Atenea y Pegaso

1.1K 57 17
                                    

Año 723 antes de Cristo.

- ¿Pegaso? – llamó la joven estirando la mano en la cama para encontrarle.

- Estoy aquí – le respondió la voz conocida y cercana de su amado.

En pie junto a la ventana, desnudo y dándole la espalda era de una belleza increíble, la belleza de un atleta griego. Parecía una de las estatuas de esos modernos artistas, con los músculos esculpidos en piedra. Su más leal caballero, el dueño de su corazón.

- ¿En qué piensas? – quiso saber ella intrigada.

El paisaje nocturno del Olimpo era espectacular. Las constelaciones brillaban más cerca en el cielo. Desde la ventana de su dormitorio parecía poder tocarlas. Él se volvió.

- En ti – suspiró – Y en la batalla de mañana en el río Aqueronte - añadió con pesar.

Desde que Hades se levantara en armas contra ella por el dominio de la Tierra no habían cesado de pelear. Sin embargo, la contienda del día siguiente sería decisiva para el desenlace final. Pretendían emboscarle en su terreno. Si algo salía mal sus caballeros no volverían con vida. Él se acercó y se sentó a su lado. Le acarició el rostro con ternura.

- Debo ir. Lo sabes, ¿verdad? No puedo dejarles ahora.

La diosa asintió con tristeza.

- Es que tengo la sensación de que no volveré a verte con vida – admitió tomándole de la mano mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.

- Eso nunca. Sea como sea volveremos a vernos – prometió – En esta vida o en alguna otra. Mi amor por ti es eterno. Siempre te buscaré.

- Pegaso... - suspiró conmovida por el ardor de su declaración.

Ambos se fundieron en un beso apasionado de despedida.

                             *          *          *

Año 723 antes de Cristo.

Atenea daba vueltas inquieta alrededor del trono en el Santuario. Revestida con su armadura aguardaba noticias de la batalla que se libraba en el río Aqueronte. Aries y Virgo se habían quedado para protegerla. Aunque le hubiera gustado estar en el combate desde el principio, sus caballeros dorados habían convenido que era mejor que permaneciera aquí hasta que fuera necesaria su intervención para sellar el espíritu de Hades. Hasta ese instante todo se desarrollaba según lo previsto. Las tropas del Averno iban retrocediendo, los tres jueces del Inframundo habían caído. El señor de los Infiernos y Pandora estaban quedándose aislados y sin aliados. Y, sin embargo, ese mal presagio no dejaba de atormentarla. Se acercaba el momento crucial. Sus caballeros, encabezados por Pegaso, tenían que llegar hasta el dios y debilitarle. Entonces, ella podría atacarle y reducirle.

- Mi señora – dijo Virgo sacándola de sus pensamientos con un cofre en las manos – La urna está preparada para atraparle. En breve recibiremos la señal.

La diosa asintió y sujetó con fuerza el cetro de Nike. Dentro de poco todo habría acabado. Suspiró.

- Algo va mal – dijo Aries de repente palideciendo – El enemigo ha penetrado en el Santuario. ¡Se acerca!

Sus poderes telepáticos le permitían conocer lo que ocurría en el área de su influencia. Tanto ella como Virgo se pusieron en alerta. La puerta de la sala se abrió violentamente.

- ¡Atenea! – exclamó Hades entrando con los ojos inyectados en sangre - ¡Aquí te traigo al humano que se ha atrevido a dañarme! – agregó lanzando lo que parecía un despojo a los pies de la diosa.

Dos cosas sobre mí misma. Seiya x SaoriDonde viven las historias. Descúbrelo ahora