Lluvia vespertina [KatsuDeku]

Lluvia vespertina

Nota: Este es un One shot, un solo capítulo conclusorio.
Se desarrolla en una parte de la historia donde la UA no era un internado.

☔︎︎

☔︎︎

☔︎︎

Las clases acabaron en una tarde nublada.
Era viernes, por lo que no volvería a la escuela en dos días.

Mis compañeros salían del salón, haciendo bullicio y charlando.
Yo guardé mis cosas y me puse mi mochila.
Justo en la salida de la escuela, Uraraka me preguntó si tenía paraguas, pues la lluvia vespertina había descendido y el cielo se caía.

—Sí, tengo uno.

—Bueno... entonces nos vemos el lunes, me adelanto. — Dice Uraraka y parte hacia su casa.

Iida también se va y se despide de mí.
Yo me quedo en la entrada, donde los casilleros de los zapatos.
Me quedo mirando hacia la enorme puerta de la UA y hacia la lluvia que cae.
Permanezco ahí hasta que ya no queda nadie más.

Entonces recibo un mensaje en mi teléfono.

| ¿Dónde estás?

Es Kacchan.

| Aún sigo en la entrada de la escuela

—¿A dónde quieres ir?— Aparece detrás de mí con su celular en la mano y volteo hacia él.

—A casa...— Respondo inseguro.

—Entonces vámonos. ¿Tienes un paraguas?

—No, ¿tú?— le mentí a Uraraka.

—Tampoco.

Le mentí porque quería ir a casa con Kacchan y caminar junto a él con su paraguas.
Pero como no tiene ninguno, debemos resignarnos.

Caminamos juntos hacia la salida y cuando ambos ponemos un pie fuera de lo que se consideraría la escuela, nos tomamos de la mano.

Hago mi mejor esfuerzo por tomar su mano sin que mis dedos se resbalen o empiecen a temblar, porque estoy nervioso.

Mi mano tiembla cuando Kacchan entrelaza sus dedos con los míos de una manera tan delicada. Y cuando me siente temblar, me mira y me sonríe con burla y picardía.

Y aunque mis manos están temblando y mi ropa está empapada...
Estoy feliz.

• • •

Caminamos en la calle rumbo a casa.
Aunque no sé si vamos a mi casa o a la de Kacchan, porque yo solo le dije que quería ir a casa y ahora sólo lo estoy siguiendo ciegamente.

La calle que parece tan gris con la lluvia vespertina, está casi vacía.
Pero cuando nos encontramos con una que otra persona, él suelta mi mano bruscamente.

En uno de esos casuales encuentros con transeúntes desconocidos que nos reconocen por el festival deportivo, su brusquedad es tanta que lastima mi muñeca.

Suelto un quejido de dolor y Kacchan me mira.

—Quiero mantener esto como un secreto, en serio quiero-