Se tienen la una a la otra; por eso se abrazan.
Un día más para disfrutar de los pequeños placeres que les da la vida: ver el atardecer, juntas, con mil ideas y otros tantos miedos en la cabeza, pero en calma, por tener el privilegio de tenerla a su lado.
Porque no piden nada más; una manta que las proteja del frio otoñal de Copenhague, y la certeza de que no están solas.
Viven sus vidas como cualquier otra pareja: ríen, lloran, discuten, forman dibujos y estampados en forma de caricias en la piel de la otra.
Porque no piden nada más; solo buscan el cobijo de su amor para poder enfrentar con el poder similar al de un arcángel los fantasmas rosas que a veces tienen la osadía de aparecer en sus vidas.
Viven dentro de una canción indie, pero no importa; están en casa.