Una semana

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Miraba a un punto fijo de la taberna, sin decir nada, dejando que la música de esa rockola vieja inundara mi mente; sin embargo, Lenny era todo mi pensamiento.

Cómo no me había dado cuenta que tu sola presencia alegraba este asqueroso lugar. Tus grandes ojos tan brillantes y tus finos labios, tan dulces y siempre con una gran sonrisa. Un gesto del cual nunca me cansaría de ver.

Y lo admito. Admito que era consciente de tu atractivo físico. Siempre con esa camisa que resaltaba tu delgado cuello y tu fisionomía que, discreta, pero adorablemente torneaba tus leves caderas, pero nunca pensé en algo más de lo afortunado que era tenerte como amigo.

Jamás caería por lo físico, pues sería rebajar todos estos años de amistad a nada. Sin embargo, tampoco tengo salvación en ese tema. Eres demasiado bueno. Siempre preocupándote por los demás. Preocupándote por mi. Hasta llegar a poner la vida de este imbécil sobre la tuya.

Me sentía realmente afortunado, pero a cambio, solo te reflejaba indiferencia. No sé qué me pasaba. ¿Será que estar a tu lado tanto tiempo me ha hecho despreciarte?

Verte como ver al cielo, algo tan natural, de todos los días, me hizo nublar lo especial que eres; perdiendo la oportunidad de apreciar en carne propia tu compañía y admirar lo que provocas en mí, como esas tardes en donde caminábamos, charlábamos y reíamos. Todo era fantástico. Nunca se nos acabó el tema de conversación y la puesta de sol, indicando las últimas horas del día, tenía que retrasarse para escuchar el final de la charla. ¿Será eso o lo estúpido que soy?

Y pensar que me tienes así. Tan miserable y jodido por solo cinco días. Cinco cortos pero insufribles días que pasaron tan lentos con tu ausencia y, aún con toda la espera, tenía que aguantar dos más sin ti. Sin tu sonrisa, sin tu ternura, sin tu voz. Me maldigo por haber disfrutado el comienzo.

Recuerdo cuando me lo dijiste junto a los chicos. Era un sábado cualquiera y nosotros estábamos en esta misma taberna. De nuevo, discutimos sobre un tema que ya ni recuerdo, cuando llegó Homero.

Tú viste que ya estaban todos y te dispusiste a hablar. Nos contaste sobre tu abuela, cumplía esta semana y querías ir a visitarla. Yo, como el idiota que soy, no le tomé importancia, pero al parecer Simpson sí lo hizo. Levantó su copa y propuso beber como si no hubiese un mañana en nombre de Lenny, para reemplazar lo que no beberíamos juntos todos estos días. Moe parecía feliz por la idea, yo solo disimulé.

Tomamos hasta que Lenny se tuvo que ir. Dijiste que debías abordar temprano el avión, pero que, aún así, estaba agradecido por el acto de Homero. Eso me dio un malestar amargo y ya no quise pensar en ello, manteniendo silencio en el camino.

Lo acompañe hasta su departamento. Se veía triste, mas no dijo palabra alguna. Solo me miró por unos momentos, como si sus ojos esperaran algo, alguna palabra que le aliviara el remordimiento, pero solo le dije que se cuide y me marché. Estaba enojado conmigo y no me daba cuenta. Me quede pensando en ello toda la noche.

Pasó el primer día y se sintió raro, pero pensaba aprovechar este momento para mi mismo. Ver algunas cosas, repasar algún hobbit. Algo que llevase solo mi nombre. Fue el primer día en años que hacía algo sin Lenny. Me sentía nuevo y realicé lo que esperaba.

Pasó el segundo día, de nuevo la idea de ser solo yo me llenó, no se veía tan mal en ese entonces, hasta que empecé a recordarte.

La planta nuclear se sentía vacía. Comer las donas sin charla alguna me dejó confundido y, sin querer, mi ánimo había bajado. Parece que Homero se dio cuenta, pues se acercó a hablarme. Tocamos temas como los que usualmente hacíamos, pero, extrañamente, no me emocioné como siempre, aunque apreciaba la intención, me distrajo un rato.

Una semana [One-Shot] [Carl x Lenny]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora