24. El Tratado.

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Nervios.

Esa era la palabra que me describía a la perfección en estos momentos.
Mi pie derecho no dejaba de golpear el suelo del coche con insistencia produciendo un ruido sordo que gracias a Dios mis acompañantes no se habían molestado en recriminarme. Mantenía las palmas de mis manos sobre mis rodillas y los brazos estirados en una clara de señal de incomodidad.

Para ese día me habían obligado a usar un vestido color negro ceñido al cuerpo hasta medio muslo y que a partir de esa zona caía en cascada hasta el suelo, y por si fuera poco, también unos tacones de cinco centímetros que a pesar de que me dijeron que los había muchísimo peores, no había caminado absolutamente nada y ya me dolían los pies.

Con la excusa de este ser un encuentro "formal", mis tres acompañantes masculinos tuvieron que vestirse con trajes, corbatas y zapatos lustrados. Quien nos vea a los cuatro ahora mismo pensaría que no somos más que jóvenes chicos a los cuales les llueve el dinero, pero la realidad del por qué estábamos tan "elegantes", era otra totalmente distinta.

El coche en el que nos trasladábamos era de cuatro plazas: El líder estaba al volante, de copiloto iba Jimin, detrás de este último iba sentado y sin despegar la vista de la ventanilla, Jeon, y junto a él estaba yo.

Nadie había dicho nada desde que salimos de la manada, las únicas palabras que intercambiamos fueron para decirnos lo bien que nos veíamos, las advertencias del líder hacia Jeon y a mi sobre nuestro comportamiento una vez que lleguemos a territorio de los Kang y el "No me gusta poner mi vida en manos de nadie" de Yoongi cuando Jeon le preguntó por qué no tenía chofer particular.

La carretera principal, a excepción de nosotros, estaba totalmente desierta.

Llevábamos unos cuantos kilómetros y no nos habíamos topado con ningún otro coche. Otra razón que contribuye a mi nerviosismo.

Mi loba estaba tan e incluso más inquieta que yo. Movía sus ojos frenéticamente de un lado a otro y no salía de su estado de alerta, a la espera de que algo malo nos sucediera.

Cuando pasamos de largo un cartel que indicaba que solo quedaban cinco miserables kilómetros para llegar a territorio Kang, los ojos de Yoongi se encontraron con los míos a través del retrovisor, y esa fue señal suficiente para saber a qué se refería.

Por unos segundos dejé de martillar el suelo con el pie y cerré los ojos tras tomar una respiración profunda. Mi loba hizo exactamente lo mismo y comenzó a reprimirse poco a poco hasta que mis orejas y cola terminaron por desaparecer.

Cuando abrí los ojos ya no tenía la mirada del líder sobre mi, en cambio, había llamado la atención del alfa a mi lado.

- Wow... me faltan vidas para llegar a comprender del todo el funcionamiento de los Piscis...

- No es nada del otro mundo, es tan solo una parte de tu lobo que no puede ser contenida. No le veo el misterio.

- Sabes HaRa mis padres decían que un Piscis es señal de fortaleza, porque si la parte humana no puede retener a la lobuna quiere decir que esa persona es realmente poderosa.- se quedó callado unos segundos antes de agregar con tono asustado - Por favor recuérdame siempre no meterme en problemas contigo...- Una leve risilla abandonó mis labios, había logrado relajarme un poco con ese comentario.- Pero dime lobita. ¿Cuando lo ocultas no te duele?

Negué.

- Duele solo las primeras veces, supongo que también depende de la complexión y las características del cuerpo de cada uno, pero en lo particular puedo decirte que no, cerca de la cuarta o quinta vez dejó de doler.- el asintió lentamente mientras procesaba la información.

Leyenda /JJK - Omegaverse.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora