John Watson amaba a su pequeña hija, por supuesto que sí, era muy protector con ella, a veces al extremo de sobrepasarse en ello, pero a Rosie no parecía molestarle demasiado que fuese así. La niña tenía cinco años y no había algo que disfrutase más que estar con papá John, papá Sherlock y la abuelita, a la Sra. Hudson le encantaba que la llamase así; Rosie era alegre, cariñosa, amable y curiosa al extremo, pero también volátil con ciertos temas. Era muy [MUY] celosa con John cuando este tenía citas casuales con algunas mujeres.
Rosamund se trasformaba por completo cuando escuchaba un «Voy a una cita con [inserte nombre de fulana]» viniendo de papá John, era tanta su molestia que le dejaba de hablar por varias horas, a veces hasta un día entero. Sherlock le comentó que más de una vez escribió en un papel el nombre de las mujeres con las que salía con un marcador rojo y se las daba para que pudiera lanzarlas al fuego de la chimenea, sus inocentes palabras fueron las siguientes: «Si lo deseo, ellas se van a quemar y no volverán a molestar a papá»
Al principio John pensó que eran cosas de infantes, pero con aquella declaración supo de inmediato que tenía que hablar con su hija, por lo que esa tarde de viernes se dedicó a hablar con ella. Ambos estaban sentados en el sofá más grande de la sala, Sherlock por su parte se concentraba en tocar el violín de manera muy melancólica mientras mantenía los ojos fijos en la ventana.
—Rosamund, yo sé que no te gusta que papá tenga citas, pero no tienes que desearles cosas malas a las personas –le dijo en un todo suave, la niña frunció el ceño.
—Pero ellas molestan, no son buenas –su respuesta fue tajante.
—¿Por qué dices que no son buenas? Ninguna te ha hecho nada malo.
—¡Estás ciego, papá! –Le gritó, estaba enrojecida por el enojo.
—No me tienes que gritar Rosamund, soy tu padre –le reprochó de manera severa, la niña se cruzó de brazos para después apartar la mirada– Rosamund –no obtuvo respuesta de su parte, las bellas notas del violín fueron pasadas por alto y no producían ninguna tranquilidad– Rosamund, te estoy hablando, ¿Por qué dices que no son buenas?
—¡Porque hacen que papá Sherlock se ponga triste! –Y de repente el violín desafinó estruendosamente, John miró con más atención a su hija, mientras que el detective consultor observaba de reojo– ¡Cree que no me doy cuenta, pero es verdad! Cuando te vas hay tristeza en sus ojos, toca el violín de manera triste y sé que llora, mucho. Por culpa de ellas es que tiene el corazón roto, por eso son malas, ¡Pero tú eres malo también! Dejas que este así y no haces nada, ¡Yo intento animarlo y deseo que no vuelvas a ver esas mujeres malas y horribles!
—¡Rosamund! –Exclamó Sherlock, la pequeña se mantuvo callada y con la mirada baja.
En otro escenario John le habría reclamado por gritarle, pese a estar aturdido, pero notó que Holmes rápidamente dejó el violín a un lado y se acercó a Rosie, se arrodilló frente a ella y la tomó de las manos, este sintió un vuelco en el corazón cuando presenció sus ojitos llorosos.
—Perdón por gritarte Rosie –le acarició la mejilla con delicadeza– Pero papá John tiene razón, esas mujeres no merecen tu desprecio sin siquiera conocerlas en persona –le dio una fugaz sonrisa llena de tristeza.
—Claro que sí, te hacen daño. Ahorita estás triste, es porque amas a papá John, lo amas mucho y te duele verlo con alguien más.
John sintió que se quedaba sin aliento, Sherlock se sintió morir al instante y en esos momentos casi era irreconocible. Un nudo en la garganta que impedía formular palabras, el labio inferior tembloroso y sus ojos brillosos por las inimaginables lágrimas. Rosie tuvo el impulso de abrazar a su papá Sherlock, este el correspondió el abrazo sin dejar de sentirse agobiado ante sus propias emociones, tenía miedo de que aquel abrazo con su hija terminase y tener que encarar a John.
Rosie lo sabía, para ella fue muy evidente su dolor y, sobre todo, su amor por su amigo. Un amor romántico, un enamoramiento que intentó ocultar durante años, la gente hacía bromas al respecto, Rosie trató el tema como si fuese lo más sagrado del mundo. Para ella fue muy sencillo verlo, tal vez por la simpleza de la tierna infancia, pero Sherlock sintió una puñalada en el pecho cuando dejó en evidencia sus sentimientos. Ella era muy inocente aún, no podía regañarla cuando estaba confiada en que había hecho lo correcto.
