Capítulo XI

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La mañana llega tranquila, los brazos de Elías me mantienen pegada a él, casi aprisionada, me da la sensación de qué, le da pánico la idea de quedarse solo...

Aún está dormido y aprovecho para observarlo detenidamente "somos libres" pienso y sonrío "trescientos mil años preguntándonos si esto era un castigo o una bendición"  acaricio su cuello con la punta de los dedos.

Está durmiendo profundamente, creo que no lo había visto dormir así desde el Jardín... "¿qué habrá sido para él?" me pregunto "estar luchando constantemente contra el sentimiento... creo que jamás lo sabré, pero puedo imaginarlo" reflexiono un instante y me causa dolor, la simple idea me resulta exhaustiva "en una sola noche borro todo rastro de los últimos doscientos años" sus pestañas largas tiemblan de vez en cuando "¿qué estarás soñando?" me pregunto y empiezo a moverme para ir a bañarme. Logro aflojar sus brazos alrededor de mí y me siento en la orilla de la cama de espaldas a él. Busco mi teléfono y desactivo la alarma, no hay necedad de que lo despierte, lo puedo despertar yo cuando salga de bañar. Dejo el teléfono en la mesita de noche.

Una mano atrapa la mía, –no te vayas– su voz es adormilada y sexy, me giro para tenerlo de frente y aunque sigue con la cabeza en la almohada, su expresión es insegura. 

–No me voy a ir– le respondo con una sonrisa tierna. Él se levanta hasta quedar sentado en la cama, se lleva mi mano hasta su boca y le da un beso.

–Necesito que me expliques algo– me sonríe jugando con mis dedos –los libros– me ve directo a los ojos –decían que a las mujeres les gusta el amor, las muestras de cariño, los besos tiernos, las flores y los chocolates. Las declaraciones sinceras y profundas...– hace una pausa –pero ayer hice justo lo que los libros me dijeron que hiciera y salió todo mal– su expresión es confundida y yo bajo la cabeza entre risitas.

–Ay Elías, ¿tú leíste algo? – lo observo sorprendida y él asiente orgulloso –supongo que sí nos gustan las flores, los chocolates, que todo sea arcoíris y unicornios– río –pero a mí también me gusta que seas seguro de ti, que seas un poco rudo, que seas tú. Tú no eres un hombre de arcoíris y unicornios. Eres muy lindo, pero también eres rudo y sexy, esa es la combinación perfecta para mí. No tienes que cambiar tu forma de ser por un príncipe azul que todo el tiempo es amable, cariñoso, dulce y delicado. Quiero eso, sí, pero también rudeza, sentirme protegida, quiero fuerza sin caer en violencia– hago una pausa –no sé Elías, me gusta tu forma de ser. No sé como describirlo– río. 

–Atalía, si tú no sabes, menos voy a saber yo– me responde divertido. 

–Hagamos algo– sugiero acercándome a él –sigamos así y si algo nos molesta o no nos gusta, lo diremos, lo hablaremos y lleguemos a acuerdos– le doy un beso –dialoguemos– digo finalmente.

–Me siento como un adolescente– ríe –jamás hemos estado en una relación– me toma de la cintura y pasa sus ojos por mi cuerpo, sonríe ampliamente. 

–Estaremos bien– respondo entre risas. 

–¿Qué vamos a hacer si peleamos? – me pregunta trazando una línea por mi cuerpo con sus dedos. 

–Cuando eso pase– río –veremos que hacemos– me voy ágilmente de la cama y entro al baño.

El agua caliente cae por mi cuerpo, el olor del shampoo invade mi nariz mientras masajeo mi pelo.

Elías se aparece detrás de mí –creo que será más eficiente que nos bañemos juntos– traza líneas en mi espalda con sus dedos –así ayudaremos al planeta. 

Génesis ModernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora