act one: the battle

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Jotaro podía llegar a ser un tipo rudo, inclusive aterrador, pero desde hacía poco menos de cincuenta días, había dejado todo atrás por salvar a su madre. En este momento, se encontraba en Egipto con sus compañeros, tuvieron algunas dificultades, demasiadas diríamos, pero se encontraba listo para ir por quién causaba dolor a la mujer que más amaba y posiblemente a la única.

Aquella mansión había sido aterradora de recorrer, más si iba con el la razón de porque sentía tanto miedo, Noriaki Kakyoin era su nombre, y no aterraba al chico de forma amenazante sino todo lo contrario, solo quería protegerle, más después de la charla que habían tenido anoche y que lo tenía completamente distraído

La noche anterior

-Jotaro, creo que te amo...
cierto pelinegro se quedó en silencio durante unos segundos, debía encontrar una forma sútil para corresponder aquel sentimiento, hacía días que se dió cuenta, por la forma en que miraba al pelirrojo, por como procuraba estar ahí para defenderlo, claro que el también lo amaba, pero no quería desconcentrar al chico del objetivo original, así que solo pudo sonreírle un poco apenado
-¿No dirás nada, Jojo?
Sonaba decepcionado y eso lo hacía ver cómo un cachorro que se acaba de separara de su familia, Jotaro o "Jojo" como solía decirle su amado. Solo pudo tomar por mero impulso el rostro del contrario dándole un beso algo profundo y duradero hasta que sus pulmones pedían aquel oxígeno tan vital para ambos. Noriaki solo se sonrojó en sobremanera y cubría su rostro avergonzado, si bien era un chico rudo, en estos casos, solía ser bastante torpe
-solo promete que no harás nada que involucre que te lastimen de más, hablaremos de eso cuando termine con DIO, lo prometo Tenmei
Si, solo él sabía su nombre real, por el tema de que durante cuarenta y nueve días, habían compartido más que la habitación y eso hacía enrojecer las mejillas del más delgado mientras recordaba cada sesión de acalorados y necesitados besos que estos tenían, cada noche como de costumbre, salían a cenar junto a sus demás compañeros y luego volvían a su habitación para disfrutarse tanto en alma, como en cuerpo. Soltó un suspiro de Alivio al escuchar aquellas palabras de Jotaro y solo pudo asentir sonriendo.

-Jotaro, Jotaro, ya casi llegamos a dónde podrían estar Polnareff con Iggy y Avdol-

Una voz bastante grave y de alguien mayor, retumbaba en los oídos de Jotaro, esto hizo volver a la realidad al jovén, respondiéndole así a su abuelo

-te he escuchado viejo, no era  necesario que me llamaras tanto...
Estaban por seguir discutiendo por la distracción de este, cuando vieron un gran rastro de sangre, el cuerpo sin vida de Iggy en algún lugar de aquel destrozado salón, pero no había rastro de ninguno de los hombres que iban con aquel canino. Esto solo levantó las sospechas de todos y decidieron correr escaleras arriba, Noriaki fue quien se dió cuenta de que Polnareff estaba en problemas frente a DIO, pues sin darse cuenta de que ocurría, el francés descendía los escalones, en lugar de ascender, contó esto al pelinegro y fue cuando decidió romper una paren del pasillo para entrar y hacer que el vampiro, dejará tranquilo a su compañero,

Luego de contarles lo ocurrido, entre lágrimas Jean Pierre, estaba más que decidido en ir por aquel bastardo que le arrebató a dos de sus más cercanos amigos. Tenía toda aquella rabia y tristeza mezclada, que casi no hacía caso de las instrucciones que le daban aquel trío.

-Polnareff, no fue tu culpa, ellos sabían a qué destino llegarían al venir con nosotros, ahora debemos pelear, para que su sacrificio no sea en vano
El viejo joestar quiso motivar a su amigo albino, lo cual logró, pues al llegar a la habitación donde se encontraba en el centro únicamente un ataúd, el fue el primero en liberar su stand para hacerle frente...

just remember my name.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora