Capítulo Único

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Su oficina se encontraba en un edificio antiguo, el olor a humedad impregnaba cada espacio de la habitación de 6 metros cuadrados. Si bien no era lo que esperaba ser desde su juventud, no negaba que había adquirido un cierto gusto a la labor que realizaba. Su oficina se encontraba en una calle poco concurrida, y de cierta reputación que alejaba a cualquiera que no perteneciera a la zona. Razón por la cuál fue extraño ver a un hombre con traje, cabello arreglado, llamando a su puerta. El sujeto ingresó mirando las paredes de madera haciendo un gesto de asco que no pasó desapercibido para el dueño de esta. Carraspeó, como si quisiera llamar la atención del intruso, porque para ese entonces lo era. Difería bastante a sus clientes habituales.

-¿Es usted el detective Couffaine?- preguntó con una voz que denotaba incredulidad por parte de su interlocutor

-Luka Couffaine- se presentó el detective estirando su mano para que su opuesto la estrechara, pero este solo miro su mano con desdén, como si solo tocar al sujeto frente a él le transmitiera una serie de infecciones que el hombre con traje no quería contraer, Couffaine solo rodo los ojos y se sentó- ¿que se le ofrece?

-No pensé que sería así- dijo el hombre frente a él ignorando la pregunta, Couffaine contó hasta 10 para no insultar al hombre, ¿que esperaba de un detective cuya oficina se encontraba en el peor sector de París?, no era un hombre que le gustara vestir de manera formal, llamaba mucho la atención, la cual no era necesaria al momento de trabajar. No le sorprendió cuando el hombre salió de su oficina, estaba seguro que iría a otra agencia, de mejor aspecto y mayor eficiencia. No significaba que él era malo, pero se tomaba su tiempo para la investigación de un caso, no tenía acceso a tecnología de punta como otros detectives, tampoco acceso a cámaras de seguridad, ni menos tenía contacto con la policía, al contrario, esta parecía perseguirlo.

Llevó un cigarrillo a su boca, inhalando aquella sustancia que le traía tranquilidad, no dándole importancia al hombre que acababa de salir. Generalmente lo contrataban por casos pequeños, mascotas perdidas, adolescentes fugitivos, y alguno que otro caso (muchos en realidad) de infidelidad.

Pasaron alrededor de 5 minutos cuando el mismo hombre ingresó nuevamente y de su brazo traía a una mujer, la cual no debía tener más de 30 años, morena de cabellos castaños de apariencia delgada, ojos aceitunados, bastante bella a decir verdad, pero algo pretenciosa. Vestía un elegante vestido de alta costura y traía consigo diversas y ostentosas joyas, que para el lugar en donde estaban, no venían al caso exhibirlas.

-Le presento a la Señora Lila Rossi de Agreste- dijo el pelirrojo, limpiando la silla que estaba frente a su escritorio para que Aquella mujer tomara asiento

-Un gusto- dijo Couffaine con un asentimiento de cabeza, viendo como la mujer lo miraba de forma despectiva analizando todo de él, desde sus cabellos teñidos hasta su ropa de rockero- ¿que se le ofrece?- pregunto viendo como con cada segundo la belleza de la mujer se desvanecía debido a su arrogancia

-Nathaniel, ¿estás seguro que nos podrá ayudar?- dijo ignorando su presencia y hablándole a quien creía ahora era su asistente, o mayordomo

-Es el que menos cobra-dijo cerca de la castaña en un susurro- no vale la pena gastar más de lo necesario- dijo creyendo que Couffaine no escucharía...creerán que estoy sordo. Antes de que el detective dijera algo en su defensa la mujer frente a él hablo

-Creo que mi esposo es infiel- dijo. Al detective no le sorprendió aquella declaración...con esa actitud no me extrañaría, lo que le sorprendió es la frialdad con la que lo dijo, cuando recibía casos de infidelidad aquellos que buscaban su ayuda comenzaban a llorar como si su mundo hubiera acabado- y necesito que lo vigile para saber si eso es verdad

-Infidelidad ¿Eh?...cobro algo más caro por realizar esa labor- dijo con el orgullo herido al haber escuchado el pequeño diálogo entre los individuos frente a él- 250 euros, mas 50 si algo se complica- dijo esperando que aquellos frente a él comenzaran a regatear, definiendo mentalmente que no aceptaría menos de la mitad de lo que propuso

Por el amor de...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora