Soledad

918 113 222
                                    

¿Por qué sus padres se gritaban? ¿Por qué su padre le pegaba? ¿Por qué su madre bebía tanto vino? ¿Por qué su hermana se había ido? ¿Por qué su hermano se parecía tanto a su padre ¿Por qué no le salía nada bien? ¿Por qué se sentía tan sola?

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

¿Por qué sus padres se gritaban? ¿Por qué su padre le pegaba? ¿Por qué su madre bebía tanto vino? ¿Por qué su hermana se había ido? ¿Por qué su hermano se parecía tanto a su padre ¿Por qué no le salía nada bien? ¿Por qué se sentía tan sola?

Aquellas fueron las preguntas más frecuentes en la mente de Weiss Schnee durante, prácticamente, toda su vida.

Preguntas llenas de dolor y frialdad, como agujas de metal clavadas en su corazón.

Aquella noche de invierno la de pelo blanco despertó con la respiración agitada. Sus manos temblaban y sus ojos se encontraban llenos de pequeñas perlas de agua salada.

Había vuelto a tener una pesadilla en la cual su padre volvía a ser el protagonista.

Suspiró.

Realmente estaba acostumbrada, pero odiaba tenerlas. Se sentía débil e impotente y eso no le gustaba en absoluto.

La de ojos azules desvió su mirada por la habitación, sus tres amigas permanecían dormidas.

Ruby se encontraba en la cama de su lado, parecía muy tranquila. A Weiss le daba mucha calma observarla, era curioso lo habladora que era, pero lo calmada que era mientras dormía, parecían dos personas completamente distintas.

Una leve sonrisa no pudo evitar dibujarse en sus finos labios.

En un gesto elegante se levantó de aquella cama sin hacer ruido. Decidió salir al gran balcón de aquel hostal para respirar un poco de aire fresco.

Después de todo era invierno, su estación favorita y a la vez, su estación más odiada. Por una parte le gustaba el frío, la nieve y el color blanco decorando las montañas, pero también le recordaba a sus años de niñez encerrada en su habitación mientras veía los copos caer.

La de piel pálida se apoyó en la barandilla metálica del balcón y cerró los ojos disfrutando del frío rozando su nariz.

Era curioso como detestaba la palabra soledad, pero a la vez, esta siempre la acababa atrapando.

—¿Weiss?

No le hizo falta girarse para saber de quién provenía aquella aguda y dulce voz que tantas sonrisas y preocupaciones le había provocado durante sus últimos meses.

—Ruby.

Se giró mientras juntaba sus manos para darse calor. A penas se había dado cuenta de que había salido en pijama con el frío que hacía.

La morena con mechas rojas permanecía a unos metros de ella con dos tazas humeantes y una sonrisa de oreja a oreja, pero con una leve muestra de preocupación.

—¿Estás bien?

Sin duda estaba preocupada ¿Pero cómo podía estarlo con esa sonrisa tan deslumbrante?

Soledad | WhiteRoseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora