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Nunca iba a estar lo suficientemente seguro sobre la decisión que había tomado, pero creía que de alguna forma era mucho mejor para su estabilidad mental, aunque de esta quedara muy poca. Tres semanas y poco más habían pasado desde que su amada hermana decidió tomar su propia vida en sus manos y dejarlo solo sin nadie más en quién sostenerse. No la culpaba, claro que no, al contrario; creía que el valor que tenía Alune jamás ni imaginándolo él lo tendría. Agobiada por los lamentables padres que les habían tocado, teniendo que seguir una religión de la cual no se sentían partícipes, contribuir en una secta donde la única motivación a su fe era aprovecharse de la inocencia de los niños pertenecientes a esa creencia con la excusa de que "esto es necesario para poder ser recompensados por la gloriosa Luna"  o eso había dicho una vez uno de los pastores que se dedicaban a orar en nombre de los Lunari, el azabache nunca había sentido tantas ganas de vomitar y golpear a alguien en una misma situación. Pero esa no fue la gota que rebalsó el vaso para su hermanita, no sólo tenía el estrés de ser una de las "nacidas durante una extraña convergencia lunar en la que la luna física fue eclipsada por su reflejo en el reino espiritual", sino que incluso sus padres creían que debían sacrificar su cuerpo y alma por esto mismo entregándola a ella y a su hermano por completo a su religión. Claramente estaban todos y cada uno de ellos safados de un tornillo, los hermanos sabían esto, eran otros tiempos y les había tocado la desgracia de vivir en una familia que estaba estancada en el pasado. El día que uno de los amigos más cercanos a su padre había tocado indecentemente a Alune de manera que la dejara marcada durante toda la vida hasta el día que terminó por suicidarse; Aphelios no había estado ahí para detenerlo, no pudo ayudar a calmar las penas de su pequeña hermana y tampoco logró pedirle perdón por ser un hermano tan incompetente, ya que de todo esto se enteró en una carta que había dejado la lunari para y específicamente él. Fue entonces cuando el azabache se dijo a sí mismo que tenía que salir de ahí antes de que su situación pasara a peor, aunque si hubiera tenido el valor de quitarse la vida en el momento en que se enteró que Alune no estaba en el mismo mundo que él lo hubiera realizado, pero era un cobarde, alguien que no tenía los suficientes huevos como para hacerlo. Se encontraba destruído, había escapado de su hogar con tan sólo un sueter que para nada le ayudaba a soportar el frío que había en ese momento y la carta de su hermanita con él, pero no se podía quejar ya que había huído tan rápido como pudo antes de que sus padres llegaran a casa y si tenía suerte estos mismos no se interesarian en buscarlo; además de que ahora mismo tenía otro asunto pendiente mucho más importante. Encontrar algún lugar en el cual pasar al menos la noche o juraba que moriría congelado ahí mismo, gracioso, eso sería muy gracioso. A lo lejos de la calle desolada por la cual vagaba divisó un pequeño local, que al acercarse daba a ver que era una cafetería. Rogó porque allí dentro encontrara a su salvador o salvadora que le brindara un lugar cálido y cómodo para pasar la noche, con una noche sería suficiente. Respiró algo agotado una vez se encontraba frente a la puerta, su garganta ardió como nunca y se maldijo a sí mismo por haber abierto la boca. Presionó sus labios de manera que quedaran sellados y se adentró al local, había un solo cliente.

— Sí, bueno, dejame decirte algo maldito mocoso. No es que yo sea un estúpido o un sordo, tu nombre es jodidamente difícil, hazme el favor de decírmelo otra vez o voy a dibujar un jodido pene en tu café. Estás hablando con el creador de esta grandiosa idea, amigo. — un chico de estatura mucho más alta que Aphelios, y mucho más musculoso, se encontraba del lado de la barra atendiendo al que supuso era un cliente, tenía unas orejas que llamaban bastante la atención a simple vista y el azabache dedujo que era un vastaya o algo parecido, tomó asiento al fondo de la barra y observó cabizbajo la situación. El cliente parecía enojado.—

— Maldito híbrido, tú y toda tu familia merecen la muerte. No quiero tu asqueroso café. Inservible, incapaz de poner un puto nombre. Termina la puta escuela. —el chico que se encontraba del lado de la atención al cliente empujó con enojo una de las sillas tirando todo a su alrededor y salió del local sin llevarse su café, el chico que atendía parecía una bestia a punto de atacar pero que había logrado calmarse de alguna forma. Suspiró agotado y golpeó la mesa con una fuerza tremenda, asustando completamente al azabache, fue cuando notó su presencia.—

death bed. ─ sett x aphelios. settpheliosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora