Capítulo cuatro

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Matthew Williams

Abro los ojos con pesar, odiando la luz que entra por las persianas de la ventana, ya que me da de lleno en los ojos. Odio el maldito Sol, lo único que hace es hacer sudar y por consiguiente; que huela mal. Agradecido estoy de que pronto ya casi no lo veré más, ya que ya es otoño, y cuando sea invierno, rara vez se asoma.

Segundos más tarde me acostumbro a la luz y empiezo a desperezarme.

Otro día más.

Sé que con la situación en la que me encuentro debería sentirme agradecido, bueno, ese no es mi caso.

Pero bueno, al menos hoy me despierto de buen humor, con no tantas ganas de morirme.

Y eso, ya es un avance.

Después de unos minutos en los cuales me vestí y me aseé, suena la alarma que indica que debo tomar el primer medicamento del día. Aquella odiosa alarma que yo no coloqué, sino Clara, con el argumento de que así, ya no tendré pretextos para decir que no recordé tomarme mis pastillas. Pero es que son tantas al día, que a veces de verdad se me olvida tomarlas. Claro, antes de que Clara pusiera las alarmas en mi teléfono.

¿Lo hago o no?

Sólo por esta vez decido hacerlo, para no tener más problemas con el doctor Brown y Clara, y así poder despistarlos, para que en cuanto bajen la guardia, pueda llevar a cabo mi cometido.

Dejar de respirar.

Interrumpiendo mis pensamientos suicidas, escucho que llaman a la puerta.

—Hola Matt, ¿cómo amaneciste? —entra saludando Clara.

—Vamos Clara, sé que te mueres de ganas por preguntar si tomé o no mi medicamento —digo viéndola claramente divertido—. Y para suerte tuya, sí, lo hice.

—¿Seguro?

Asiento.

—Uf, que alivio, así podré evitar darte un regaño, como siempre —dijo susurrando las dos últimas palabras—. Y también evitaremos hacer esperar más tiempo a tu visita...

—¿Visita?, oh no Clara, hoy estoy de muy buen humor como para lidiar con la falsedad e hipocresía de mi tía Lucy —digo con aire de fastidio.

—No es Lucy —me contestó.

—¿Ah, no? —pregunto desconcertado—. ¿Entonces quién?

Soltó una risa.

—Averígualo por ti mismo —dijo yéndose, pero justo cuando iba a salir, volteó a verme—. Compórtate y no seas grosero, Matt.

Bien, veamos quién es mi dichosa visita, porque, si no es mi tía Lucy, ¿quién más podría ser?, no tengo amigos, ni más familia que pueda y quiera visitarme.

—Ho-hola —escucho que dicen en voz baja—. ¿Puedo pasar?

—Ya estás adentro —digo cortante y observándola con curiosidad.

«¿De dónde salió esta chica?», pienso. Nunca en mi vida la había visto.

Es algo pequeña. De piel blanquecina, cabello corto, castaño y algo rizado. Tiene ojos verdes, y una cara pequeña, la cual, ahora está acompañada por unas mejillas que tienen un toque acalorado, a causa de la pena e incomodidad que se ve que posee.

—Oh, perdóname, ¿quieres que vuelva a entrar?, porque puedo volver a... —la corto.

—No, ya estás adentro, y entre más pronto te vayas, mejor —digo aprovechándome de su incomodidad.

Devuélveme la vida, LunnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora