, reptó hasta estar en el suelo. Donde al menos se podría ocultar entre hojas, no seria fácil por su color de piel.
—Ven acá— Ella debía de haber hecho un movimiento parecido a No quiero morir, así que me iré lentamente sin que el idiota de mi asesino se de cuenta porque la volvió a levantar con una fuerza increíble. —No irás a ningún lado, pastelito.
Ella seguía sintiendo dolor indecible, pero eso no le impedía momentos ínfimos de cordura, aprovechando su cerebro para decirle una única cosa "Haz tiempo, el tiempo es valioso" Sabía que el porcentaje de supervivencia de un desaparecido iba decreciendo al par de la cantidad de días que se estuviese perdido. Si el posiblemente no quisiera matarla, debía hacer tiempo.
—Dime, qué es lo que quieres—su aliento era precario, entre cada palabra se notaba el dolor adjunto. Pero aún así lo dijo con claridad.—Si me secuestras no te darán nada, no tengo lo que posiblemente quieras tampoco.
—No busco dinero— Dijo, en tono despectivo. Luego la miró de arriba a abajo abiertamente, mostrando su asco— Y no tienes nada que yo quiera.— Con eso, la acercó aún más, volteándola para que viera la luna. Sentía su respiración en la nuca, y su fuerte brazo apretando aún mas la herida de su muñeca y el otro en su cintura. —Tampoco quiero secuestrarte, estúpida mortal, he venido a matarte— Con eso, pudo sentir la mano que la retenía en su puesto subir peligrosamente arriba, acompañada de la mano de su muñeca, directa y muy escalofriante.
— Todos querríamos saber por qué seremos asesinados— Su mente entró en estupor, el dolor ignorado, remplazado en cambio por la adrenalina. —Sería lo justo, por lo menos eso me daría un mínimo indicio de paz antes de morir— Sí, estaba jugando un juego muy peligroso. ¿Las apuestas? El haber oído alguna vez que un porcentaje de los asesinos comúnmente sentían arrepentimientos, y así floreciendo la esperanza de crear aún más tiempo. Darle tiempo de distraerlo y huir. ¿Lo que podía perder? No mucho, solo su maldita vida. Jodidamente hermoso ¿no es así?
— Y yo no querría ser para nada injusto ¿no?— Sintió sus manos, o mejor dicho la ausencia de ellas, en su cuerpo; sin embargo, fue inmediatamente lanzada hacia en frente, chocando con el suelo con tal fuerza que su visión se hizo borrosa. La adrenalina fluctuando, yendo de arriba a abajo, dependiendo de cuando él la volvería a tomar presa de su maligna aura.
Ella calló, no iba a quitarle la obvia necesidad de darle las magníficas razones para matar a una extraña que reflejaban sus ojos.
— Verás, yo pertenezco a un selecto grupo de personas— Se rió, probablemente una broma para si mismo— Este grupo es caracterizado por gran riqueza y una cantidad abominable de elegancia y poder. Esta gente, también, es conocida por odiar las amenazas, consideran a las amenazas tan malas como la traición — ¿Traición? ¿A quien habría ella traicionado? ¿O amenazado? Solo era una loca obsesionada con serpientes, por dios. —Ugh, obviamente estoy dando rodeos— Se reprendió a si mismo— Lo cual es innecesario, ya que vas a morir, así que ¿quieres la verdad?
Su cuerpo gritaba ¡No! Y su cerebro concordaba, pero su boca dijo—Sí... quiero saber.
— Estas a punto de morir a manos de vampiros— Justo cuando ella iba a refutar, él la silenció, contentando ya una de sus preguntas — No me importa si no crees, ni tampoco cualquier otra cosa que puedas decir por ello. Lo único que debes saber es que hoy morirás porque hiciste enojar a un pez muy gordo en muestra monarquía y eso se paga con sangre.—Sonrió, el juego de palabras le parecía ridículo ya que no era él quien tenia la vida de un hilo.
—¿Por qué?— Fue el único susurro que salió de su boca. No sabía que hacer, su cuerpo se estaba revelando, la adrenalina opacada por el fuerte sentimiento de inminente muerte.
— Porque naciste.

ESTÁS LEYENDO
The bloody heir
VampireLa heredera sangrienta trata sobre Dania, una criadora de animales, con un gusto por serpientes. Dania vive en un lugar recóndito de Canadá. Persiguiendo su sueño de tener una tienda donde pueda convivir entre animales mientras los da en adopción y...