Capitulo 1: El llanto de un muerto

88 1 2
                                    

Dicen que cuando mueres ves tu vida pasar frente a tus ojos, que ves a tus seres queridos llamarte desde el otro lado, que ves la luz al final del túnel, pero lo único que yo sentía era el frío y húmedo suelo en mi espalda, la temblorosa mano de Cristian sobre la mía y el agudo dolor del disparo en mi pecho, a lo lejos podía escuchar los gritos de David pidiendo ayuda, no podía levantar la cabeza pero sabía que corría por la calle gritando, no tenía fuerza para moverme, las lágrimas llegaron a mis ojos y me nublaron la vista, no hice nada por detenerlas, sabía que había llegado mi hora, que había llegado el final, poco a poco empezaron a derramarse por mis mejillas, era el llanto de un niño, eran lágrimas de tristeza, de fracaso, de dolor y de humillación, lloré amargamente porque más que nada me dolía imaginar la cara de mi madre cuando le dijeran que estaba muerto, me dolía ver en sus ojos un silencioso remordimiento al preguntarse que hizo mal al educarme, lloré al imaginar el llanto de mi padre al tener que identificar mi cadáver en la morgue de un hospital de la colonia Roma, de esos que huelen a muerte y sudor, sabía que se echaría la culpa por mi fracaso, que lloraría esa y muchas noches más por mi culpa, que se preguntaría que le faltó como padre, lloré de rabia e impotencia al saber que no podía hacer nada, que iba a ser un muerto más en un periódico de esos que venden por tres pesos en el metro de la ciudad, que sería una noticia más para entretener a la gente en su camino al trabajo, lloré al pensar en mi novia, que al confesarle este estúpido plan solamente me miro a los ojos y me dijo que me amaba y que confiaba en mi, que me apoyaría en todo, lloré de miedo, de miedo por mis amigos, puede que hasta llegara a sentirme contento de ser yo el que estuviera muriendo y no uno de ellos, que siempre me apoyaron en esta estupidez, jamás hubiera podido vivir sabiendo que por mi culpa alguno de ellos había muerto, nunca me lo hubiera perdonado, lloré de tristeza al saber que nunca llegaría a graduarme de la preparatoria, es increíble cómo estar muriendo te hace ver que algo tan insignificante es tan importante porque por más pequeño que sea es algo ya no podrás hacer, lloré de enojo porque a pesar de que me lo advirtieron, convencí a mis amigos de escaparnos esta noche y tratar de continuar con este absurdo plan, de enojo con aquellos que le dicen a los jóvenes que deben seguir sus sueños, porque mis sueños me trajeron a esto, de enojo con Dios porque a pesar de mis buenas intenciones esta noche me iba a dejar morir como un perro, en la calle y sin mi familia, de enojo con la vida, por ser tan injusta con aquellos que sólo queremos ayudar a los otros, pero sobre todo de enojo conmigo mismo, porque a pesar de estar muriendo aún guardo una esperanza, aún espero que mañana despierte en la cama de un hospital con una venda en el pecho y con mi familia, aún espero que todo esto sea un sueño, aún tengo esperanza en sobrevivir, lloré porque dentro de mi aún quiero vivir, porque quiero volver a ver a mi madre cocinar esa comida que me encanta, porque quiero volver a ver a mi padre llegado de trabajar, porque quiero vivir, porque ver llorar a Cristian frente a mi es duro, porque me gustaría volver a sentir los labios de mi novia y susurrarle al oído que la amo, porque quiero pasar más tiempo con ella, quiero vivir, porque quiero ir a un concierto, quiero ver otro atardecer, quiero viajar, quiero ir a la universidad, quiero vivir, quiero tener hijos, nietos, quiero jugar con ellos, porque quiero vivir, quiero poder soñar una vez más, quiero decirle a mis amigos que voy a estar bien, que no se preocupen, quiero volver a sonreír, pero sobre todo porque sin importar cómo, quiero vivir.
Lloré y seguí llorando, porque sabía que todo aquello era una tonta ilusión, porque sabía que todo había acabado, que nunca más volvería a tocar mi guitarra, porque sabía que nadie me recordaría, que sería uno de tantos fantasmas que vagan por el mundo a plena luz del día rogándole a la gente que les recuerden, que les lloren, que les digan que algún día estuvieron vivos, lloré más fuerte sin importarme que me doliera el pecho porque todo esto había sido mi culpa, culpa de mis ambiciones y sueños, culpa de un niño que quiso jugar a ser adulto sin pensar en las consecuencias, culpa de mi orgullo, lloré porque ya no podía llorar.
No se cuánto tiempo pasó, pero pude imaginar mi funeral, lleno de personas a las que nunca les importé, de personas a las que conté mi sueño y me dijeron que era un idiota, de personas que tenían razón, vi también a mis padres llorando, la mirada perdida de mi madre y el vacío que reflejaban los ojos de mi padre, ví a mis amigos tristes, y sobre todo, vi el sentimiento de culpa incrustado en sus ojos, y luego me vi a mi, y estoy seguro de que eso es algo que no le deseó a nadie.
Quiero vivir... no podía pensar en otra cosa... quiero vivir... era a lo que me aferraba en ese momento, lentamente abrí los labios y tome aire... quiero vivir... David y Cristian estaban frente a mi, los mire a los ojos, ambos lloraban... quiero vivir... sentí sus manos, estaban frías y temblaban... quiero vivir, no puedo callar esa voz en mis cabeza, debo decirles, quiero vivir... Apreté sus manos en las mías y dije: "Quiero... Quiero que vivan".
Y entonces eh muerto, sin cantos ni gloria, sin techo, sin familia, uno más en este mundo, me gustaría decir que fue hermoso, que fue glorioso, que fui un digno adversario para la muerte, pero no, sencillamente desapareció el dolor, deje de sentir frío, tristeza, enojo, todo se volvió obscuro, eh muerto por buscar mis sueños, eh muerto por jugar a ser algo que no era, eh muerto por querer vivir, pero sobre todo, eh muerto por querer ser un héroe.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Dec 30, 2014 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Sueños en el vientoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora