El disco que dejé atrás

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¿Quién iba a saber que las delicias de la vida están en romper cada regla? Las personas que se empeñan en siempre cumplirlas al pie de la letra.

Y yo cuando no era más que una estúpida adolescente haciendo turnos en el geriátrico del pueblo para obtener puntos en el instituto.

Era la chica más joven allí, la del rostro dulce y la personalidad afable porque eso había dicho mi madre cuando hizo de las suyas para conseguirme sitio, así que acabé con las ancianas tejiendo y chismeando con el televisor sonando al fondo sin ninguna importancia. Sus historias eran algo interesante, un conjunto de teorías conspirativas con ficción de la buena y hechos históricos tergiversados.

Siempre me han gustado las historias locas, y Leanne Samuels era la mejor para contarlas, desde nazis hasta aliens, capos de la mafia y ladrones famosos de nuestra vasta patria; pero su favorita era esa de que cuando cantaba en un cabaret de Nueva York alguna vez conoció a los grandes del delito, a la mujer que nunca disparó un arma en público, pero robó millones y que pasó a la historia junto al hombre de su corta vida.

No le gustaba que le dijeran señora. A sus ochenta y tantos años, Leanne se sentía joven y viva, en la flor de la vida. Su guardarropa era un mar de colores y estilos y su neceser era la cosa más hermosa que haya visto, con detalles en oro y marfil, siempre lleno del maquillaje más costoso. Le gustaba poner viejas películas francesas y contar historias mientras pasaban las escenas que ya se sabía de memoria o le aburrían a muerte. Y yo me sentaba a su lado a escuchar cada palabra que salía de sus labios, especialmente cuando hablaba de la gran Nueva York a finales de los años 20.

Cuando murió recogí sus cosas pues sus hijos estaban demasiado ocupados con sus exitosas vidas para recoger los vestigios de su madre, solo supe que llevaron su cuerpo de vuelta a Nueva York. Me quedé con algunas porque los idiotas autorizaron al geriátrico a hacer lo que quisieran con ellas, y de las dos personas que sabían de cada objeto en aquella habitación, solo yo quedaba viva. Me llevé el neceser, algunos vestidos y una caja llena de papeles. No creo que a Leanne le importara, le habría indignado que sus costosas pertenencias acabaran en un basurero o en la casa de alguna idiota sin conocimiento de la moda o el arte.

Leanne Samels fue cantante, lo corroboré al hojear las viejas libretas de cuero llenas de letras de canciones, aunque nunca encontré un disco o grabación con esa voz que según me contaron, te hacía estremecer de lo hermosa que era. Y entre aquellas letras y anotaciones, fotografías que también corroboraban cientas de sus disparatadas historias. Capos de la mafia posando con la cantante estelar como si fueran viejos amigos, políticos de las altas esferas, príncipes y ladrones. Ella había vivido la emocionante vida que siempre contaba, pero nadie creía, y se me antojó algo así, siempre lo había hecho, nunca feliz con ser la chica de buena familia destinada a casarse con un buen hombre y tener muchos hijos que seguirían los buenos pasos. Yo quería más, quería vivir.

Así que una noche empaqué sus cosas, las mías y me subí al viejo auto del abuelo para seguir una de sus canciones sobre noches cálidas de Texas y los antiguos ranchos de Rowena antes de embarcarme a la gran Nueva York. Era lo suficiente mayorcita para poder manejarme a mí misma, o eso creí.

Rowena no me condujo a otra cosa que una casa antigua llena de fantasmas y la bancarrota, así que hice lo que solo había hecho bajo la seguridad de ser la única en conocer algo. Utilicé mi encanto y mi cara bonita, y acabé en la cama con un chico rico tan borracho que cayó dormido nada más tocarla. Tomé sus cosas y desaparecí sin dejar rastro, él había registrado la habitación a su nombre, yo me presenté bajo un nombre falso y mi cabello rubio estaba oculto bajo una peluca castaña. Y un borracho no era confiable con las descripciones o los gastos.

Cuando toqué mi cama en otro hotelito del pueblo sonreía como loca, ni rastro de esa culpabilidad que esperaba al aprovecharme de alguien más. Nunca me había sentido tan viva y poderosa como al saber que podía tener a alguien comiendo de mi mano y hacer que hicieran lo que yo quisiera.

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⏰ Última actualización: Jul 14, 2020 ⏰

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