Para su gran pesar el abrazo terminó, no quería encarar a John y tragó duro ante la idea.
—Rosie, necesito hablar con papá Sherlock, ¿Podrías dejarnos un momento?
No quería encararlo, por favor, no.
La pequeña asintió, se levantó del sofá y se dirigió escaleras abajo para ir con su abuelita. John invitó a Sherlock a sentarse junto a él, el detective aceptó con una inseguridad nada propia de su persona; el silencio fue corto, pero tedioso, pareció una eternidad.
—Entonces –empezó John– tú... me amas –Sherlock se limitó a asentir, el doctor pronto sintió un nudo en la garganta– Vaya, eh... eso no... lo vi venir –admitió.
—Yo tampoco vi venir que Rosie me delatase de ese modo, mi plan era que nunca te enterases o siquiera tuvieses sospechas –aclaró Sherlock sin poder sostenerle la mirada más de medio segundo– Aunque estoy orgulloso de que sea tan atenta.
—Si, yo también me siento orgulloso –imaginarse a su pequeña estando en un nivel similar al de su compañero lo hizo sonreír, pero entonces sus pensamientos volvieron a su compañero– ¿Desde cuándo...? –No terminó de formular la pregunta.
—Nueve años, más o menos –ambos volvieron a guardar silencio, con cada segundo que transcurría se volvía cada vez más insoportable para Sherlock– John, sinceramente no quiero que nuestra amistad termine por culpa de mi enamoramiento, tan solo finjamos que nada de esta conversación ocurrió –sugirió haciendo un esfuerzo sobrehumano para no mostrarse emocionalmente quebrado, necesitaba terminar con aquella incomoda conversación lo antes posible.
Pero su mente se nubló al momento en que sintió la mano ajena sobre la suya, por primera vez obtuvo el coraje de sostenerle la mirada a John, este lo envolvió en sus brazos y en aquel instante se sintió en el mismo Paraíso junto a los ángeles. No sabía que significaba el gesto, pero no se quejaba, no quería pensar.
—Perdóname Sherlock –le susurró, sentir su cálido aliento tan cerca lo estremeció, tragó duró ante las sensaciones– Perdóname por ser tan ciego.
—No te disculpes, ya te dije que la idea era que no te enterases nunca –le recordó, mantuvo la cabeza oculta entre el cuello y el hombro de su compañero hasta que este cortó el gesto, haciendo que se mirasen a los ojos, John acariciaba las mejillas de Sherlock y movía ligeramente el rostro, tentándolo– John...
—Pensé que no me corresponderías, por eso te pido perdón, te estuve haciendo daño y no me había dado cuenta –declaró, el detective consultor abrió los ojos con sorpresa.
—Te perdono, si me das un beso –Sherlock se sonrojó ante sus propias palabras, John sonrió por tanta ternura y acortó la distancia para besarle.
Un beso casto cargado de un amor que no hizo más que creer con el paso de los años, las sensaciones que recorrieron sus cuerpos fueron indescriptibles, jamás imaginaron que llegarían a sentir algo así en sus vidas, era simplemente maravilloso.
La sesión de besos se prolongó, no sabían cuanto y tampoco tenían urgencia de saberlo. Si de algo estaban seguros es que tendrían que complacer cada capricho de Rosie de ahora en adelante, si no fuera por ella no estarían disfrutando el momento ni darse el amor que siempre tuvieron que darse.
«Te amo» salió casi al mismo tiempo de los labios de ambos antes de reanudar el beso.
A los pocos minutos Rosie y la Sra. Hudson se asomaron en la puerta presenciando la escena, ambas sonrieron ampliamente y celebraron para sus adentros antes de apartarse, dejando a esos dos en su demostración de cariño. La pequeña pensaba enteramente en la nueva felicidad de sus padres, la señora ya estaba haciendo planes a futuro para una boda.
ESTÁS LEYENDO
Arranque de celos {Johnlock}
FanfictionJohn amaba a su hija con todo su ser, era una pequeña alegre, cariñosa, amigable y curiosa. Pero cambiaba radicalmente cuando escucha un «Voy a una cita con...» de su parte, incluso duraba un día entero sin hablarle. Él piensa que son cosas de infan...