Capítulo 1

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"Master of puppets"

Siglo XVIII

Grecia, Athenas.

Febrero, 11 de 1747

Diez meses antes de la Guerra Santa.

Sin lugar a dudas ser un espectro bajo el comando de el gran Dios Hades era un privilegio.

Pero... ser llamado uno de los tres jueces del Inframundo no tenía comparación alguna. Era un poder único que corría por sus venas y que lo hacía sentirse el dueño de todo aquel lo suficientemente débil y digno como para convertirse en una más de sus marionetas, con el único propósito de entretenerlo hasta que simplemente se aburriera del espectáculo, y donde finalmente aquella desafortunada alma sucumbía seguramente a una muerte segura, o por lo menos, deseando estarlo desesperadamente.

Por esa misma razón, entre los tres, era al que decretaban para sonsacar ciertas informaciones que podrían serles útil contra la guerra que pronto se aproximaba.

Que disfrutara del sufrimiento de otros solamente era un bonus en su labor.

Pandora había encontrado finalmente el recipiente para el señor Hades hacia tan solo un poco mas de un año atrás, lo cual solo le indicaban que debían de moverse rápido y discretamente si planeaban ganar, además que les correspondía preparar todo adecuadamente para cuando el Rey del Inframundo tomara conciencia en aquel cuerpo humano. Aunque en lo personal le interesaba muy poco que aquel chiquillo realmente fuera digno como portador del alma de un Dios tan poderoso, por ese motivo solo se limitaría a observar y hacer el trabajo sucio.

Las grandes alas negras de su Sapuri se abrieron mientras se desplazaba por el cielo nocturno, junto con una sonrisa naturalmente mordaz que tiraba de la comisura de sus labios al admirar aquella oscuridad que le otorgaba aquella noche, dado que las nubes apocaban a la luna misma.

—Ah... un momento perfecto para estar en el mundo humano y buscar presas —dijo para sí mismo en un tono tranquilo, dejando que el viento fresco agitara su blanca cabellera.

En ese momento se encontraba merodeando los alrededores de aquel despreciable lugar donde los Guerreros de Athena residían. Aunque se encontraba ya por una zona un tanto alejada, apenas con el tan afamado Santuario podía divisarse a lo lejos. Pero de lo que había aprendido con esos años era que los escurridizos Santos podían estar en cualquier parte como las cucarachas que eran, y él estaba más que dispuesto a encontrar alguna de ellos y aplastar su espíritu. Y siendo él uno de la más alta autoridad podía salir y entrar del Inframundo tanto como le viniera en gana. Y además que aquel mundo de los débiles podría ser interesante si se miraba en la dirección correcta.

Solo había que saber dónde buscar...

Repentinamente su sonrisa se volvió un poco más malévola y sus ojos amatistas miraron de reojo hacia su izquierda, cuando comenzó a percibir un sutil cosmos que sin dudar capturó su atención, causando que cambiara la trayectoria de su dirección con un suave batir de alas.

—Vamos a ver que me ofrece esta noche —murmuró en voz alta con una siniestra expresión en su rostro.

Sin embargo, el lugar donde se suponía presintió aquella energía le hizo fruncir los labios, porque no parecía para nada un sitio donde un Caballero de Athena elegiría para entrenar o esconderse, sobre todo en aquellos tiempos. Sus orbes amatista detallaron el lugar con desgana al tiempo que poco a poco iba aproximándose al suelo en una elegancia casi mortal, lo que veía ante sus ojos era solo un mero terreno de cultivo, donde una pequeña cabaña de dos plantas se encontraba en un costado siendo rodeada por alguno que otro frondoso árbol, pero nada particularmente llamativo que saltara a la vista.

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