Sin ti

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Disclaimer: Black Clover y sus personajes pertenecen a Yūki Tabata.


Tumbada de lado en aquella maltrecha cama, Charlotte miraba la pared constantemente. Las humedades la cubrían por completo, haciendo que la pintura se cayese en varias partes, mostrando así el deplorable estado del cuarto.

No sabía exactamente cómo era posible que estuviera allí y con esa compañía precisamente, cómo habían llegado hasta aquella habitación de la posada más próxima que se habían encontrado; ni siquiera sabía cómo había ocurrido todo para que ese frío día de invierno hubiese desembocado en aquella situación.

Sentía el brazo de Yami rodeando su cintura con insistencia, como si soltarla le supusiera una especie de castigo. La respiración pausada del hombre chocaba contra su nuca y notaba su pecho desnudo contra su espalda. Miró con algo de recelo la mano, la cual descansaba sobre la piel pálida de su estómago. Era ruda, era, en cierto modo, incluso áspera, pero la envolvía en una reconfortante y pura caricia que pensaba que jamás iba a recibir. Y menos viniendo de alguien como él.

Todo había sucedido ese día demasiado rápido. Se había cruzado con Yami en una de las calles del reino. Cada uno patrullaba a solas —Yami más bien buscaba una taberna para beber cerveza hasta quedar inconsciente—, por tanto, había sido un encuentro completamente fortuito.

Rápidamente, el Capitán de los Toros Negros había empezado a reírse de la rigidez extrema de Charlotte, a jugar con sus sonrojos y sus reacciones gélidas. Pero ese día no se desarrollaron sus interacciones como normalmente lo hacían, no. Porque ese día, nadie sabía cómo, Charlotte había confesado que sentía algo más por él después de escuchar las múltiples burlas de Yami, que, tras ser consciente de lo que significaban aquellas palabras, se había quedado mudo.

La Capitana de las Rosas Azules, al observar que la reacción por su parte era nula, se había sonrojado como nunca antes, le habían entrado incluso ganas de llorar y se había decidido a escapar.

Sin embargo, justo cuando iba a hacerlo, Yami la había sujetado del brazo, la había conducido hasta un callejón apartado y oscuro y la había besado. La había besado tanto, durante tanto rato y con tanta vehemencia que pensaba que sus labios se iban a desgastar.

Al mirarse a los ojos en una breve pausa que hicieron para tomar aire, deseosos el uno del otro, se habían dado cuenta de que necesitaban sentirse mucho más en profundidad. Por lo tanto, se habían alejado del callejón y se habían adentrado en el primer hostal que encontraron cerca.

Después, todo fue lujuria, gemidos trémulos, nervios, excitación descontrolada y fervor por sentir piel contra piel sin las restricciones de la ropa de por medio.

Y ahí seguía Charlotte, con su mirada fija en la humedad de la pared, sintiéndose como la más insulsa de las mujeres, sintiéndose tan poca cosa que quería desaparecer.

Su inexperiencia la abrumaba, le nublaba la mente, la aturdía, porque le hacía pensar que Yami no había disfrutado en absoluto aquel encuentro íntimo.

Nunca había estado con nadie. Aquella fue su primera relación sexual y, al no ser ya una adolescente que empieza a despertar sus primeros instintos y deseos sexuales, se sentía más ridícula que nunca. Probablemente, Yami había estado con varias mujeres antes que con ella y no quería mirarle a los ojos y ver la decepción que su torpeza en aquel terreno le provocaría. Porque estaba segura de que se había percatado de su virginidad.

De pronto, Charlotte sintió la mano de Yami recorriendo su piel desnuda y su cuerpo se estremeció por completo. No sabía si iba ser capaz siquiera de mirarlo a los ojos. Al observarla tan tensa, el hombre le habló al oído con suavidad.

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