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   "Nuevo recluso en la cárcel."

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  El cuento de que en las escuelas religiosas no hay gente que haga bullying o que lo sufra, es otra creencia de ésas las cuales no tienen grano. En realidad, el hospedaje aquí puede ser demasiado tétrico.

Muchos se dejan llevar por la fachada esa de que están aprendiendo con Dios, que Dios es la luz, por lo que ningún hijo de él puede llegar a cometer ningún mal, pero sinceramente, son unos ilusos.

Las escuelas éstas esconden cosas que no quieren que sepas. Si no me creen, déjenme comunicarles dónde estoy: hay una señorita vestida de enfermera. Oh, ¿Ya lo descubrieron? Que descuidado soy.

Si, así es, estoy en la enfermería curándome un labio roto.

El que sufre aquí soy yo. Me ordenaron no contar quién fue a nadie. Me dijeron que ésta sería la última vez, pero lo dijeron cuando comenzó. La señorita enfermera ya me conoce más que todos aquí. ¿Qué tienen que decir en su defensa?

-- Listo, Drew. -- Se giró para guardar las cosas. Cómo de costumbre, se dió la vuelta, dándome una paleta. -- Espero no verte pronto.

Lo último pudo sonar grosero, pero la verdad no lo fue. -- Gracias. -- Salí de ahí y miré a los dos lados, no había nadie.

Corrí hacia mi casillero. El reloj marcaba las once y diez. Había perdido solo diez minutos, esperaba poder entrar.

Agarré lo que necesitaba y miré en mi mapa mental dónde era que quedaba el salón de historia.

Piso B. Puerta D.

Troté hasta la esquina, donde sin querer, choco a mi agresor. Mi suerte no baja más porque no puede. -- ¡Lo siento! -- Trato de correr hacia el ascensor, pero me atrapa de el cuello, aplastándome contra la pared.

-- ¡Deja de cruzarte en mi camino! -- Me miró de arriba a abajo. Terminó en mis labios. -- ¿Quieres que te vuelva a romper el puto labio? -- Negué rápidamente.

-- Necesito llegar a clases, ya suéltame, porfavor. -- Lo miré a los ojos, encerio quería llegar. En éste momento no me importaba verme como un niño de mami.

Él sólo se rió, me miró por unos segundo, me soltó y se fue.

Raro.

Seguí mi camino hasta el bendito ascensor. Entré en el salón. -- Profesor, perdone, estaba en la enfermería. -- Asintió y me senté en mi lugar, en medio.

-- Bien clase, hoy vamos a hacer grupos de dos,  -- Todo el salón comenzó a gritar, pero el profesor golpeó el pizarrón con el borrador, callando a todos. -- pero, yo voy a asignarlos.

Flor Marchita -- SIN CORREGIR --Donde viven las historias. Descúbrelo ahora