¿Bailamos?

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Martín gruñe como por quinta vez consecutiva. Él se queja de la cara seria tirando a enojada de Daniel, pero ahora es él quién va de amargado encerrado en su cuarto.

Está así, echado en su cama hace horas, sobre las sábanas de Boca totalmente convertidas un bollo arrugado, le da fiaca acomodar, por eso también hay ropa sucia y limpia en el suelo, alguna lata de cerveza tirada o sobre el escritorio, y quizás hay por ahí alguna milanesa de hace dos meses que olvidó terminar de comer pero que tampoco se molestaría en sacar.

Los auriculares lo obstruyen del mundo real, sólo puede oír la dulce voz de Spinetta, en "Barro tal vez". Mientras, su cabeza decide volver a reproducir un recuerdo de un suceso, eso que pasó hace sólo un momento, la razón por la cual está así de resentido;

"─No, Martín. No vas a ir al boliche, quince días son quince días. ¿Vos viste qué pio pasa afuera? ¿Vos ves las noticias? ¿Y si te enganchás algo? por lo que escuché Luciano no se anda cuidando. ¿Y si alguien los ve les meten una denuncia? ya te quiero ver ahí quién te sacará de esa.

Reclama un Daniel notablemente molesto por la insistencia de su primo mayor. Dani estaba más concentrado en limpiar bien el mármol de la cocina que en escuchar los berrinches de Martín, cual rostro pasa a ser una de odio ante eso; le negaba sus planes y encima no le veía directo a los ojos al hacerlo, le hace enojar, parecía una falta de respeto.

─¿Perdón? ¿Y vos quién carajo sos para decirme qué puedo o no hacer?

Porque Martín siempre fue de responder mal cuando se pone insoportable.

Daniel no dice nada, por el momento, deja su labor de lado, y le clava la mirada color selva certera al rostro del rubio, cosa que hace que se le ericen los pelos de la nuca. Paraguay está más enojado de lo normal, lo presiente en sus orbes, aún en estas, infla el pecho, no se echaría hacia atrás.

─¿Sabés qué? Tenés razón, hacé lo que quieras. Che ndahaʼéi nde sy. Che ndahaʼéi mbaʼeve.

"Yo no soy tu mamá. Yo no soy nadie", traduce Martín mentalmente, gracias a esas tardes en las que Daniel le enseñó guaraní.

─Hasta que entendiste. Eso es lo que te vengo diciendo toda la tarde. Ahora, si me lo permitís...

Eso fue más que suficiente para que la sonrisa de Martín asome tras otra victoria y pose una mano sobre el picaporte de la puerta principal.

─Pero si vas, que ni se te ocurra volver a mi casa. Te quedás con Miguel, Luciano o no sé, arregláte solo, pero acá no ponés ni un dedo.

Retoma Dani. Aleja la mano de la puerta. Es necesario saber que cuando habla lleno de ira, lo hace muy en serio. Ni mencionemos de cuando se trata de salir al exterior en estos momentos, anda un poco histérico con este tema del virus, y si antes era alguien demasiado pulcro, esto ya es excederse, pues se aseguraba de que sus primos queden bañados de desinfectante al salir y volver a casa para hacer los mandados. Esto a Martín le parece una terrible pelotudez."

Los cuernos rojos y la cola de demonio estaban puestas sobre el recuerdo de Daniel, junto un horrible mueca de disgusto, una totalmente exagerada por un amargado recordar de Tincho.

Lo último que pasa es un "Andate a cagar" de su parte, para dar marcha atrás, subir las escaleras a pistones y provocar un fuerte puertazo. Y aquí es donde estamos, en el presente.


Aprieta los ojos cerrados, bufa y le pega puñetzos a la almohada varias veces, sin mucho esfuerzo a decir verdad, estaba desganado e impotente.

Su celular no para de vibrar. Ni se molestaría en revisar, sabe que son mensajes de Perú y Brasil preguntando si vendría, olvidó decirles que no puede y putear con ellos de arriba a abajo a Daniel y su genio.

Martín extraña ir a los boliches, extraña arrastrarse por todo el club apestando a alcohol por haber bebido lo que venga a más no poder, salir a bailar bajo los reflectores de colores, lucir ante todos sus mejores pasos, gritar las letras de canciones bien cumbieras en la muchedumbre hasta quedarse afónico, jugar a tonteras y ser el alma de la fiesta junto a sus amigos.

Y de un día a otro, lo perdió todo. Qué desesperante.

De repente la puerta de su cuarto se abre, pues la luz exterior se hace presente dentro del desastre oscuro que es la pieza de Martin.
Sabe que es Dani sin siquiera tener la necesidad de mirarlo directamente. Pone pausa a la música.

─¿Qué querés?

Orgulloso.

─Ya sé que estás enojado, pero, ¿Me podés acompañar un segundo?

─¿A dónde?

─Vos vení, ahora vas a ver.

Berrinchudo pero se levanta y sigue a su primo a dónde sea que lo esté guiando, porque ambos son los más rencorosos, pero Dani siempre fue de esconder las cosas más que Martín.

Llegan al comedor, los muebles corridos a los costados, dejando un gran espacio en el medio, Argentina extrañado, no se atreve a preguntar, es más el enojo que maneja que la curiosidad. Paraguay va a buscar dos vasos a la cocina, uno para cada uno, y procede a apagar las luces menos una, dando un ambiente tenue pero visible. Toma su celular y algo de música empieza a sonar.

La extiende la mano, la cual Martín observa aún no comprendiendo su propósito.

─Ya sé que tenés ganas de salir, yo también, pero mi propósito es cuidarlos a ustedes.

Ahora entiende.

─Así que pensé que esto sería algo al menos... Entonces, ¿Bailamos?

***

Sebastián que sólo bajaba a tomar algo para comer, se queda parado en la escalera, escondido, al ver tan curiosa escena; sus primos riéndose, bailando entre ellos y abrazándose, compartiendo bebidas y un momento juntos.

Se limita a sonreír bajito, puede notar en la aire que es una reconciliación. A ninguno le gusta pelear, aunque sean todos los primos muy rencorosos, Martín más que Daniel, y Daniel más que Sebastián. Se alegra por ellos, quizás estar así de juntos sea para bien... pero como no es parte de la bola de bailar y hacer ruido, roba la última empanada de carne y se encierra nuevamente en su cuarto.

Mate, Invierno y Encierro. [Latín Hetalia]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora