El doloroso origen

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Capítulo 17 | El doloroso origen.

La partida de Abraham dejó a Carolina con una sensación de vacío, ciertamente la idea de venir al campo era por ver a sus padres, pero también para alejarse de él. Sin embargo ahora lo anhelaba más que nunca. Durante el día Carol buscó a Leo para zanjar ese tema, lo ocurrido esa mañana no debía repetirse. Al no encontrarlo decidió ir al pueblo e ir a la tienda en la que trabajaba hasta por fin tenerlo frente a ella, se le veía incómodo y con justa razón.

-Leo ¿Podemos hablar?

-Aidee, yo... Estoy algo ocupado, mi hora de almuerzo es en 30 minutos -. Claramente buscaba escapar de la conversación.

-Entonces iré a dar la vuelta y regresaré por ti en ese tiempo.

Girando sobré sus talones camino por el lugar observando los aparadores, no había mucho que ver en un lugar tan pequeño, pero en el caso de Carolina si tenía mucha gente que saludar y así lo hizo. Carol creció en ese lugar, todos la conocían y mostraban aprecio a su persona. En algún momento sus ojos se detuvieron en una modesta tienda de recuerdos para los turistas que a decir verdad eran escasos, acercándose tomó en sus manos un llavero en forma de manzana, sonriendo pensó que Abraham necesitaba un recuerdo de su día laboral en el campo. Pasados los 30 minutos volvió donde Leo que fumaba en la parte trasera del local.

-¿Estás molesta?- cuestionó dando una calada a su cigarro.

-Lo estoy, no debiste Leo, jamas me habías tratado de ese modo, no tenías ningún derecho ¿Por qué?

-¿Me preguntas por qué? Sabes la respuesta, nunca dejé de amarte Aidee y apareces con ese tipo, es obvio que no es tu amigo-. Una calada más y arroja él cigarro al suelo para apagarlo de un pisotón.

-Tienes razón, no es únicamente mi amigo, pero eso no responde mi pregunta -. Carol suspiro decaída -Leo tienes que dejar ir lo que alguna vez hubo, no puedo volver a amarte, lo lamento pero es hora de que lo entiendas.

-Te romperá el corazón.

«Joder con Leo, vaya que es insistente y ya me cansé de esto »

-Eso será mi problema, adiós y cuidate.

Con un amargo sabor de boca, Carolina volvió a casa, mañana debía volver a la ciudad y al menos quería pasar las últimas horas con sus padres. Al regresar la noche le había alcanzado, todo estaba en calma. Entrando por la puerta trasera evitó las escandalosas campanillas, las luces de la cocina estaban encendidas y las voces de sus padres se hicieron presente.

-Debemos hablar con la niña Reynald, necesitamos decirle la verdad.

-¡No! Ella esta bien como hasta ahora, nada le ha faltado empezando por amor

-Pero creo llegó el momento, miranos, estamos viejos y cansados ¿Qué será de ella cuándo partamos?

El silencio en la estancia fue deprimente «¿De que verdad hablan?» Preguntándose eso, Carol avanzo hasta ellos que la observaban con asombro.

-No te escuché llevar mi niña-. Preguntó su madre.

-Entré por atrás ¿Pasa algo?

Sus padres se dedicaron una triste mirada.

-Tu madre quiere que te hablemos de tus padres biológicos -. Espetó su padre inconforme.

Escuchar aquello aceleró el corazón de Carolina, siempre se preguntó en silencio por ello, jamás tuvo el valor de preguntarlo en voz alta.

Bajo la máscara I © Donde viven las historias. Descúbrelo ahora