Si Jaebeom era totalmente sincero, no sabía cuánto tiempo más iba a soportar mantener ese teatro.
Llevaba dos meses en esa casa y las cosas no estaban resultando para nada como lo había esperado.
Le gustaría decir que el tiempo que estaba recuperando con su padre al menos iba por buen camino, sin embargo, la realidad era otra. Lo que se suponía serían días de padre e hijo se vieron alterados con una presencia adicional que se sumó a las actividades de ambos.
Jackson Wang.
Jaebeom sentía esa ligera molestia mezclada con frustración crecer en su pecho con solo pensar en el nombre del contrario.
Y no, la razón por la que el pelinegro se sentía tan molesto con la presencia del menor no era porque estuviera celoso de ver invadido el tiempo con su padre, Jaebeom no era tan infantil. Él tenía claro que Jackson era también como un hijo para su papá y estaba perfectamente bien con eso.
El problema era el rumbo que su relación con Jackson había tomado.
¿Cuánto tiempo más Jaebeom tendría que esperar para follarlo de una vez y quitarse esas ganas que lo estaban consumiendo?
Y cómo no, sí el menor lo único que hacía era provocarlo, retarlo y dar marcha atrás. Dejando a Jaebeom con una erección dolorosa de la que tendría que encargarse después.
Él sabía que Jackson también lo deseaba, lo notaba en la mirada hambrienta que le dedicaba cuando estaban a solas. Y en los roces innecesarios que le hacía cuando trabajaban arreglando un viejo automóvil que parecía deshacerse en pedazos pero su padre se negaba a dejar ir, alegando que sería una buena idea arreglarlo entre los tres.
Pero sobretodo, lo sabía cuándo el rubio invadía la tranquilidad de su habitación cada noche y se aprovechaba de él.
Sí, porque eso era aprovecharse.
Aprovecharse de la debilidad humana, por supuesto.
Jackson entraba como un torbellino, acorralaba a Jaebeom en su propia cama, devoraba sus labios, arrancaba sus prendas, marcaba su piel como si la reclamara suya, se hundía profundo en su garganta sin avisar, y cuando Jaebeom sentía que por fin podía tomar un poco de control en la situación, se iba.
Sin decir nada, tomaba su ropa y le dedicaba una sonrisa diabólica disfrazada de inocencia antes de cerrar la puerta.
Pero a la mañana siguiente estaba ahí, tocando su puerta para que bajara a desayunar. Como si nada hubiera pasado.
Tan descarado.
El coreano había interpretado todo como un reto, una invitación atrevida al juego del rubio.
Entonces, sin darse cuenta pero tampoco poniendo resistencia alguna, habían sido arrastrados en esa guerra silenciosa, en la que cada uno quería el poder pero ninguno estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.
En el día, sus cuerpos danzaban en un vaivén lujurioso, hambriento y discreto. Se movían entre los pasillos, en las habitaciones y en cada rincón de esa casa, empujando sus pieles en roces obscenos que pasaban desapercibidos para los dos adultos enamorados quienes creían que aquellas miradas y sonrisas cómplices eran símbolo de una buena amistad forjándose entre sus hijos.
Pero el tiempo no había pasado en vano, ambos habían aprovechado cada segundo aprendiendo del otro. Se habían conocido, no como hermanos, no como amigos. Solo como dos almas libres que aunque parecían no encajar en ningún aspecto, se complementaban perfectamente.
Actuaban como si la noche fuera solo una ilusión, un espejismo. Y realmente Jaebeom se había hallado a sí mismo cuestionándose varias veces si realmente pasaba algo o era solo su mente perversa que lo torturaba entre sueños.
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C h i c o M a l o | ❲ Jackbeom - Jaeson ❳
Short StoryIm Jaebeom siente una fuerte atracción hacia los chicos malos, de esos que intimidan con la mirada pero que después de todo se dejan dominar por él. Y tal parece que el hijo de su madrastra encaja a la perfección con sus gustos... ...O tal vez no de...