Natsu Dragneel el último de un antiguo linaje real y el heredero al trono, proviene del reino de Dragnof.
Más sin embargo el se considera un ser sin pasado ni historia, donde lo único que sabe y recuerda es haber despertado solo en las profundidade...
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Miedo. Desesperación. Desgracia.
A estas alturas ya no podía sentir el escalofrío de mis huesos ni el temblar de mis manos. Inmediatamente mi cuerpo se emergió en un entumecimiento criogénico. La vista del tono carmesí manchando las palmas de mis manos me hizo recordar que aún me encontraba viva. Pero la belleza de la nieve blanca, quedo marcada en el momento decidí erguirme del suelo.
A pasos torpes comencé a andar, mis piernas temblaron, y mientras tanto mis pies titubearon al tercer paso, inmediatamente mi cuerpo cedió al agotamiento cayendo de rodillas contra mi propio peso.
¡No!
¡No te rindas!
Mi mente gritaba, sin embargo, no tenía la fuerza suficiente para ponerme de pies nuevamente. Entonces estiro mis brazos y comienzo a arrastrar mi cuerpo por a través de toda la nieve. Tenía que llegar, tenía que hacerlo, antes de que fuera demasiado tarde.
Dejé atrás la frigidez de la nieve y me sumergí en la acuosidad de otro líquido. MI cuerpo se entumeció. No quería seguir avanzando, inmediatamente reconocí la nueva capa de suelo por la que me arrastraba.
Un líquido demasiado rojo, demasiado denso.
Lo despreciaba. Lo maldecía.
Odiaba cómo olía, una sensación parecida al acero oxidado. Odiaba cómo sabía, como el hierro y el plomo siendo empujados a través de mi garganta.
¡Me asfixia! Ahoga mis pulmones con el ácido nauseabundo de mi estómago. Siento como mis órganos se retuercen, alcanzo a vomitar el tiempo suficiente para ver nuevamente la desgracia frente a mí.
Mi visión logra despejarse, sin embargo, no tuve tiempo de reaccionar. Entonces el tiempo se detiene para mí y observo de nuevo aquel brote liquido salpicar nuevamente sobre la nieve y teñirla una vez más.
Lo reconocí en ese instante.
¡Sangre!
Mas, sin embargo. No era mía.
Tan solo pedía, rogaba y suplicaba que me perteneciera a mí.
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¡MAMA!
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. . ."Cuando la oscuridad cubra por completo el mundo, el verdadero Rey de Reyes aparecerá" . . .
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